García Márquez, Cortázar y Fuentes unidos por el miedo a volar

García Márquez, Cortázar y Fuentes unidos por el miedo a volar

El escritor colombiano Gabriel García Márquez. (Foto: REUTERS)

Gabriel García Márquez. (Foto: REUTERS)

 El miedo a volar propició que los escritores latinoamericanos Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes vivieran en 1968 una “noche irrepetible” durante un viaje en tren que hicieron juntos por Centroeuropa. El autor de ‘Cien años de soledad’ ha desvelado la anédota en el prólogo de la obra ‘Imagen de Julio Cortázar’ de Ignacio Solares.

El trayecto París-Praga se convirtió en un enorme placer gracias precisamente a Cortázar, que a una pregunta “casual” de Fuentes contestó con una “cátedra deslumbrante” que duró varias horas, recuerda García Márquez en el prólogo de un libro recién publicado por el Fondo de Cultura Económico (FCE).

“Viajábamos en tren desde París (a Praga) porque los tres éramos solidarios en nuestro miedo al avión“, cuenta García Márquez.

Según ‘Gabo’, en aquel trayecto, en el que atravesaron la entonces dividida Alemania, llegó un momento en que habían “hablado de todo”.

Entonces Carlos Fuentes quiso saber “en qué momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la orquesta de jazz”, y así se lo preguntó al autor argentino.

“La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchichas con papas heladas”, agregó el autor de ‘Cien años de soledad’.

“Cortázar, que sabía medir muy bien sus palabras, nos hizo una recomposición histórica y estética con una versación y una sencillez apenas creíble, que culminó con las primeras luces en una apología homérica de Thelonious Monk” (1917-1982), el célebre pianista y compositor estadounidense.

“No sólo hablaba (Cortázar) con una profunda voz de órgano de erres arrastradas, sino también con sus manos de huesos grandes, como no recuerdo otras más expresivas”, agrega García Márquez.

‘Imagen de Julio Cortázar’, la obra en la que aparece el prólogo del Nobel de Literatura colombiano, reúne entrevistas, cartas y testimonios de escritores y críticos sobre el autor de ‘Rayuela’.

Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2008/09/25/cultura/1222336016.html

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El arte de leer a García Márquez. Por Juan Gustavo Cobo Borda

El arte de leer a García Márquez
Juan Gustavo Cobo Borda

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Hace medio siglo, en enero de 1957, Gabriel garcía Márquez terminaba el manuscrito de El coronel no tiene quien le escriba en Paris. Era evidente, por el rigor ascético de su estilo despojado, que había surgido un gran escritor. Cumplía así con el compromiso moral que había adquirido con su descubridor literario, Eduardo Zalamea Borda, quien el 28 de octubre de 1947, en El Espectador, ante la publicación de su primer cuento, “La tercera resignación”, había intuido y proclamado sus dotes como escritor. Seria entonces esta breve nota de Zalamea Borda el inicio de una vasta fortuna crítica, que el presente volumen no hace mas que refrendar.
Están reunidas aquí piezas claves de ese corpus crítico, como el pionero ensayo de Ernesto Volkening, de agosto de 1963, aparecido en la revista ECO, y que tan decisiva influencia ejercería en el propio García Márquez. Luego de pedir Volkening que este autor criollo fuese juzgado primero que todo, “en su individualidad, luego a la luz de lo que tenga en común con otros del mismo origen, y solo en ultimo lugar por sus posibles afinidades selectivas con el resto del mundo”, apunta uno de los rasgos claves de su mundo: la fuerza de sus mujeres, afianzadas a la tierra, y capaces de mantener la casa, en medio de las veleidades fantasiosas de los hombres, trátese de guerras inventos o de la ilusión quimérica que suscita un gallo de pelea. Sobriedad narrativa, que pelea con la típica retórica latinoamericana de la selva; capacidad, a través del fragmento, de perfilar todo un mundo; presencia cohesiva del calor tropical como algo que impregna no solo epidemias sino también alma de sus criaturas; y la fuerza de las mujeres para parlamentar con el destino, y aplacarlo en sus inclementes designios. Eran, para decirlo con las propias palabras de Volkening, “representantes, parecidas a las soberanas de un matriarcado venido a menos, que le imprime al medio trivial de Macondo cierto sello de arcaica grandeza”.
Este encanto de un aparente anacronismo es también visible en la nota del nicaragüense Sergio Ramírez cuando recuerda el papel decisivo de Rubén Darío, y de su poesía, en la obra de García Márquez. También las memorias de Rubén Darío comienzan cuando su padre lo lleva a conocer el hielo.
Perry Anderson, el ensayista ingles, autor de El estado absolutista, elabora un agudo paralelo entre Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa a partir de sus respectivas memorias. Si bien hay muchos puntos en común en sus trayectorias –provincia, padre ausente, internados que les fastidian, burdeles, periodismo, lectura deslumbrada de Faulkner- Anderson señala con claridad las diferencias:
“Durante el tiempo que han durado sus vidas, y si la medimos en términos de masacres, represiones, frustraciones y corrupciones, la historia de sus respectivos países no ha podido ser más siniestra, y tales elementos salen a la superficie, como era de esperarse, en sus novelas. Pero las descripciones que de su tierra y sus gentes hace García Márquez, incluso en sus páginas mas pesimistas, están imbuidas de una cierta calidez lírica, de un amor inmutable que no tiene paralelo en el mundo de Vargas Llosa, donde la relación del escritor son su entorno es siempre tensa y ambigua”.
Por su parte el premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee al analizar Memoria de mis putas tristes y compararla con el libro que esta en su origen: La casa de las bellas durmientes (1961) de Kawabata, considera que la redención a través del voyerismo de ese viejo depravado “no es mayor cosa. Y su poca monta no se debe a su brevedad”. Esa reivindicación de la pedofilia, en un transito que va de la pasión carnal a la veneración extática, con sus remanentes cristianos de culto a la virgen, proviene mas bien de la pasión culpable de Florentino Ariza por América Vicuña, en El amor en los tiempos del cólera”, donde ahora el mal deseo por su alumna se convierte en el buen amor por Delgadina. Pero Coetzee no se hace ilusiones por los matrimonios entre viejos y jóvenes: le recomienda a García Márquez la lectura de un cuento de Chaucer, donde la pareja, en la madrugada, tras los esfuerzos de la noche de bodas, brinda una imagen destemplada:
“El viejo marido sentado sobre la cama con su gorro de dormir, la piel temblorosa de su cuello flácido; la joven esposa a su lado consumida de irritación y desagrado”.
Esta, como el trabajo de Updike, como la nota de Burgess sobre Crónica de una muerte anunciada y su temática: “Es una situación bien conocida en Europa y en comunidades sicilianas de los Estados Unidos. Es el tema de la opera Caballería rusticana. Es un asunto de cierto remoto interés antropológico. También puede ser considerado como un tema aburrido”, o el trabajo del presidente Juan Bosch contando de su mas cumplido alumno en la Universidad Central de Venezuela cuando daba un seminario sobre el cuento –y que no era otro que García Márquez- renuevan y amplían las perspectivas de lectura de una obra que es ya un clásico, capaz de situar su narrativa en un contexto de lucidez y exigencia critica acorde con su valía. Y que aproximaciones como las de Carlos Monsivais, desde México, o Daniel Samper Pizano, desde Colombia, enmarcan con rigor, entre otras 23 colaboraciones sobre el creador de Macondo.

