Archivo de la categoría: Artículos

¿Qué necesitamos como país al 2016?: Prioridades para la agenda de gobierno 2011-2016

El Comercio

Comienzan a pesar fuerte algunas prioridades que necesitamos debatirlas antes de la campaña. Propongo seis temas que ni son exclusivos ni cubren todos los campos.

Debemos enfrentar con eficacia al narcotráfico. El congresista Waisman llamó la atención en El Comercio y debemos mirarnos en el espejo de México ya. La producción, transformación y tráfico han crecido al igual que los crímenes que causa.

Combatir la corrupción en el gobierno y en la sociedad es una prioridad indiscutible. No es solamente cuestión de discursos y pactos. Hay sistemas internacionalmente probados que podríamos aplicar y hay que revisar varios candados que han puesto a mecanismos institucionales que por eso no funcionan. Pero en la sociedad hay una batalla pendiente que requiere prioridades en la prensa y el sistema educativo nacional. La crisis de valores no nace del Estado sino de la sociedad.
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El pacto corrupto del Apra y el fujimorismo: Un pésimo ejemplo para la ciudadanía

El Comercio

Es un escándalo y un pésimo ejemplo para la ciudadanía lo que han mostrado las fotos contundentes sobre las visitas masivas que recibe el delincuente Alberto Fujimori, condenado por delitos de corrupción y lesa humanidad. El trato que le dispensa el gobierno aprista viola la ley y el régimen igualitario que debe darse a todo preso y lo convierte en actor importante de la campaña electoral de su hija. El autócrata de ayer tiene la osadía de mostrar los restos de su poder para seguir engatusando a ciudadanos ingenuos o equivocados. Pero este es solo el último escándalo.

El Partido Aprista blindó en el Parlamento al fujimorista Raffo impidiendo que el Poder Judicial lo procese por un acto de corrupción que surge de la entraña de Montesinos asaltando el presupuesto público. No es el único caso, pero sí el más grave, y tratando de confundir a la gente lo mezclaron con el del congresista abusivo que mató a un perro, algo que rechazo, pero no puedo comparar con la corrupción. Estos escándalos no son casualidad y solo se explican por el pacto producido entre Alan García y el fujimorismo que ha terminado caracterizando todo su gobierno. Tenemos registradas las votaciones de la bancada fujimorista apoyando al Apra en los momentos de necesidad que cualquier analista objetivo tomará en cuenta. Estos hechos escandalosos por corruptos son parte del pago que reciben por ese apoyo. Es obvio que el pacto no podía incluir la sentencia de dos instancias supremas a Fujimori porque Alan García y su partido no tenían manera de intervenir en ellas y estuvieron blindadas por el propio Poder Judicial. Pero en cambio sí entran en la lógica de este pacto el indulto a Crousillat y el debilitamiento de los mecanismos para la lucha anticorrupción cuyo efecto terminará siendo la prescripción de procesos judiciales a muchos de los implicados. Como de imágenes se hace mucho en política ya contamos dos casos de corruptos que amenazan con enjuiciar a quienes los señalaron como tales, uno de ellos en carta dirigida desde la prisión al presidente del Congreso.

Al principio se podía pensar que los hechos de este gobierno provenían de que Alan García no estuvo aquí en la larga noche del fujimorato, cuando su partido fue parte del esfuerzo multipartidario por recuperar la democracia. Elegir sus dos vicepresidentes de esta cantera, el desgano inicial ante el proceso que terminó trayendo al autócrata y el trato preferencial mientras era solo un inculpado podían entenderse. Fue más difícil de entender el permiso para la boda de su hija que solo puede otorgarse si a todos los casos similares se les permite lo mismo y lo similar no proviene del cargo que ocupó para delinquir desde él. Ciertamente, muchos recordarán que fueron los votos del fujimorismo los que archivaron el informe de la comisión investigadora de la masacre de los penales salvando a Alan García.

Llegamos al último año del gobierno aprista con una sucesión de escándalos de corrupción que hacen crisis en el Partido Aprista y que han afectado todo el gobierno, pero especialmente —por sus funciones de control incumplidas— al Parlamento. En este hay responsabilidades compartidas, pero la mayor es la del partido de gobierno. Muchos ciudadanos miran con desilusión las instituciones democráticas por este festín de escándalos que ocurren porque tener poder para estos políticos es colocar candados para que no se enjuicie al corrupto, no se acuse constitucionalmente al responsable de una barbaridad y no se censure al ministro que mete la pata incluso causando escándalo ético o, ahora, para lucirse como poderoso aun estando en infamante prisión. Se está haciendo escarnio y burla de las instituciones, como se ha vuelto a confirmar en el Caso Barba, que usa la inscripción de su partido burlándose de la ley a vista y paciencia de un Jurado Nacional de Elecciones que está pintado en la pared y de partidos políticos que no defienden su decoro y por eso no denuncian este caso de corrupción. La pregunta de fondo es si no estará construyéndose para superar el 2011 un fujimorismo sin Alberto Fujimori que enlace al desgastado partido de Alan García con Kouri y con la amalgama de la corrupción que tiene tantos exponentes alimentados desde el fujimorato. Sigue leyendo

El pacto corrupto del Apra y el fujimorismo: Un pésimo ejemplo para la ciudadanía

El Comercio

Es un escándalo y un pésimo ejemplo para la ciudadanía lo que han mostrado las fotos contundentes sobre las visitas masivas que recibe el delincuente Alberto Fujimori, condenado por delitos de corrupción y lesa humanidad. El trato que le dispensa el gobierno aprista viola la ley y el régimen igualitario que debe darse a todo preso y lo convierte en actor importante de la campaña electoral de su hija. El autócrata de ayer tiene la osadía de mostrar los restos de su poder para seguir engatusando a ciudadanos ingenuos o equivocados. Pero este es solo el último escándalo.

