Laprensa.pe
Jueves, 18 de abril del 2013 | 15:44
Laprensa.pe conversó con Henry Pease, expresidente del Congreso y actual director de la Escuela de Gobierno de la PUCP, que acaba de publicar La Política en el Perú del siglo XX.
Le pregunto a Henry Pease García cuál es momento de su vida política que recuerda con mayor cariño. Pensé que no dudaría en elegir el año en que se lanzó a la presidencia y alcanzó más de medio millón de votos (1990), pero no, me equivoqué.
El 3 de noviembre de 1989 miles de peruanos fueron parte de la llamada ‘Marcha por la paz’, una convocatoria democrática en rechazo a la violencia criminal del entonces poderoso Sendero Luminoso. “Nadie puede decir que los ciudadanos no derrotamos políticamente a Sendero”, dice Pease mientras me muestra la fotografía que retrata aquel hecho ocurrido hace ya casi un cuarto de siglo.
El expresidente del Congreso ha publicado junto a Gonzalo Romero Sommer y a Patricio Ato del Avellanal Carrera el libro La Política en el Perú del siglo XX, un brillante repaso por la historia política de nuestro país en el siglo anterior.
“Dividimos el texto en cuatro partes: Estado oligárquico, la crisis del Estado oligárquico, el Estado intervencionista y Estado neoliberal”, me explica Pease García mientras nos disponemos a una charla llena de análisis, recuerdos y expectativas sobre el futuro.
¿En cuál de las cuatro etapas que recoge el libro se retrocedió más en cuanto a la formación de instituciones en el Perú? Cada vez que en la historia hubo un golpe, de cualquier tipo, se retrocede casi a cero. La democracia no es solo un método para elegir gobernantes. Al final en el último capítulo digo que lo más avanzado en ese siglo es la democracia electoral, es decir, hay menos fraudes y más capacidad de conducción de las elecciones. Pero lo que más se retrocede cuando hay cualquier tipo de autocracia, es en la manera de gobernar. Nuestra cultura política – que sigue siendo autocrática y autoritaria – repite inconscientemente muchos comportamientos de los gobiernos autoritarios. Sino mire usted lo ocurrido en Conga. Un gobierno legítimamente elegido cree que ante el reclamo de un pueblo, la pata en alto es la única respuesta. Un gobierno democrático debe rendir cuentas y gobernar de cara al pueblo.
Pero este gobierno ganó las elecciones… El ser ganador de una elección no es razón suficiente para imponer o excluir el interés de otro, y menos de un pueblo entero. Y si recuerdo Bagua, es lo mismo. Los congresistas se sentían con derecho a dar las leyes que les daba la gana y a dejar que el Ejecutivo haga lo que quería. Cambiaron una ley orgánica que no se podía cambiar sin debate porque desde el origen de las democracias, las leyes se debaten antes de serlo. El ciudadano sabe cuándo una ley lo afecta y si esta es igualita a una que daría un gobierno militar, esto no se puede hacer.
Es ya una costumbre otorgarle facultades al Ejecutivo No es solo una costumbre, es parte de una manera de gobernar en donde se cree que la victoria electoral da licencia para matar y no es así. Un gobierno democrático es aquel en donde debe haber balance de poderes, consultas, etc. En Conga es legítimo el interés del presidente regional, de las comunidades y de la empresa. Yo debo encontrar canales para concertar. No es que yo entro a ciegas y ordeno que se haga. A mí me interesa que reflexionemos sobre la manera de gobernar.
¿Por qué si uno llega a Palacio con un discurso de izquierda termina gobernando desde la derecha? En el plano estrictamente institucional, una respuesta es que la segunda vuelta está mal planteada. Nadie me ha dicho que porque un gobernante es elegido con el 50% más uno de los votos va a ser mejor que otro que sea elegido con el 40%. Hay países que dejan la cosa en 40 o 42%. El Perú la dejaba en 33% en la carta del 33. Además la segunda vuelta es una institución importada que cuando se da en Francia ocurre dentro de un conjunto de elementos que no hay en Perú. (Aquí) el presidente que gana en segunda vuelta siempre está en minoría en el Parlamento. La segunda vuelta no significa un pacto en el Congreso, pueden estar quitándole su apoyo (a los ganadores) al día siguiente. Más sensato me parece lo que había antes, que los partidos se alíen en el Congreso y elijan al presidente y que eso sea sometido a ratificación popular. Porque si eligen a uno impopular, el pueblo dirá no y entonces habrá nuevas elecciones.