Fuente: http://www.mcarts.com/cobo/ensayos/leerGabo.html

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La Gaba, en medio de un amor de novela

La Gaba, en medio de un amor de novela

Esposa, madre, amiga, musa. Mercedes Barcha ha acompañado a Gabriel García Márquez por más de cincuenta años. ¿Cómo es ella?

Por BEATRIZ MESA MEJÍA

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Él se enamoró de esa joven delgaducha, de ojos grandes, de pómulos altos, de cuello largo. De esa niña encantada con la vida. Él, Gabo o Gabriel o Gabito o García Márquez, la vio una vez y quiso amarla para siempre, hasta el punto que, según se cuenta, la pidió en matrimonio cuando era una adolescente.

Se casaron en marzo de 1958, ella de 25 años, él, de 31, luego de un noviazgo por correspondencia, en el que poco se vieron, pues en ese tiempo el escritor vivía en Europa, luego se iría para Venezuela. Y tuvieron dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, y se acompañaron hasta el final. Ella, Mercedes Barcha, La Gaba, fue la esposa, la amiga, la consejera, la musa. Fue el apoyo en los inicios del escritor, y en los últimos años de su vida. Siempre inspiradora. Incluso, García Márquez, en los años 50, en El Heraldo, nombró su columna La Jirafa en honor a esa “obsesión”.

Se admiraron. Supieron ser amigos. De esto hablan aquellos que los conocieron, los que compartieron con ellos en sus casas de Ciudad de México y Cartagena, en sus viajes de placer y de trabajo. Los que vivieron su mundo.

De ella se destaca su discreción, su fortaleza. Su buen humor, a veces cáustico. Pocas entrevistas ha dado a lo largo de la su vida -se afirma que han sido apenas tres-, con el convencimiento de que la figura era su marido.

Una de ellas se publicó recientemente en el libro Gabo Periodista (Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano), realizada por el editor de este volumen, el periodista e investigador puertorriqueño Héctor Feliciano. Una conversación que recoge aspectos fundamentales de esta mujer de amplia sonrisa, a la que le encanta haber conservado su ser Caribe, y también un poco de sus raíces egipcias, que le llegan por su abuelo paterno.

Un diálogo que sirve de base para trazar este perfil, por eso, también, hablamos con Héctor Feliciano acerca de las impresiones que le suscitan esta mujer que nació en 1932 en Magangué, cálida tierra a orillas del río Magdalena, y que, además, estudió en el Colegio María Auxiliadora, en Medellín, según contó Aída, la hermana del Premio Nobel.

¡Mercedes… Con el acento Caribe, dice Feliciano, continúa alargando las vocales, comiéndose las ese, usando palabras que solo se escuchan cerca a las aguas del Magdalena y disfrutando la comida costeña. En su mapa personal están Caracas, Nueva York, Ciudad de México, Buenos Aires, París, Cartagena -claro-, entre otras ciudades. Se reconoce como ama de casa y madre. Le dio la estabilidad al Nobel para escribir sus obras, esas que ella nunca leyó hasta no estar impresas, pues no le gustaba leer sus borradores. Su novela preferida es Cien años de Soledad. Y de las obras periodísticas, Relato de un náufrago. 

Mercedes se revela feliz en su vida con Gabriel García Márquez. Para Héctor, eran como “gente hecha a la antigua”, en la que hay consenso, conciliación. Mientras él escribía, ella mantenía unida a la familia, “ninguno se excluía”. Destaca la permanente conversación entre ellos, el respeto por la actividad de cada uno, el hecho de que las familia se conocieran -Gabo era amigo del padre de Mercedes y el padre de Gabo la conocía, los dos compartían el oficio de boticarios-. Vínculos de amistad y de región que fortalecieron la relación.

Mercedes Barcha, ese “cocodrilo sagrado”, como la describió el propio Nobel de Literatura colombiano, fue como su escudero. Con el paso del tiempo no ha perdido su porte elegante, sus pómulos altos, su sonrisa, que no es para todo el mundo; su profundo sentido de la amistad. La Gaba es una mujer sólida, de una sola palabra, a veces hermética, y, por contraste, buena conversadora. Una “señora de la casa” muy inteligente, que no ha perdido la ironía de su tierra… No ha escrito sus memorias, dice Héctor Feliciano, porque siempre ha dicho que no sabe hacer nada, sin embargo, continúa el periodista y editor, ha hecho muchas cosas. Y la compara, entonces, con Úrsula Iguarán, personaje de Cien años de soledad, por su solidez, por su integridad. Por su fortaleza. La Gaba, con su caminar pausado, siempre ha estado bien parada sobre la tierra, siempre ha sabido mirar al infinito con su alma visionaria. Gabo lo sabía.

Fuente:

http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento

/L/la_gaba_en_medio_de_un_amor_de_novela/

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Botella al mar para el dios de las palabras

Botella al mar para el dios de las palabras

Gabriel García Márquez

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Julio Cortázar y García Márquez

A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»

El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.

Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.

La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?

Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?

Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.

Fuente: http://www.d24ar.com/nota/318847/botella-al-mar-para-el-dios-de-las-palabras-el-polemico-discurso-de-garcia-marquez-20140417-0204.html

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Barbarie con rostro humano. Por SLAVOJ ZIZEK

Barbarie con rostro humano

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Por 

La reciente expulsión de Francia de los gitanos residentes en su territorio en situación ilegal, a los que se ha deportado a Rumanía, su país de origen, ha suscitado muchas protestas en toda Europa, en medios progresistas y también entre importantes políticos, y no solo de izquierdas. Sin embargo, las expulsiones no se han detenido, y constituyen además la punta de un enorme iceberg que se alza dentro de la política europea. Hace un mes, un libro de Thilo Sarrazin, un directivo de banca considerado políticamente cercano a los socialdemócratas, causó escándalo en Alemania al plantear la tesis de que la nación alemana estaba amenazada por la presencia de demasiados inmigrantes a los que se permitía mantener su identidad cultural. Aunque el libro fue unánimemente censurado, su tremendo impacto pone de relieve que al gran público le dio donde le duele. Incidentes como estos han de evaluarse en el marco de una reorganización a largo plazo del espacio político en Europa occidental y oriental.

El Otro está bien siempre que su presencia no sea molesta, siempre que no sea realmente un Otro

Es un retroceso desde el amor cristiano al prójimo a la práctica pagana de privilegiar a la propia tribu

Hasta hace poco, el espacio político de los países europeos estaba dominado por dos grandes formaciones que se dirigían al conjunto del cuerpo electoral, es decir, por un partido de centro-derecha (cristianodemócrata, liberal-conservador, popular…) y por otro de centro-izquierda (socialista o socialdemócrata), a los que se añadían pequeñas formaciones (ecologistas o comunistas). En el Oeste tanto como en el Este, los últimos resultados electorales apuntan a la paulatina aparición de otra polaridad. Hay un partido centrista predominante que defiende el capitalismo global, generalmente con un programa cultural liberal (tolerancia hacia el aborto, los derechos de los homosexuales, las minorías religiosas y étnicas, etcétera). A ese partido se opone cada vez con más fuerza alguna formación populista contraria a la inmigración que, en sus márgenes, va acompañada de grupos neofascistas abiertamente racistas. El caso más paradigmático es el de Polonia: tras la desaparición de los ex comunistas, las principales formaciones políticas son el partido liberal, centrista y “antiideológico” del primer ministro Donald Tusk y el partido cristiano conservador de los hermanos Kaczynski. Hay tendencias similares en Holanda, Noruega, Suecia, Hungría… ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Tras décadas de Estado del bienestar -o de su promesa-, cuando los recortes financieros se limitaban a breves periodos y se aplicaban prometiendo que las cosas pronto volverían a la normalidad, entramos ahora en una nueva época en la que la crisis, o más bien cierto estado de emergencia económica que precisa de toda clase de medidas de austeridad, es permanente, se convierte en una constante, en pura y simplemente una forma de vida. Después de la desintegración de los regímenes comunistas en 1990, entramos en una nueva era en la que la forma predominante de ejercicio del poder estatal se ha convertido en una despolitizada administración técnica que se dedica a coordinar los intereses.

