Supervisión y regulación macro-prudencial: Una tarea urgente

Gregorio Belaunde Matossian

Consultor independiente en gestión de riesgos. Ex Intendente de Supervisión de Riesgo de Crédito de la SBS.

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La Crisis financiera actual, que todavía no ha terminado, y que podría entrar a una segunda fase aún más aguda, ha llevado a numerosos esfuerzos de mejora de la supervisión y regulación financieras, a nivel nacional, como internacional (Basilea III). Se ha criticado que estos trabajos estén pensados sobre todo para los mercados sofisticados donde nació la crisis, pero sí pueden ser relevantes para los mercados emergentes, como lo dijo el Sr. Wellink, Presidente del BCBS (Comité de Basilea para la Supervisión Financiera), lo que a nuestro parecer requeriría un esfuerzo adicional de adecuación a nuestra realidad.

Entre los puntos de mejora esenciales, se ha decidido desarrollar una supervisión macro-prudencial, al reconocerse ciertas realidades que los países emergentes, a pesar de haber sufrido menos, hasta ahora, de la Crisis, haríamos bien en aceptar plenamente como una invitación concreta al auto-examen, en vez de considerarlas como una información intelectualmente interesante sobre hechos algo alejados de nosotros. Estas realidades son:

a) la ineficiencia e irracionalidad de los mercados financieros, que han desmentido, como ya lo hicieron tantas veces, a las teorías que proclamaban lo contrario. Al mismo tiempo pretender actuar ignorando a estos mercados y sin conocerlos puede ser un error fatal.

b) el contexto de globalización que aumenta los riesgos de contagio y la incertidumbre, mucho mayores de lo que se quiso creer. En efecto, los mecanismos de contagio pueden no ser inmediatamente identificables y siempre pueden aparecer encadenamientos subestimados o insospechados, por lo que las crisis bancarias y financieras no sólo pueden agravarse, sino que son cada vez más frecuentes.

c) la inevitabilidad de los ciclos económicos y su exacerbación mediante los ciclos crediticios, algo que cualquier “risk manager” experimentado conoce muy bien y que se puede saber fácilmente recurriendo no sólo a la teoría económica, sino también a la historia, a las ciencias sociales y políticas, a la ética. Esto ya fue explicado por el joven Hayek, previo a la crisis de 1929, o analizado desde una perspectiva diferente por Minsky y Kindleberger, autores que se está redescubriendo ahora. Se olvida que las crisis en mercados emergentes de los 80as, 90as y de inicio de siglo lo confirmaron.

d) el hecho de que además de ser erróneo pensar que “esta vez es diferente”, salvo que signifique “puede ser peor”, es igualmente imprudente decir con soberbia “¡pero este país es diferente!”, pues siempre se puede tener otros factores graves de vulnerabilidad.

e) la insuficiencia del enfoque basado únicamente en la supervisión individual (micro-prudencial) para asegurar la solidez de los sistemas financieros. Dicho enfoque olvida no sólo que los bancos están interconectados, sino también que el comportamiento de algunos puede influenciar a los demás (“presiones competitivas”), provocando una espiral de malas prácticas, que si bien no empieza siempre con los más grandes, puede tener efectos peores en su caso. Por ello, tanto o más relevante que el problema de bancos TBTF (Too Big to Fail) o TBTM (Too Big to Manage) nos parece el de bancos TBTBI (Too Big to Behave Irresponsibly); la calidad de la gestión de los bancos y de su supervisión sería así el factor clave, más que el tamaño en sí, sobretodo en mercados concentrados.

f) la importancia de una verdadera gestión del riesgo de crédito, que no olvide sus nociones básicas. Los apalancamientos absurdos a los que se ha llegado a veces han resultado también de la confusión con el riesgo de mercado y de una tendencia a reducir esta gestión (y su enseñanza) a métodos modelísticos que no siempre son adecuados, a veces alejados de la realidad, y al uso de derivados como la panacea.

g) la necesidad absoluta de una fuerte coordinación entre por lo menos las autoridades a cargo de la política económica, de la política monetaria y cambiaria, y de la supervisión y regulación financieras. Pero a nuestro parecer, esta labor conjunta debería ser muchísimo más amplia, como lo veremos más adelante.