Bueno en una elección también hay un cruce de ‘poderes’ que luchan entre sí… Efectivamente, los poderes fácticos hoy día significan que – en este mundo globalizado – los capitales se mueven con una facilidad enorme y entonces llega un gobierno y le dicen “o haces lo que quiero o me voy”. La Cerro de Pasco (empresa minera del siglo XX) no podía hacer eso. Hoy día todos juegan a un ‘ping pong’ con tarjetas, internacionalmente, y tu economía se puede hundir. Además sería importante que los candidatos fueran más sinceros. No solo deben decir en campaña lo que el elector quiere oír sino también lo que se puede y no hacer.
El discurso del ‘agua y oro’… En Cajamarca se dijo ‘agua u oro’ y después se dice ‘agua y oro’. Mire yo estoy más de acuerdo con que sea ‘agua y oro’, porque estamos en un país minero y no creo que el Perú pueda renunciar a esto, pero sí debe decirse que la minería no puede ir contra el ser humano, el ambiente, y por tanto exijo reglas de juego. Ahí se negocia. No hay democracia sin negociación.
Lo que se menciona en el libro es que el Perú es una república pero varios de sus mecanismos no son propios de esta condición… La cultura política no es la republicana, sino mire a usted como todos los funcionarios tratan de distinguirse del ciudadano común y corriente. El presidente tiene su banda (presidencial), el congresista también, el juez igual, el presidente regional, etc. Otros usan sus medallas. Es decir, nadie quiere ser como la gente de a pie. Lo republicano era un contraste de los nobles y aristócratas, porque eran gente que se vestía normal y no con ‘chirimbolos’. En la sencillez se mira el orden (existente).
En la última elección presidencial, cuando PPK, Toledo, Castañeda tenían un bajo porcentaje, muchos les reclamaban unirse para ir en un frente democrático. Esta poca capacidad para concertar durante una campaña no es algo nuevo. En su libro hay varias historias parecidas. La dispersión tiene como origen la ‘simultaneidad perfecta’ que vive el Perú. Los presidentes quieren forzar la mayoría absoluta en el Congreso y eso lleva a que cualquier partido, aunque aspire solo a tener un poco de parlamentarios, debe tener candidato presidencial. ¿Cómo resolvemos esto? Distanciando un poquito la elección presidencial de la congresal.
Sí hay más acuerdos cuando se trata de ir al Congreso. Ahí sí se dan alianzas. Jorge Basadre decía ‘en el Perú todos los enemigos terminan aliados’. Pero yo no he visto muchos enemigos que gobiernen. Acá se alían para meter gente al Congreso. El ‘sancochado’ llega al Parlamento y ya no es eso, sino la papa por acá, el camote por allá y la zanahoria por otro lado. De eso no se trata. Yo creo que si se forma una alianza electoral para llegar al Congreso, debe establecerse que si un congresista se aleja de la misma pues tendrá que ser vacado.
Yehude Simon, que entró por la alianza de PPK, votaba diferente a su grupo diciendo que lo hacía “por sus convicciones personales”… Las convicciones personales en un parlamentario son importantes, pero uno es elegido representando a una opción política.
¿Cuál fue el momento más dramático en relación a la poca capacidad de concertación durante una campaña? En 1995. Frente a la dictadura de Fujimori logramos lanzar a una personalidad mundial como Javier Pérez de Cuéllar. Lo lógico era que los partidos fueran en una sola lista con él. Eso hicimos en el Movimiento Nueva Izquierda y por eso perdimos la elección. ‘A la hora de los loros’ cada uno quería tener su candidato para tener más opciones. El momento donde había que dar una imagen de unión, no se dio.
¿Casi 40 años después, la reforma agraria fue una buena idea pero mal ejecutada por Velasco? ¿Qué hubiera pasado si Sendero Luminoso aparece antes de la reforma agraria? Sendero apareció en un agro de campesinos pobres. Colgaban al alcalde y mataban al campesino por tener dos ovejas más. Si en vez de hacer esto con ellos, lo hubieran hecho con uno de los gamonales, se hubieran convertido en un movimiento de masas. Los militares hicieron la reforma agraria no por miedo a Sendero porque ni existía, la hicieron por miedo a la revolución cubana, a las guerrillas, por temor a Hugo Blanco (…) Lo ocurrido me hace recordar una cosa. Los militares son especialistas en destruir objetivos. Liquidaron el orden viejo, destruyeron el agro precapitalista. Por eso es que no pudieron evitar que en Lima se inundaran las calles de ambulantes y los cerros de viviendas. Ellos nunca tuvieron una manera de construir políticamente.
Muchos tienen a Fernando Belaunde como un referente democrático de la historia del Perú, pero él tampoco fue capaz de formar un partido político alejado del caudillismo. Fue un demócrata. Gobernó respetando las reglas democráticas y eso lo hizo ser muy débil en el reformismo que propugnaba y efectivamente su visión de la política está marcada por la cultura política peruana. Por eso él invocaba a Piérola. ¿Quién era el secretario general del partido de Piérola? Su hijo. Esa visión no es originaria de Belaunde, sino atraviesa la historia política peruana.