La única manera de introducir pasión en ese ámbito, de movilizar realmente a la gente, es mediante el miedo: a los inmigrantes, a la delincuencia, a la impía depravación sexual, al exceso de Estado (que abruma con unos impuestos y un control excesivos), a la catástrofe ecológica y, también, al acoso (la corrección política es el caso paradigmático de la política del miedo liberal). Esa forma de hacer política siempre se basa en la manipulación de un ochlos paranoico, en la aterradora concentración de hombres y mujeres atemorizados. Esta es la razón de que el gran acontecimiento de la primera década del nuevo milenio fuera la entrada en la ortodoxia política del discurso contra la inmigración, que cortó por fin el cordón umbilical que lo unía a partidos marginales de extrema derecha. Desde Austria hasta Holanda, pasando por Francia o Alemania, y en virtud del nuevo orgullo que suscita la propia identidad cultural e histórica, los principales partidos ahora descubren que es aceptable insistir en la condición de invitados de unos inmigrantes que deben adaptarse a los valores culturales que definen la sociedad de acogida: “Es nuestro país, si no lo quieres, te vas”. Es imprescindible señalar hasta qué punto la tolerancia progresista liberal comparte ciertas premisas fundamentales con esta actitud: su exigencia de respeto y de apertura hacia la otredad (étnica, religiosa o sexual), tiene su contrapunto en el miedo obsesivo al acoso. El Otro está bien siempre que su presencia no sea molesta, siempre que no sea realmente un Otro… En realidad, mi deber de tolerancia para con el otro significa que no debo acercarme demasiado a él, meterme en su espacio. En la sociedad capitalista tardía el derecho humano que va tornándose más esencial es el derecho a no ser acosado: a mantenerse a distancia prudencial de los demás.

No es extraño que el tema de los seres tóxicos haya ganado terreno últimamente. Aunque el concepto procede de la psicología de divulgación y nos previene contra los vampiros emocionales que andan por ahí al acecho, ahora está yendo mucho más allá de las relaciones interpersonales inmediatas: el calificativo tóxico alude a propiedades pertenecientes a niveles (naturales, culturales, psicológicos, políticos) totalmente distintos. Un ser tóxico puede ser un inmigrante con una enfermedad mortal al que hay que poner en cuarentena; un terrorista cuyos mortíferos planes deben evitarse y al que se debe encerrar en Guantánamo, esa zona vacía ajena al imperio de la ley; un ideólogo fundamentalista al que hay que silenciar porque difunde el odio; un padre, madre, profesor o sacerdote que abusa de los niños y los corrompe. Lo tóxico es el propio vecino extranjero, el abismo que hay, por ejemplo, en sus placeres o creencias. De manera que el objetivo final de cualquiera de las normas que rigen las relaciones personales es poner en cuarentena o por lo menos neutralizar y contener esa dimensión tóxica, reducir al vecino a la condición de prójimo.

En el mercado actual encontramos una amplia gama de productos carentes de su componente nocivo: café sin cafeína, nata sin grasa, cerveza sin alcohol… ¿Qué decir del sexo virtual, que es sexo sin sexo; de la doctrina de guerra sin víctimas (en nuestro bando, claro) de Colin Powell, que es una guerra sin guerra; de la redefinición actual de la política como arte de la administración técnica, que es una política sin política? Todo ello nos conduce al tolerante multiculturalismo liberal, que es una experiencia del Otro privado de su otredad: un Otro descafeinado que practica danzas fascinantes y que aborda la realidad desde un enfoque holístico ecológicamente sensato, mientras rasgos como el maltrato a la esposa quedan fuera de cámara.

Quien mejor planteó, allá por 1938, el mecanismo que activa esa neutralización fue Robert Brasillach, el intelectual fascista francés condenado y fusilado en 1945, que, considerándose un antisemita “moderado”, inventó la fórmula del “antisemitismo razonable”: “Nos permitimos aplaudir en el cine a Charlie Chaplin, un medio judío; admirar a Proust, un medio judío, y aplaudir a Yehudi Menuhin, un judío. Y la voz de Hitler viaja por las ondas radiofónicas a continuación del nombre del judío Hertz. (…) No queremos matar a nadie, no queremos organizar ningún pogromo. Pero también pensamos que la mejor manera de obstaculizar las siempre impredecibles acciones del antisemitismo instintivo es organizar un antisemitismo razonable”.

¿Acaso no está presente esta misma actitud en la forma que tienen nuestros Gobiernos de abordar la “amenaza de la inmigración”? Después de rechazar con superioridad moral el descarado racismo populista tachándolo de “poco razonable” y de inaceptable para nuestras normas democráticas, avalan “razonablemente” medidas de protección racistas… o, como brasillachs de hoy en día, algunos de ellos incluso socialdemócratas, nos dicen: “Nos permitimos aplaudir a deportistas africanos y de Europa del Este, a doctores asiáticos o a programadores informáticos indios. No queremos matar a nadie, no queremos organizar ningún pogromo, pero también pensamos que la mejor manera de obstaculizar las siempre impredecibles y violentas medidas defensivas que suscita la inmigración es organizar una protección razonable frente a los inmigrantes”.

Esta concepción de la desintoxicación del vecino supone un paso claro de la barbarie directa a la barbarie con rostro humano. Plasma un retroceso que va desde el amor cristiano al vecino a la práctica pagana de privilegiar a la propia tribu frente al Otro bárbaro. La idea, aunque se envuelva en la defensa de los valores cristianos, constituye en sí misma la principal amenaza para el legado cristiano.

Slavoj Zizek es filósofo esloveno. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

Fuente: http://elpais.com/diario/2010/10/23/opinion/1287784810_850215.html

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El romanticismo inglés

El romanticismo inglés

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Lord Byron

Por: Justo Fernández López


PRERROMANTICISMO

Durante los siglos XVIII Y XIX, Inglaterra es el escenario de todas las revoluciones europeas: la industrial y la del romanticismo. El país acoge a los héroes revolucionarios y a los perseguidos de otros países: franceses, polacos, húngaros, italianos, alemanes, a pesar de ser un país conservador con una monarquía parlamentaria.

Allan Ramsay (1686-1758) coleccionó numerosas baladas de amor y de francachela que se convertirán muy pronto en un arsenal de temas románticos medievales generalizados entre el pueblo.

Alexander Pope (1688-1744), nacido y muerto en Londres, es considerado uno de los mejores poetas ingleses del siglo XVIII. Fue un poeta clasicista, hábil, correctísimo artífice del verso, pero deja frío. Era un poeta aristocrático y católico en un país protestante. Él fue quien acabó de refinar y perfeccionar la poesía inglesa, imprimiéndole la corrección constante como norma principal. Continuó la obra de Dryden, y dejó tras de sí toda una cohorte de poetas correctos. Byron, su más ferviente admirador, lo proclamó “el más perfecto de todos los poetas y quizá de todos los hombres”; dice que para él es “como el cristianismo de la poesía inglesa”.