Para el desarrollo de esta supervisión macro-prudencial, partiendo de la realidad peruana y de lo que sería la adecuación de este esfuerzo a la realidad de los mercados emergentes, proponemos un conjunto de lineamientos fundamentales y concretos, no sin antes enfatizar que toda separación absoluta de la acción micro-prudencial sería excesiva, en torno a una serie de temas esenciales.

1) El seguimiento proactivo de la evolución de la calidad de las carteras crediticias

Este debería ser mucho más completo y pro-activo que el simple seguimiento de la morosidad contable, un indicador engañoso que puede ser distorsionado por el efecto del crecimiento de la cartera como por el de la salida de exposiciones del balance (castigos). Se deberían utilizar otros indicadores y técnicas de seguimiento, como la evolución de créditos en “alto riesgo” (atrasados más refinanciados y reestructurados), incorporando además en parte a los créditos castigados, la evolución de la proporción de “cartera pesada” (a partir de “deficiente” en una clasificación de 5 grados como en el Perú), el análisis de “cosechas” (“vintages” en inglés, o “camadas” en Chile), para detectar el posible mayor deterioro de las carteras más recientes (lo que pasó en EE.UU.), o el análisis de la generación de provisiones respecto del stock de colocaciones.
No debería olvidarse además que el atraso en los pagos es un síntoma de un deterioro que ya se ha producido, por endeudamiento excesivo y/o por un evento desfavorable.

2) La vigilancia de la evolución del crecimiento del crédito (¿o más bien la del endeudamiento?)

Aunque un crecimiento excesivo del crédito respecto del crecimiento del PBI puede ser en sí preocupante, incluso en países emergentes con alto nivel de informalidad y con baja bancarización, más relevante aún nos parece vigilarlo en conjunto con la evolución del grado de endeudamiento (apalancamiento) de los agentes económicos. Tenemos así:

– la evolución del endeudamiento de los hogares respecto de su ingreso promedio. No debemos olvidar que somos un país de ingresos familiares bajos, lo que requiere adecuar el nivel que sirva de alerta, prestando también más atención al número de acreedores en los créditos minoristas, un buen predictor usado por la SBS del Perú, así como al crecimiento de las líneas de créditos revolventes (como las tarjetas), que es una “bomba de tiempo” ignorada al ser poco tomado en cuenta el factor de conversión crediticia

-la evolución del endeudamiento total de los diferentes agentes económicos (hogares, empresas, Estado, bancos) respecto del PBI. No deben olvidarse los bonos y otros papeles ni toda forma de deuda externa, ni los compromisos contingentes, que incluyen a los derivados (sin subestimar su riesgo, considerando el monto nocional). Debe analizarse igualmente cómo crecen los balances de los bancos, sobre todo si lo hacen con deuda de corto plazo, pues ésta conlleva un riesgo adicional de liquidez

– la evolución del apalancamiento, total y financiero, de las empresas no financieras, en el balance y respecto del EBITDA (una gran lección de la Crisis Asiática). En efecto, en la euforia se crece más con deuda y se busca más el alto ROE, más aún en contexto de tasas bajas.

3) La vigilancia de los problemas ligados a la dolarización y a la deuda externa

Son temas más ligados de lo que parece, ya que forman parte de la vulnerabilidad externa y cambiaria en general. Esta es insuficientemente conocida en todas sus dimensiones, pues se suele olvidar a la deuda externa privada, incluso a través de vehículos off-shore y de bonos/papeles como pasó en Indonesia en 1997-98, y al efecto del uso especulativo de los derivados cambiarios, que debería ser mucho más supervisado (Indonesia y Rusia 1997/98, Corea, Brasil, Méjico 2008) así como del arbitraje entre deudas en dólares y depósitos en moneda local.

El Perú, con 45 % de la cartera dolarizada, tiene fuerte exposición al riesgo cambiario crediticio. Sin embargo, éste ha ido disminuyendo, y la SBS lo ha regulado de manera específica, mientras que el BCR lo desincentiva con encajes y lo mitiga con sus altas reservas e intervenciones en el mercado. No obstante, frente a anticipaciones cambiarias favorables al Nuevo Sol y a la tentación de posibles diferenciales de tasas, la vigilancia debe mantenerse, reforzando la regulación de ser necesario. Este riesgo ha jugado un rol clave en Europa Oriental en el 2008, pero con otras divisas (Euro, Franco Suizo).