Está el caso del Apra también… Quizás ahí la gran diferencia son las décadas de persecución y exclusión, pero es un partido con jefe. Haya fue jefe y Alan García es jefe. Tan jefe se siente que quiere que lo elijan por tercera vez. Ni en Estados Unidos ha ocurrido eso. Mauricio Mulder se molesta cuando dicen que el Apra es solo Alan García. En su libro usted hace referencias a la contradictoria historia de esta opción política
¿Cuál ha sido la evolución del Apra en 90 años? Siempre se ha hablado de la escopeta de dos cañones. Sí hay una evolución del partido. Comienza en la izquierda, se distingue claramente de la izquierda del partido comunista y luego también relativiza sus orígenes marxistas. El Apra siempre fue el gran partido antioligárquico, aunque luego renuncian a eso. Lo hacen porque se percatan de que si no pactan con ellos no podían salir de la ilegalidad (…) Muchos años después, Haya muere y sobrevive el partido. Ponen un nuevo líder cuyas relaciones con los demás son parecidas a las de su predecesor. Haya nunca dejó llegar arriba a Seoane. Yo estoy seguro que a Del Castillo tampoco lo dejarán. A veces parece que se siente muy bien en ese rol y que los dirigentes se acostumbran a ser líderes de un partido con jefe.
¿Desde cuándo hasta cuándo fue una dictadura el gobierno de Fujimori? El único período de dictadura fue del 5 de abril de 1992 hasta la instalación del Congreso Constituyente Democrático (CCD). Ahí se convierte en un régimen autoritario, autocrático. Otros (Levistky) hablan de autoritarismo competitivo pero para eso tendría que haber algún tipo de competencia. ¿Qué competencia hubo más que para la minoría que no podía decidir en el Congreso? Lo único que se podía hacer era escándalos. Yo lo hice, porque llevé el caso La Cantuta, que lo querían llevar al archivo. Se formó la primera comisión investigadora, y luego pasó lo que ya todos conocen.
A pesar de las denuncias, de lo comprobado y de las sentencias dadas, el fujimorismo llegó a tener 48% en la última elección presidencial. ¿Cómo se explica esto con la ciencia política? Si yo tengo el monopolio de los medios de comunicación, si he comprado a los canales como se hizo. La gente creía que se hacía una escuela por día. En la captura de Abimael Guzmán solo se daba la versión del gobierno. Nadie decía que el GEIN hizo el trabajo desde hace mucho. Todas las mentiras que comenzaron con el ‘bacalao’ se las metieron a la gente a través de los medios. Así formas opinión pública.
¿Y hasta cuándo va a durar esta imagen de la que usted habla? Bueno lo que hoy existe son saldos de toda dictadura. Hoy, gente sencilla, gente desinformada, que prefiere vivir la desinformación y se acuerda de que le regalaron un polo o alimentos.
En su libro mencionan una serie de reformas políticas pero hoy hablamos más de la Ley Nadine y cosas así. ¿Hemos retrocedido en el debate político? En las constituciones del Perú siempre se ha puesto que los familiares directos no pueden postular. Cada país tiene su tradición que está compuesta por agravios, miedos, experiencias; entonces aquí eso es serio y lo es porque Humala aceptó públicamente a que no iba a gobernar sino un mandato. Oiga y yo no me meto en cama de nadie ni confundo la chismografía limeña con el análisis político. Nunca he hablado de la pareja presidencial, más aún porque creía que con Nadine había una reacción machista, pero por eso mismo me parece que ella no puede ser candidata (ahora). No discuto en absoluto su rol de primera dama, y si quiere presentarse en 2016, que lo haga. Pero ojo, no es un tema constitucional. La Constitución no es la única ley. Lo que no entiendo es cuando algunos dicen “si no está en la Constitución entonces sí puede postular”. A mí me parece que eso es un análisis oportunista. Una norma puede estar en la carta magna o en una ley orgánica. Lo que sí me parece es que éticamente esa postulación ha sido negada cuando se buscó llegar a la presidencia. La democracia es alternancia.
Si tuviera que elegir un momento de su vida política que recuerde con más cariño, ¿cuál sería? ‘La Marcha por la Paz’ fue el único momento en que hubo confluencia de todos para decirle ¡basta! a Sendero Luminoso (SL). Triunfó la vida. Eso fue una movilización que nunca antes vio Lima, y después tampoco. Nadie pudo decir que los ciudadanos no derrotamos políticamente a SL. Luego de ese día ellos no pudieron invocar que eran un movimiento popular. Ellos generaron terror y muerte; y nosotros los enfrentamos. Democracia es también eso. Frente a los peligros hay que unirse.
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