En la época de Pope brillaron otros poetas, como Edward Young (1683-1765), capellán de Jorge II y el autor de The Complaint or Night Thoughts, obra publicada en 1742 y que tuvo su momento de celebridad no sólo en Inglaterra, sino en toda Europa. Pensamientos nocturnos es una obra cargada de meditaciones fúnebres. Young es quien introduce en la poesía romántica europea el tema de la noche y de la Luna.

Al clasicismo de Pope le sucede una época de transición, en la que las literatura inglesa presenta varias tendencias algo confusas y difíciles de estudiar, pero destaca la tendencia de la poesía al romanticismo y el auge de la novela. Los clásicos hallan su último representante en Samuel Johnson (1709-1784). Algunos poetas de esta época lograron dejar más o menos honda huella con su vuelta a la naturaleza: James Thomson (1700-1748), quien redescubre la inocencia de la naturaleza salvaje y de la vida rural en libertad a los poetas británicos a través de su poema Las Estaciones; Oliver Goldsmith (1728-1774); Thomas Gray (1716-1771); William Cowper (1731-1800), preocupado por el amor a la Naturaleza, a los animales y a la vida rural; Georg Crabbe (1754-1832). William Blake (1757-1827) es un poeta raro, original y muy desequilibrado. Le caracteriza la vuelta a la absoluta sinceridad, a la espontaneidad efusiva y a la libertad.

Thomas Gray (1716-1771) compone el poema Volvamos a la Naturaleza, evocación de un viejo sueño celta. Su fama es debida, principalmente, a su Elegía en un cementerio de la aldea (1751), cuya obra inicia el tono melancólico que caracterizará posteriormente a la poesía romántica. Tanto él como Edward Young pertenecen al grupo de los llamados poetas de cementerio por cultivar este tipo de poesía lúgubre.

La pasión por lo exótico: Imbuidos de un nuevo espíritu de libertad, los escritores románticos de todas las culturas ampliaron sus horizontes imaginarios en el espacio y en el tiempo. Regresaron a la edad media en busca de temas y escenarios y ambientaron sus obras en lugares como las Hébridas de la tradición ossiánica, como en la obra del poeta escocés James MacPherson, o el Xanadú oriental evocado por Coleridge en su inacabado Kubla Jan (1797). Una obra decisiva fue la recopilación de antiguas baladas inglesas y escocesas realizada por Percy Thomas; sus Reliquias de poesía inglesa antigua (1765) ejercieron una influencia notable, tanto formal como temática, en la poesía romántica posterior. La nostalgia por el pasado gótico se funde con la tendencia a la melancolía y genera una especial atracción hacia las ruinas, los cementerios y lo sobrenatural.

El verdadero y trascendental innovador fue el mayor de los poetas escoceses, Robert Burns (1759-1796), que llegó a ser en su país el más popular de los poetas. Se inspiró en la ingenua poesía y en la música del pueblo. Fue, sin proponérselo, uno de los principales representantes del prerromanticismo en Europa; pero también uno de los predecesores de la verdadera poesía moderna.

James Macpherson (1738-1796) se hizo famoso con sus Fragments of Ancient Poetry translated from the Gaelic (1760), así como con dos obras más Fingal(1761) y Temora (1763), que presentó como traducciones de las poesías escritas por un antiguo bardo céltico llamado Ossián; al final publicó The Works of Ossian (Los trabajos u obras de Ossián), en 1765.

Atribuyó sus Poemas gaélicos a un supuesto poeta celta de los siglos II y III llamado Ossián. En ellos exaltan los sentimientos primitivos (el amor y la venganza) con gran lirismo. Los estudios modernos tienden a creer que Macpherson había recogido realmente baladas gaélicas de Ossián, pero las adaptó a la sensibilidad contemporánea alterando el carácter y las ideas originales e introduciendo mucho material propio. A pesar de ello su influjo en toda Europa, y más aún en la escuela romántica, ya se había cumplido. Ossián alcanzó un enorme prestigio entre los románticos europeos, que lo tuvieron por una especia de Homero medieval. Sus versos fueron lectura favorita de los románticos como Walter Scott, de Lord Byron, de los autores alemanes del Sturm und Drank, de Goethe y de Herder. Ossián sirvió también de inspiración a Espronceda (poema épico Óscar y Malvina. Imitación del estilo de Ossián).

Los poemas fueron traducidos y se divulgaron por toda Europa cuando se descubrió que era un fraude, y que Macpherson era el verdadero autor de los poemas. Sin embargo, la influencia no fue menor; en los Poemas de Ossián, encontramos un mundo de fantasía y aventuras, héroes, dioses nórdicos, brumas ligeras y heladas, tempestades, vientos desencadenados y fantasmas. En Ossian se recogía todo lo que las literaturas nórdica y céltica encierran de visiones fúnebres, de esplendores y de misticismo. Gales, Irlanda, Escocia, Dinamarca, Noruega, es decir, todos los países célticos y los países germánicos sirvieron de fuente de inspiración, y se admiró a todos los bardos, desde los druidas galos hasta los sagas escandinavos.

ROMANTICISMO

Inglaterra es considerada la cuna del Romanticismo, al igual que el Renacimiento había surgido en Italia, el Barroco en España o el Neoclasicismo en Francia.El Romanticismo comenzó en Inglaterra casi al mismo tiempo que en Alemania. Con una fuerte tradición prerromántica ya en el siglo anterior, la literatura inglesa de la primera mitad del XIX se caracteriza por sus grandes poetas y por la novela histórica.

En el siglo XVIII ya habían dejado sentir un cierto apego escapista por la Edad Media y sus valores de falsarios inventores de heterónimos medievales como James Macpherson o Thomas Chatterton, pero el movimiento surgió a la luz del día con los llamados Poetas lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), y su manifiesto fue el prólogo a la segunda edición de las Baladas líricas (1800), escrito por los poetas ingleses William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge, aunque ya lo habían presagiado en el siglo XVIII Young con sus Pensamientos nocturnos o el originalísimo William Blake.

En este prólogo a las Baladas líricas, se destaca la importancia del sentimiento y la imaginación en la creación poética y se rechazan las formas y los temas literarios convencionales. El romanticismo, que surge como una reacción contra el racionalismo de la ilustración y el clasicismo, confiere prioridad a los sentimientos, a la fantasía, la imaginación y el sueño. El principal motivo conductor de la literatura romántica inglesa es el choque entre la realidad y el deseo. El fracaso y la incapacidad de luchar con el mundo real llevan la literatura romántica hacia la evasión a tiempos pasados o lugares remotos, a menudo exóticos.

Vuelven la mirada a la literatura medieval, la nobleza se interesa por las ruinas medievales transformando sus propiedades en castillos a la usanza gótica. Miran al pasado del que provienen sueños de nostalgia y recuerdo de lo que fue. Muchos de los románticos ingleses provienen de regiones que fueron víctimas del capitalismo expansivo inglés: Escocia, País de Gales, Irlanda. Ensalzan a héroes populares, inadaptados, mendigos, vagabundos y aventureros, y cantan la naturaleza, la humilde aldea, las ruinas evocadores de tiempos pasados.

El periodo romántico en Inglaterra va de 1790 a 1830. En él quedan las huellas de la Revolución francesa y aquella tendencia hacia la vuelta a la naturaleza, en la poesía, que ya apuntaban Thomson, Cowper, Crabbe, Gray y Burns y que representa uno de los rasgos principales del romanticismo. El placer que proporcionan los lugares intactos y la creencia en la inocencia de los habitantes del mundo rural se observa por primera vez como tema literario en la obraLas estaciones (1726-1730), del poeta escocés James Thomson. Esta obra se cita a menudo como una influencia decisiva en la poesía romántica inglesa y su visión idílica de la naturaleza, una tendencia liderada por el poeta William Wordsworth.