4) La vigilancia y detección de posibles “burbujas”

El primer nivel de alerta precursora es la vigilancia del crecimiento acelerado del crédito interno, así como de la deuda externa privada y pública combinada con la del grado de apalancamiento de la economía, que aumentan los riesgos de sobre-inversión y de “malinvestment”, con todo tipo de burbujas de activos.
Ejemplos de indicadores de posibles burbujas son:

. los relativos al tema inmobiliario : proporción del crédito en el sector, tasas de ocupación, nivel de preventas, proporción de financiamiento por deuda, relación precio inmuebles/ingresos de hogares, precios vs. tendencia de largo plazo y vs. alquileres,

. la tasa de utilización de las capacidades industriales, combinada con mayores niveles de deuda y expansiones basadas en proyecciones muy optimistas,

. ciertas tendencias en los créditos personales, como la utilización creciente de pagos mínimos en tarjetas y de créditos con pagos sólo de intereses o la deuda para comprar acciones.

5) La vigilancia de la evolución de las políticas y prácticas crediticias

Su relajamiento progresivo es un indicador avanzado de futuros problemas. Se ha observado en numerosas crisis, especialmente la actual. Ya la crisis latinoamericana de los 80as y la asiática/rusa de 1997/98 habían sido alertas severas y abunda la literatura al respecto (p. ej., K. Lissakers, P.Krugman, P. Delhaise, M. Mayer). En general, los que más se excedieron, son los que más recortan el crédito después (“credit crunch”).

Las prácticas que muestran el relajamiento de estándares crediticios son muy variadas: condiciones de desembolso y de repago cada vez más laxos, toma de riesgos de sindicación cada vez mayores, créditos alejados de la política predefinida o con objetivos cuestionables, créditos a personas cada vez más al límite de la capacidad de pago del cliente, uso creciente de deuda en divisas con ingresos en moneda local, etc.

Es necesario disponer de un observatorio muy completo de las prácticas del mercado nacional y las del internacional respecto de nuestro país, y de regulaciones específicas (sobreendeudamiento minorista y riesgo cambiario crediticio en el Perú, topes de proporción de deuda para inmuebles o vehículos en otros países…) que sean realmente aplicadas y actualizadas o reforzadas cuando sea necesario.

6) La vigilancia de la evolución del gobierno corporativo de las entidades financieras

Este no es únicamente un tema de supervisión individual, pues ha mostrado ser un factor esencial de las crisis sistémicas. En general, en los períodos de euforia el gobierno corporativo se deteriora casi al unísono, bajo la presión de la competencia y la sensación de invulnerabilidad. Las entidades financieras pueden terminar siendo manejadas como especuladores en bolsa, con una visión cortoplacista, en ciclos de codicia y miedo.

Además del tema muy conocido de los incentivos remunerativos, se debería vigilar especialmente los objetivos de ROE cada vez más elevados, el perfil de altos directivos si es crecientemente agresivo o politizado, el grado de control efectivo de las actividades de mercado de capitales, el uso creciente del “trading book” como un “hiding book” de exposiciones crediticias, la creatividad de las operaciones con vinculados, el debilitamiento de la posición real de los sectores de riesgos, la creciente audacia en la subestimación de los riesgos en los modelos usados…

7) El cuidado del gobierno corporativo de la propia supervisión macro-prudencial

Es un punto vital, pues previo a las grandes crisis financieras, se ha visto a las autoridades incluso sesgar la competencia en favor de las entidades menos responsables.

Este incluye el de los supervisores/reguladores, cuyas fallas pueden ser un factor esencial de generación y de agravación de crisis; entre las soluciones están el adoptar una estructura que facilita los pesos y contrapesos internos, de tipo “cuatro ojos”, como la SBS del Perú en 2003, y/o una filosofía de supervisión “intrusiva”, como el Banco de España.

Incluye también al de la coordinación de las autoridades involucradas, que debe ir más allá de las mencionadas al principio, integrando a otros organismos públicos y ministerios así como a los gremios privados, por la masa de información necesaria. Debería también adoptar una organización más permanente y formal, con rol propositivo, bajo el liderazgo del BCR del Perú, por tener éste a la estabilidad financiera entre sus funciones, con personal dedicado y reportes que van en el sentido propugnado, y en razón de la necesaria coherencia con las políticas monetaria y cambiaria. Cabe resaltar sin embargo que la SBS del Perú, cuya independencia y especificidad deberían ser reforzadas, también tiene enfoques macro-prudenciales.

