La ceremonia del adiós comenzó el 28 de julio y durará todo un año. Conviene no mirar mucho las cifras, pues este gobierno comenzó por cambiar el INEI, poner a un “caserito” al mando y enjuiciar al anterior. Si el perro del hortelano iluminó la prepotente y equivocada actuación en el “baguazo”, lo que acaba de terminar en el Cusco no es sino más de lo mismo, con mejor manejo de coyuntura y nada más.
Los peruanos sabemos que este gobierno nos niega el derecho a tener una política pública, como la energética, discutida y debatida, como debe ser. Solo actúa cuando la violencia lo jaquea. Es increíble que solo tras los actos de protesta y violencia el Gobierno se diera cuenta de que allí, donde está el recurso natural, el balón de gas costaba 55 soles mientras en Lima 33. ¿Qué lugar tienen esos ciudadanos en esa política pública? El mismo que los de Bagua, cuando el presidente escribía enrostrándoles el perro del hortelano. Pocas veces la soberbia en política ha sido tan nefasta.
Pero muchos peruanos más sentimos que, en esta y otras materias, somos la última rueda del coche porque se informa poco y con poco respeto por la verdad, porque no se consulta y al que se queja se le insulta. Muchos políticos se llenaron la boca hablando del gas y creando grandes expectativas. Camina a paso firme la exportación y a paso cansino —lento entre los lentos— la atención del consumo interno. En los días en que salían los primeros embarques al exterior tuve que ir de Miraflores a Chorrillos para conseguir un balón de gas.
Pero este gobierno deja problemas mayores a pesar de que recibió la mesa servida en la economía. La corrupción corroe nuestra institucionalidad e impide que esta se democratice. Ningún Congreso ha dado tantas muestras de corrupción como el actual. El partido de gobierno se convirtió en un promotor insigne de vientres de alquiler aprovechando la inconsistencia de las bancadas de oposición. Aplicó además la línea de su jefe: el régimen de Alan García ha sido el gobierno aprista aliado al fujimorato tanto en la plancha presidencial como en las directivas del Congreso. Con estos medios logró poner candados a los mecanismos constitucionales de control que tiene el Parlamento. Esta es la historia principal, lo de la señora Canchaya, la “robaluz”, el “comepollos” o el “mataperros” es la anécdota. El escándalo se armó con los “petroaudios” que no son fruto de fiscalización del Congreso sino de un acto delictivo. Vimos que la viuda de un dirigente centroamericano de la internacional socialista a la que pertenece el PAP podía sacarle citas al presidente García, que este delegaría en sus ministros y estos —más papistas que el Papa— visitarían a Canaán, el empresario lobbista, en su suite y hablarían de concesiones petroleras y de hospitales. No avanzan los juicios y los candados corruptos puestos al Parlamento impidieron el control político. Un Poder Judicial que avergüenza a todos con el trato dado a casos de narcotráfico de los Sánchez Paredes y Valdez no se puede arreglar con un presidente que está sondeando ser candidato a la Presidencia de la República, algo inaudito. ¿No se le ocurrió peor momento para ese antojo? Pero este magistrado que firma por Cipriani, a pesar de que en su entidad se ventila la controversia con la PUCP, no solo está mostrando que se asocia con el poder actual. Está indicando que la crisis exige separar planos, algo que no comprenden.
Dejo para el final el discurso troglodita del ministro Rey y su pretensión de convertirlo en reglas que reinstalen la impunidad para los militares enjuiciados por violación de derechos humanos, retrocediendo en lo que hizo la transición. La entrevista hecha por El Comercio a Diego García Sayán es esclarecedora. No ha convencido a muchos Rey con su macartismo a ultranza.
Necesitamos un cambio que enfatice el respeto por las reglas del juego o instituciones sin las cuales la corrupción se desbandará. Sigue leyendo