Los escritores ingleses de principios del XIX rechazan la sociedad burguesa e industrializada, para evadirse en el paisaje rural, el pasado histórico o países exóticos. Su nuevo lenguaje literario está basado en el sentimiento y lo irracional, la subjetividad y la libertad del artista frente a toda regla. El desencanto generalizado de los románticos con la organización social se plasmó a menudo en la crítica concreta de la sociedad urbana. Ya Rousseau había afirmado que las personas nacen libres, pero la civilización las encadena. Este sentimiento de opresión se expresó con frecuencia en la poesía, como revela la obra del visionario inglés William Blake (1757-1827), quien en su poema Milton (1808) habla de los “oscuros molinos satánicos” que comenzaban a desfigurar la campiña inglesa; o el largo poema de Wordsworth El preludio (1850), que alude a “las sofocantes y atestadas guaridas urbanas donde el corazón humano enferma”.

El gusto por la vida rural se funde generalmente con la característica melancolía romántica, un sentimiento que responde a la intuición de cambio inminente o la amenaza que se cierne sobre un estilo de vida. Esta vuelta a la naturaleza se convertirá ahora en programa estético de un innovador: el culto a la naturaleza, así como la primacía de la voluntad individual sobre las normas sociales de conducta, la preferencia por la ilusión de la experiencia inmediata en cuanto opuesta a la experiencia generalizada, y el interés por lo que estaba lejos en el espacio y el tiempo.

El Romanticismo inglés arranca en 1798 con las Baladas líricas, compuestas por William Wordsworth (1770-1850) y Samuel Coleridge (1772-1834). Cuatro de las composiciones del tomo son de Coleridge, mientras que las diecinueve restantes son de Wordsworth. El prólogo de esta obra está considerado como el manifiesto del Romanticismo inglés; sus poesías, de lenguaje sencillo. Estos dos jóvenes poetas se vieron impulsados a la actividad creadora por la Revolución Francesa, algunos de cuyos ideales fueron la afirmación de la libertad, el espíritu y la unidad sincera de la raza humana.

Wiliam Wordsworth (1770-1850) cree que ni hay un lenguaje especial para la poesía, ni asuntos que para ella estén reservados. Se puede hablar en verso de todo lo que forma parte de la conversación, empleando el mismo lenguaje que el coloquial. Acostumbrado a vivir y a componer sus versos en plena naturaleza, no en su gabinete de estudio, transmite en su poesía un profundo sentimiento hacia ella. Empezó su vida bajo la influencia y los entusiasmos juveniles de la Revolución francesa, pero la nueva tiranía y los horrores de la revolución fueron desengañándole, hasta convertirse en un conservador por convencimiento, que no desea más revolución ni más reforma que la poética por él representada: cultura, amor a la naturaleza y a lo humilde.

Tras viajar por Francia y Alemania, se instala definitivamente en el Lake Discrict de Inglaterra, en el distrito o comarca de los lagos, donde murió. Esta región dio el nombre a los llamados poetas lakistas, que compusieron entre 1798 y 1815 los primeros poemas de tendencia claramente romántica. Considerados parte del movimiento romántico, ni siguieron ninguna escuela de pensamiento o práctica literaria conocida por entonces. Formaron este grupo, junto a William Wordsworth (1770-1850), Samuel Taylor Coleridge (1770-1834) y Robert Southey (1774-1843). Vivieron junto a los lagos del Noroeste de Inglaterra, en la zona de Lake District (Cumbria), inspirándose en los encantos de su naturaleza. Fue Thomas Gray (1716-1771) el primer poeta que llamó la atención sobre esta hermosa región. Otros poetas y escritores visitaron la región de los lagos o tuvieron amistad con otros que residían allí. Entre ellos están Percy Bysshe Shelley (1792-1822), Sir Walter Scott (1771-1832),  Nathaniel Hawthorne (184-1865), John Keats (1795-1812).

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), poeta, crítico y filósofo inglés, fue, junto con su amigo William Wordsworth, uno de los fundadores del Romanticismo en Inglaterra y uno de los lakistas. Sus obras más conocidas son Lyrical Ballads (1798), con su famosa Rima del anciano marineroKubla Khan (1816), ambientada en un oriente antiguo y lleno de ritos mágicos, y Christabel (1816), cuento con aire de cuento gótico. El mérito de Coleridge como poeta radica en haber rechazado los lugares comunes y la literatura artificial de su tiempo, haber consultado la naturaleza, y llamado la atención sobre la Edad Media. Si Wordsworth se inspira en las cosas sencillas de la vida cotidiana, Coleridge recurre al pasado como un tiempo misterioso y fantástico.

El Romanticismo inglés alcanza su máximo esplendor con Lord Byron, Shelley y Keats, conocidos como los poetas «satánicos», por su rebeldía y su inadaptación a la sociedad de la época. Los tres tuvieron una muerte prematura lejos de Inglaterra tras una vida atormentada y errante. Estos poetas románticos de la segunda generación fueron revolucionarios hasta el final de su carrera, a diferencia de Wiliam Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge y Walter Scott, que cuando llegaron a una edad madura renunciaron a sus ideales de juventud.

Lord Byron (1788-1824) logró una enorme fama en su tiempo, en parte por su escandalosa existencia, en parte por sus extensas obras. Lord Byron es uno de los ejemplos de una personalidad en lucha trágica contra la sociedad. Fue el prototipo del poeta romántico y fue tenido en vida por el primero de los poetas de su tiempo, pasando a ser considerado más tarde como de segundo orden, mientras Shelley y Keats, que él oscurecía, ganaban cada día más en la estimación de la crítica: ya no se decía en Inglaterra, por este orden, Bayron, Shelley y Keats, sino Shelley, Byron, Keats, y para muchos, Shelley, Keats, Bayron. Sus primeras composiciones poéticas son plenamente románticas, como Las peregrinaciones de Childe Harold (1812), que narra los viajes del melancólico protagonista por el sur de Europa, o El corsario, leyenda en verso con héroe individualista y rebelde. Su obra maestra es el extenso e incompletoDon Juan (1819), sobre el famoso conquistador. En ambos poemas buscó su inspiración en Andalucía. Logró inspirar a un poeta como Núñez de Arce, en su poemita La última lamentación de Lord Byron. Se le discuten la imaginación y el sentimiento, pero no su regia ironía.

Así como Byron fue lo que podría llamarse un poeta popular, al alcance de todos los lectores, no lo fueron ni Shelley ni Keats, pero sobre todo Keats.

Percy Bysshe Shelley (1792-1822), amigo y compañero de viajes de Lord Byron, abandonó a su esposa y a su patria para recorrer Europa y murió ahogado en un naufragio. Fue un hombre de imaginación desbocada, ateo acérrimo y declarado, revolucionario, socialista violento, que ponía la poesía al servicio de sus ideas demoledoras de la sociedad en que vivía, siendo hijo de un acaudalado baronet. Los que le conocían lo describen como un alma candorosa, un hombre noble, lleno de encanto personal, un idealista soñador que no predicaba por odio alguno. Pudo hacer y pensar lo que quiso gracias a una pensión paterna.

Al poeta excepcional es al que rinde hoy fervoroso homenaje la crítica, y menos a lo que pensara, creyera o se figurara creer. En su obra plasmó un gran idealismo, matizado por una profunda melancolía. En su Prometeo liberado (1920) expresa sus dos ideas principales: que el enemigo era la tiranía de gobernantes, las costumbres y las supersticiones, y que la bondad inherente del ser humano eliminaría, el mal del mundo y lo elevaría al reino eterno del amor trascendental.