8) La necesidad de una fuerte “autorregulación colectiva”, complemento indispensable de la regulación y supervisión

Esto es necesario como una “línea de defensa” adicional porque la historia muestra que la regulación y supervisión pueden no ser suficientes, por la misma velocidad del mercado, o fallar a veces (“captura” del regulador, enfoques laxos o ideológicos, composición inadecuada de los órganos directivos del regulador y/o del banco central, pérdida de capital humano en éstos). Hasta el mismo FMI reconoció fallas propias graves en su informe post-mortem de Enero 2011.

Las entidades del sector privado, a nivel gremial, deberían adoptar códigos de conducta y principios comunes (como los de la Smart Campaign en las microfinanzas), para facilitar la generalización de las mejores prácticas, en el marco de una competencia más ordenada, con algún mecanismo privado de resolución de conflictos/reclamos entre ellas. Sus centros de capacitación profesional y su participación en la actividad académica deberían ser un vector decisivo de transmisión de mejores prácticas y de enfoques éticos.

Deberían así mismo construir sin demoras en conjunto con los gremios de clientes (Cámaras de Comercio, por ejemplo) un sistema privado-arbitral de resolución de las dificultades crediticias que permita soluciones rápidas y eficientes adecuadas a cada tipo de clientela y utilizando el know-how internacional acumulado (en el llamado “work-out”), para que no se prolonguen situaciones de “credit crunch” que pueden ser catastróficas, para lo cual el asentimiento del Poder Judicial es esencial.

9) El seguimiento de la adecuada capitalización y de las provisiones crediticias

Se han adoptado recientemente medidas de reforzamiento del capital en el marco de Basilea II, introduciendo también requerimientos adicionales en virtud del Pilar 2, así como de las nociones introducidas por Basilea III. Pero teniendo en cuenta que las reglas contenidas en Basilea II tienen aspectos estructurales que pueden llevar a una subestimación del riesgo, nos parece necesario vigilar el nivel de capital con una óptica más conservadora de lo usual cotejando por ejemplo con países comparables, más allá de lo que indique la regulación, que debe ser vista sólo como un “mínimo absoluto”.

La misma lógica debería aplicarse para las provisiones por riesgo crediticio. En el caso peruano, como en Colombia o España, estas han sido reforzadas con el componente anti-cíclico. Pero aun así es importante promover que las reglas sean vistas como mínimos.

Finalmente los “stress tests” (pruebas de tensión) pueden ser insuficientes, como se vio en Europa hace poco, por lo que no se debe dudar en usar escenarios muy pesimistas, basados no sólo en modelos, sino en realidades del negocio, como el riesgo de “haircuts”.

Conclusión

El contexto actual de incertidumbre extrema puede terminar afectando severamente a las economías de los países emergentes. Y no se puede excluir que ello pueda pasar luego de una fase temporal aparentemente favorable y de flujo de capitales positivos, con creación de burbujas y mayor apalancamiento, lo que ya puede haber sucedido, o estar sucediendo, en algunos.
Es urgente por ello tomar las medidas necesarias a la vez para evitar los efectos de una posible euforia temporal así como los de un escenario que podría tornarse rápidamente muy desfavorable.

Para ello, la acción conjunta de los responsables de la regulación/supervisión y del sector privado es más necesaria que nunca. Este último necesita a supervisores que asuman con la mayor firmeza su rol y contribuyan a que las mejores prácticas de la industria financiera se difundan y dominen, y la acción de los supervisores sólo puede ser plenamente eficaz cuando el sector financiero privado adopta un accionar colectivo organizado y activamente responsable. La crisis actual está mostrando ampliamente los límites de un enfoque basado únicamente en los esfuerzos reguladores y supervisores. Muestra además la importancia vital de que el sistema financiero pueda absorber con serenidad shocks significativos para mantener su plena capacidad y voluntad de asumir riesgos razonables respecto de las empresas y los hogares, lo que es un factor esencial de toda rápida recuperación económica.
Junio 2011

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