Entre sus obras más famosas se encuentran OzymandiasOda al viento del OesteA una alondra y La máscara de Anarquía, poemas líricos que destacan por su musicalidad y abundantes metáforas. También compuso una elegía titulada Adonais (1821), inspirada por la muerte de Keats y escrito en su honor, el más joven de los grandes románticos. A Byron lo entiende todos, mientras que a Shelley serán siempre muchos los que no puedan seguirle sin perderse.

Percy Schelley estuvo casado con Mary W. Shelley (1797-1851), autora del relato de género gótico Frankenstein o El moderno Prometeo.

John Keats (1795-1821), uno de los principales poetas británicos del romanticismo, murió a los veinticinco años de edad, habiendo sido objeto de burlas y desprecios por una parte de sus contemporáneos, para quedar luego clasificado entre los inmortales de todos los países. Tan improbable creyó haber alcanzado la gloria que, al morir, mandó que se grabara en su tumba este epitafio: “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua”. Lo que dejó escrito ha formado escuela de mayor importancia que las de sus contemporáneos.

Su fama se debe a sus poemas breves, recogidos en sus OdasOda al ruiseñor (1819), Oda a la melancolía (1819), Oda a la indolencia (1819), así comoLamia y otros poemas (1819). El primer verso de su poema mitológico Endymion: un romance poético (1817) caracteriza a este poeta: A thing of beauty is a joy for ever (“un objeto bello es un placer perpetuo”). La poesía de Keats es, por encima de la de los demás románticos, una respuesta a las impresiones sensoriales desprovista de toda filosofía moral o social.

La narrativa histórica es uno de los géneros románticos preferidos, por la atracción hacia tiempos pasados y el deseo de evasión. Su creador es

Walter Scott (1771-1832) comenzó su carrera literaria como poeta, pero su producción poética fue decayendo, debido al genio de lord Byron, y casi cesó en absoluto a partir de 1814. Poseía un amplio conocimiento de las leyendas y las baladas medievales. Tras una labor de recopilación de antiguas baladas de su Escocia natal, escribió una serie de poemas narrativos en los que glorificaba las virtudes de la sencilla y vigorosa vida de su país en la Edad Media.

Sus traducciones de romances góticos alemanes, en 1796, le crearon una cierta reputación como traductor, que aumentó cuando publicó su edición de las baladas Juglaría de la frontera escocesa, entre 1802 y 1803. Su primer poema extenso, El canto del último juglar (1805), obtuvo un notable éxito, y después de él escribió una serie de poemas narrativos románticos, de la que forman parte Marmion (1808), La dama del lago (1810), Rokeby (1813) y El señor de las islas (1815).

Sus novelas, ambientadas en la Edad Media principalmente, tienen un tono rebelde y nacionalista. Tuvieron gran éxito y fueron imitadas en toda Europa. Promovieron un amplio interés por las tradiciones de Escocia, y en el resto de occidente el culto a los valores y la historia medieval, que caracterizó al romanticismo. Numerosos compositores pusieron música a sus textos, entre ellos Donizzetti, que escribió la ópera Lucia di Lamermoor basándose en su novela, y Schubert. Sus personajes y héroes no están idealizados, sino que son presentados con realismo en episodios y situaciones de la vida diaria. De las numerosas novelas que escribió destacan Ivanhoe y Quintin Durward, cuyos protagonistas, muy del gusto romántico, luchan contra la tiranía o la opresión.

La obra y figura de Walter Scott contribuyó a la introducción del romanticismo en España e Hispanoamérica a través de los escritores, literatos y políticos españoles que, por defender ideas liberales, tuvieron que marcharse al exilio huyendo del absolutismo de Fernando VII. Entre los muchos escritores que recibieron su influencia pueden destacarse los españoles José de Espronceda, Larra, la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, el venezolano José Antonio Echevarría y el ecuatoriano José Joaquín Olmedo.

En Inglaterra, al igual que en Alemania, el Romanticismo comienza siendo prorrevolucionario, pero se vuelve conservador cuando comienzan las luchas contra Napoleón, para dar un nuevo viraje hacia los primitivos ideales revolucionarios una vez pasada la guerra.

En Inglaterra, la antítesis entre Clasicismo y Romanticismo había perdido su razón de ser desde la segunda mitad del siglo XVIII porque no había sino literatura romántica.

«El Romanticismo inglés arrancaba en lo esencial de la reacción de los elementos liberales contra la revolución industrial, mientras el francés procedía de la reacción de los estratos conservadores contra la revolución política. La conexión del Romanticismo con el prerromanticismo fue en Inglaterra mucho más estrecha que en Francia, donde la continuidad entre ambos movimientos se vio totalmente interrumpida por el clasicismo del período revolucionario. En Inglaterra hubo entre el Romanticismo y la revolución industrial triunfante por completo, la misma relación que entre el prerromanticismo y los estadios preparatorios de la industrialización de la sociedad. El Deserted Village, de Goldsmith, Satanic Mills de BLake, y Age of Despair, de Shelley, se expresa un temperamento esencialmente idéntico. El entusiasmo de los románticos por la naturaleza es tan inconcebible sin la separación de la ciudad frente al campo como su pesimismo sin el abandono y la miseria de las ciudades industriales. Son completamente conscientes de lo que está ocurriendo, y ven muy bien lo que significa la transformación del trabajo humano en mera mercancía. […]

Después de la terminación de la lucha contra Napoleón, Inglaterra, si no agotada en modo alguno, queda por lo menos debilitada y desorientada en lo intelectual; o sea, en unas circunstancias especialmente propicias para hacer que la sociedad burguesa sobrase conciencia de lo problemático de las bases de su existencia. El Romanticismo más juvenil, la generación de Shelley, Keats y Byron, es el mantenedor de este proceso. Su humanitarismo sin concesiones constituye su protesta contra la política de explotación y opresión; su modo de vida inconvencional, su ateísmo agresivo y su carencia de prejuicios morales son las distintas formas de su lucha contra la clase que dispone de los medios de explotación y opresión. El Romanticismo inglés, incluso en sus representantes conservadores, en Wordsworth y Scott, es en cierto modo un movimiento democrático tendente a la popularización de la literatura.»  [Arnold Hauser: Historia social de la literatura y el arte. Madrid: Ediciones Guadarrama, 1968, vol. II, p. 398-399]

INGLATERRA Y ESPAÑA – INFLUENCIAS

Edward Young y Samuel Richardson, jalones decisivos en el desarrollo de la poesía nocturna y la novela sentimental, eran bien conocidos en España antes de 1800. Cuando llegó el romanticismo, los escritores españoles ya los habían leído y asimilado. Su influjo se ejerció a través de los neoclásicos y prerrománticos. En las disputas entre Böhl de Faber y Joaquín de Mora (1814) se designa a los románticos como ossiánicos, lo que se repetirá en el semanario El Europeo (1823-1824). Hasta 1826, Lord Byron apenas se menciona en España. En 1825 Blanco White se refería a él como desconocido todavía en España. Larra no lo menciona y Espronceda lo empieza a imitar tardíamente (1837).

Más repercusión tuvo en España Walter Scott, como creador de la leyenda versificada y de la novela histórica fue imitado. Su popularidad fue inmensa y hasta el neoclásico Alberto Lista se rindió a ella. Se observa influencia de Ivanhoe sobre Los bandos de Castilla, de López Soler, y sobre Sancho Saldaña, de Espronceda.

«España estuvo aún más de moda, si cabe, en Inglaterra que en Francia. Y no es de extrañar si se tiene en cuenta la estrecha vinculación de ambos países durante la guerra de la Independencia [1808-1814], así como la llegada a Londres de un núcleo extenso y permanente de emigrados liberales, entre los que había hombres de gran talla intelectual. Todo ello suscitó un gran interés por la cultura española, que se manifestó de diversas maneras: viajes, traducciones, estudios hispánicos, temas españoles, y hasta la creación de una cátedra de español en la Universidad de Londres (1828), que regentó inicialmente Alcalá Galiano.» (Navas-Ruiz 1973: 64-65)

 Fuente: http://hispanoteca.eu/Literatura%20espa%C3%B1ola/Siglo%20XIX/Romanticismo%20ingl%C3%A9s.htm

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Himnos de la noche (3 y 4) de NOVALIS

HIMNOS DE LA NOCHE
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NOVALIS
3

 

Antaño,
cuando yo derramaba amargas lágrimas;
cuando, disuelto en dolor, se desvanecía mi esperanza;
cuando estaba en la estéril colina,
que, en angosto y obscuro lugar albergaba la imagen de mí
–solo, como jamás estuvo nunca un solitario,
hostigado por un miedo indecible–
sin fuerzas, pensamiento de la miseria sólo.
Cuando entonces buscaba auxilio por un lado y por otro
–avanzar no podía, retroceder tampoco–
y un anhelo infinito me ataba a la vida apagada que huía:
entonces, de horizontes lejanos azules
–de las cimas de mi antigua beatitud–,
llegó un escalofrío de crepúsculo,
y, de repente, se rompió el vínculo del nacimiento,
se rompieron las cadenas de la Luz.
Huyó la maravilla de la Tierra, y huyó con ella mi tristeza
–la melancolía se fundió en un mundo nuevo, insondable
ebriedad de la Noche, Sueño del Cielo–,
tú viniste sobre mí
el paisaje se fue levantando dulcemente;
sobre el paisaje, suspendido en el aire, flotaba mi espíritu,
libre de ataduras, nacido de nuevo.
En nube de polvo se convirtió la colina,
a través de la nube vi los rasgos glorificados de la Amada
–en sus ojos descansaba la eternidad–.
Cogí sus manos. y las lágrimas se hicieron un vínculo
centelleante, indestructible.
Pasaron milenios huyendo a la lejanía, como huracanes.
Apoyado en su hombro lloré;
lloré lágrimas de encanto para la nueva vida.
–Fue el primero, el único Sueño.–
Y desde entonces,
desde entonces sólo,
siento una fe eterna. una inmutable confianza en el Cielo de la Noche,
y en la Luz de este Cielo: la Amada.

4

Ahora sé cuándo será la última mañana
–cuándo la Luz dejará de ahuyentar la Noche y el Amor–
cuándo el sueño será eterno y será solamente Una Visión inagotable,
un Sueño.
Celeste cansancio siento en mí:
larga y fatigosa fue mi peregrinación al Santo Sepulcro, pesada, la cruz.
La ola cristalina,
al sentido ordinario imperceptible,
brota en el obscuro seno de la colina,
a sus pies rompe la terrestre corriente,
quien ha gustado de ella,
quien ha estado en el monte que separa los dos reinos
y ha mirado al otro lado, al mundo nuevo, a la morada de la Noche
–en verdad–, éste ya no regresa a la agitación del mundo,
al país en el que anida la Luz en eterna inquietud.
Arriba se construyen cabañas, cabañas de paz *,
* _ Alusión al texto evangélico que narra la transfiguración de Jesús (Luc. IX, 33: «Levantemos tres
tiendas…»)
anhela y ama, mira al otro lado,
hasta que la más esperada de todas las horas le hace descender
y le lleva al lugar donde mana la fuente,
sobre él flota lo terreno *,
* _ Ver Enrique de Ofterdingen, capítulo 6: «“¿Dónde está el río?”, gritó (Enrique) entre sollozos.
“Aquí, encima de nosotros, ¿no ves sus ondas azules?” Enrique levantó la vista y vio cómo el río azul
discurría silencioso sobre su cabeza.»
las tormentas lo llevan de nuevo a la cumbre,
pero lo que el toque del Amor santificó
fluye disuelto por ocultas galerías,
al reino del más allá,
donde, como perfumes,
se mezcla con los amados que duermen en lo eterno.
Todavía despiertas,
viva Luz,
al cansado y le llamas al trabajo
–me infundes alegre vida–
pero tu seducción no es capaz de sacarme
del musgoso monumento del recuerdo.
Con placer moveré mis manos laboriosas,
miraré a todas partes adonde tú me llames
–glorificaré la gran magnificencia de tu brillo–,
iré en pos, incansable, del hermoso entramado de tus obras de arte
–contemplaré la sabia andadura de tu inmenso y luciente reloj–,
escudriñaré el equilibrio de las fuerzas
que rigen el maravilloso juego de los espacios, innúmeros, con sus tiempos.
Pero mi corazón, en secreto,
permanece fiel a la Noche,
y fiel a su hijo, el Amor creador.
¿Puedes tú ofrecerme un corazón eternamente fiel?
¿Tiene tu Sol ojos amorosos que me reconozcan?
¿Puede mi mano ansiosa alcanzar tus estrellas?
¿Me van a devolver ellas el tierno apretón y una palabra amable?
¿Eres tu quien la ha adornado con colores y un leve contorno,
o fue Ella la que ha dado a tus galas un sentido más alto y más dulce?
¿Qué deleite, qué placer ofrece tu Vida
que suscite y levante los éxtasis de la muerte?
¿No lleva todo lo que nos entusiasma el color de la Noche?
Ella te lleva a ti como una madre y tú le debes a ella todo tu esplendor.
Tú te hubieras disuelto en ti misma,
te hubieras evaporado en los espacios infinitos,
si ella no te hubiera sostenido,
no te hubiera ceñido con sus lazos para que naciera en ti el calor
y para que, con tus llamas, engendraras el mundo.
En verdad, yo existía antes de que tú existieras,
la Madre me mandó, con mis hermanos,
a que poblara el mundo,
a que lo santificara por el Amor,
para que el Universo se convirtiera
en un monumento de eterna contemplación
–me mandó a que plantara en él flores inmarcesibles–.
Pero aún no maduraron estos divinos pensamientos.
–Son pocas todavía las huellas de nuestra revelación.–
Un día tu reloj marcará el fin de los tiempos,
cuando tú seas una como nosotros,
y, desbordante de anhelo y de fervor,
te apagues y te mueras.
En mí siento llegar el fin de tu agitación
–celeste libertad, bienaventurado regreso–.
Mis terribles dolores me hacen ver que estás lejos todavía de nuestra patria;
veo que te resistes al Cielo, magnífico y antiguo.
Pero es inútil tu furia y tu delirio.
He aquí, levantada, la Cruz, la Cruz que jamás arderá
–victorioso estandarte de nuestro linaje–.
Camino al otro lado,
y sé que cada pena
va a ser el aguijón
de un placer infinito.
Todavía algún tiempo,
y seré liberado,
yaceré embriagado
en brazos del Amor.
La vida infinita
bulle dentro de mí:
de lo alto yo miro,
me asomo hacia ti.
En aquella colina
tu brillo palidece,
y una sombra te ofrece
una fresca corona.
¡Oh, Bienamada, aspira
mi ser todo hacia ti;
así podré amar,
así podré morir.
Ya siento de la muerte
olas de juventud:
en bálsamo y en éter
mi sangre se convierte.
Vivo durante el día
lleno de fe y de valor,
y por la Noche muero
presa de un santo ardor

 

Fuente: http://colcundileejt.blogspot.com/2013/09/novalis-himnos-de-la-noche-3-y-4.html

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Hölderlin- An die Parzen- A las Parcas

Hölderlin- An die Parzen- A las Parcas

 

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 An die Parzen

Nur Einen Sommer gönt, ihr Gewaltigen!

Und einen Herbst zu reifem Gesange mir,

Daβ williger mein Herz, vom süβen

Spiele gesättiget, dann mir sterbe.

 

Die Seele, der im Leben ihr göttlich Recht

Nicht ward, sie ruht auch drunten im Orkus nicht;

Doch ist mir einst das Heilige, das am

Herzen mir liegt, das Gedicht, gelungen,

 

Willkomen dann, o Stille der Schattenwelt!

Zufrieden bin ich, wenn auch mein Saitenspiel

Mich nicht hinab geleitet; Einmal

Lebt ich, wie Götter, und mehr badrfs nicht.

 

A las parcas

Sólo un verano os pido, ¡oh Poderosas!

Y un otoño para madurar mi canto,

y así mi corazón dispuesto, del dulce

juego saciado, gustoso morirá.

 

El alma que en la vida de su divino derecho

no gozó, tampoco hallará reposo en el Orco;

pero una vez surgió de mi lo sagrado

que vive en mi corazón, la poesía,

 

Bienvenido pues, ¡oh silencio del mundo de las sombras!

Feliz estoy aunque mi lira

no me acompañe abajo; un día

viví como los dioses, y no necesito nada más.

 

Fuente: http://ergakaihemerai.blogia.com/2007/111701-holderlin-an-die-parzen-a-las-parcas.php

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Friedrich Hölderlin

Friedrich Hölderlin

(Lauffen am Neckar, Alemania, 1770 – Tubinga, id., 1843) Poeta alemán. Al morir su padre, administrador del seminario protestante de Lauffen, cuando él tenía dos años, su madre casó en segundas nupcias con Johann Christoph Gock, consejero municipal de Nürtingen, donde Hölderlin se crió junto con su hermana y su hermanastro. En 1784 ingresó en un colegio preparatorio para el seminario, en Denkendorf, y en 1788 entró como becario en el seminario de Tubinga, donde trabó amistad con Hegel y Schelling, a partir de 1791.


Hölderlin

Muy influido por Platón y por la mitología y cultura helénicas, se apartó sensiblemente de la fe protestante. En 1793 salió del seminario provisto de la licencia que le permitía ejercer el ministerio evangélico, pero decidió no dedicarse a su carrera, sino emplearse como preceptor. Schiller le proporcionó una plaza para ocuparse del hijo de Charlotte von Kalb, en Waltershausen, aunque pronto abandonó su puesto, dada la limitada influencia que ejercía sobre su alumno, y se instaló en Jena, uno de los principales centros intelectuales del país. Asistió a clases impartidas por Fichte, y Schiller le publicó un fragmento del Hiperión en su revista Thalia.

Falto de recursos, volvió a Nürtingen en 1795, antes de ser introducido en casa del banquero Gontard, en Frankfurt, siempre como preceptor. Susette, la esposa de Gontard, mujer al parecer de gran belleza y sensibilidad, habría de convertirse en su gran amor; tanto en sus poemas como en el Hiperión se referiría a ella con el nombre de «Diotima». Su amor fue correspondido, y el poeta describió su relación en una carta como «una eterna, feliz y sagrada amistad».

A pesar de su trabajo y de los viajes que debió efectuar con la familia Gontard a causa de la guerra, fue una época de intensa actividad literaria, y en 1799 finalizó su novela epistolar Hiperión. En septiembre de 1798 tuvo que abandonar la casa de los Gontard, después de vivir una penosa escena con el marido de Susette. Se entrevistó varias veces en secreto con ella, hasta que se trasladó a Homburg, por consejo de su amigo, Isaak von Sinclair.

Emprendió entonces su tragedia La muerte de Empédocles e intentó lanzar una revista intelectual y literaria, que fracasó. En 1800 fue invitado a Stuttgart, donde tuvo tiempo para dedicarse a la poesía y traducir a Píndaro, que ejercería una gran influencia sobre sus himnos. A finales del año aceptó otro puesto como preceptor en Hauptwil, Suiza; se ignora por qué razones abandonó su trabajo, en abril de 1801, y volvió con su madre, a Nütingen. Hasta enero de 1802, cuando obtuvo un cargo en casa del cónsul de Hamburgo en Burdeos, trabajó ininterrumpidamente en su obra poética.

Al aparecer los primeros síntomas de su enfermedad mental, en abril abandonó una vez más su puesto. Sinclair le comunicó por carta la muerte de Susette Gontard, el 22 de junio de 1803, en Frankfurt. Tras un período de gran violencia, su trastorno mental pareció remitir. Sinclair lo llevó de viaje a Ratisbona y Ulm y, a la vuelta, escribió El único y Patmos, dos de sus obras maestras. Por influencia de su amigo obtuvo la plaza de bibliotecario de la corte, en el palacio del landgrave de Homburg.

Como sus crisis mentales se hicieran cada vez más frecuentes, en 1806 fue internado en una clínica de Tubinga, sin que se produjera mejoría en su estado. Un ebanista de la misma ciudad, entusiasmado por la lectura del Hiperión, lo acogió en su casa en 1807. Allí permaneció hasta su muerte, en unas condiciones de locura pacífica que se prolongaron durante treinta y seis años.

La obra de Hölderlin tiene en su eje central el intento de hallar el sentido y esencia de la lírica en los momentos históricos convulsos que le tocó vivir. Los juveniles Himnos (1793), en los que canta a la belleza, la libertad y el genio de la adolescencia, sufren aún la influencia de Schiller y ensalzan los “ideales de la humanidad”. Las Elegías (1793), sobre todo “Grecia” y El destino”, son ya un lamento por lo desaparecido e incluyen una propuesta fundamental en Hölderlin: el impulso hacia un nuevo helenismo.Hiperión (1797-1799) es un texto a mitad de camino de la novela epistolar y de la llamada “de iniciación”, que comparte también las características confesionales de un diario íntimo y anticipa múltiples aspectos de la sensibilidad romántica.

A partir de 1797 el poeta escribió los fragmentos deEmpédocles, su única incursión en la dramaturgia, que debía ser una tragedia clásica que trabajó en múltiples versiones. Su protagonista encarna para él al poeta y visionario en quien se refleja la armonía inherente a la unicidad total, y la serenidad que acompaña a la maduración para la muerte. LasPoesías (1799) aparecieron mayoritariamente en elMusenalmanach de Schiller y en el Taschenbuch für Frauenzimmer von Bildung, y son formalmente clásicas y hasta deliberadamente arcaicas en ocasiones. Las colecciones conocidas como Lírica tardía contienen los poemas escritos entre 1801 y 1808, y se publicaron en vida del autor.

Los poemarios editados por Uhland y Schwab en 1826, y también, póstumamente, las Obras completaspublicadas por Schwab en 1846, incluyen algunos de los inquietantes textos escritos durante la apacible demencia del autor, que él gustaba atribuir a un alter ego al que llamaba Scardanelli. A finales del siglo XIX la obra del poeta alemán fue recuperada y ensalzada por los simbolistas, a través de los cuales ha venido ejerciendo un influencia creciente en las letras europeas.

Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/holderlin.htm

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