El Partido Aprista blindó en el Parlamento al fujimorista Raffo impidiendo que el Poder Judicial lo procese por un acto de corrupción que surge de la entraña de Montesinos asaltando el presupuesto público. No es el único caso, pero sí el más grave, y tratando de confundir a la gente lo mezclaron con el del congresista abusivo que mató a un perro, algo que rechazo, pero no puedo comparar con la corrupción. Estos escándalos no son casualidad y solo se explican por el pacto producido entre Alan García y el fujimorismo que ha terminado caracterizando todo su gobierno. Tenemos registradas las votaciones de la bancada fujimorista apoyando al Apra en los momentos de necesidad que cualquier analista objetivo tomará en cuenta. Estos hechos escandalosos por corruptos son parte del pago que reciben por ese apoyo. Es obvio que el pacto no podía incluir la sentencia de dos instancias supremas a Fujimori porque Alan García y su partido no tenían manera de intervenir en ellas y estuvieron blindadas por el propio Poder Judicial. Pero en cambio sí entran en la lógica de este pacto el indulto a Crousillat y el debilitamiento de los mecanismos para la lucha anticorrupción cuyo efecto terminará siendo la prescripción de procesos judiciales a muchos de los implicados. Como de imágenes se hace mucho en política ya contamos dos casos de corruptos que amenazan con enjuiciar a quienes los señalaron como tales, uno de ellos en carta dirigida desde la prisión al presidente del Congreso.

Al principio se podía pensar que los hechos de este gobierno provenían de que Alan García no estuvo aquí en la larga noche del fujimorato, cuando su partido fue parte del esfuerzo multipartidario por recuperar la democracia. Elegir sus dos vicepresidentes de esta cantera, el desgano inicial ante el proceso que terminó trayendo al autócrata y el trato preferencial mientras era solo un inculpado podían entenderse. Fue más difícil de entender el permiso para la boda de su hija que solo puede otorgarse si a todos los casos similares se les permite lo mismo y lo similar no proviene del cargo que ocupó para delinquir desde él. Ciertamente, muchos recordarán que fueron los votos del fujimorismo los que archivaron el informe de la comisión investigadora de la masacre de los penales salvando a Alan García.

Llegamos al último año del gobierno aprista con una sucesión de escándalos de corrupción que hacen crisis en el Partido Aprista y que han afectado todo el gobierno, pero especialmente —por sus funciones de control incumplidas— al Parlamento. En este hay responsabilidades compartidas, pero la mayor es la del partido de gobierno. Muchos ciudadanos miran con desilusión las instituciones democráticas por este festín de escándalos que ocurren porque tener poder para estos políticos es colocar candados para que no se enjuicie al corrupto, no se acuse constitucionalmente al responsable de una barbaridad y no se censure al ministro que mete la pata incluso causando escándalo ético o, ahora, para lucirse como poderoso aun estando en infamante prisión. Se está haciendo escarnio y burla de las instituciones, como se ha vuelto a confirmar en el Caso Barba, que usa la inscripción de su partido burlándose de la ley a vista y paciencia de un Jurado Nacional de Elecciones que está pintado en la pared y de partidos políticos que no defienden su decoro y por eso no denuncian este caso de corrupción. La pregunta de fondo es si no estará construyéndose para superar el 2011 un fujimorismo sin Alberto Fujimori que enlace al desgastado partido de Alan García con Kouri y con la amalgama de la corrupción que tiene tantos exponentes alimentados desde el fujimorato. Sigue leyendo

Luces y sombras: Los resultados del alcalde Castañeda

Luis Castañeda Lossio mostró su capacidad ejecutiva desde el comienzo de la década del 80, cuando fue responsable de la reubicación de los vendedores ambulantes en Polvos Azules con el alcalde Orrego, y lo confirmó con el alcalde Barrantes cuando se hizo cargo de Emape, la primera administradora del peaje invertido en obras. Fue entre 1980 y 1986 regidor metropolitano elegido por Acción Popular y lo hizo muy bien.
En los años 90 su capacidad ejecutiva lo llevó al IPSS y al error político de asumir un cargo dentro de la autocracia fujimorista. Fueron pocos los políticos que optaron por el autócrata, pero muchos los profesionales y los empresarios que lo hicieron. Lo pagó caro en los años finales, cuando los siameses Fujimori y Montesinos lo atacaron sin piedad para dañar su candidatura presidencial.
Hay varios ejemplos similares en la historia, pero el mayor sigue siendo el de Pedro Beltrán, quien tras apoyar activamente el golpe de Odría contra Bustamante y ser su presidente del BCR terminó en prisión. En las autocracias se obedece sin dudas ni murmuraciones.
Los ciudadanos tenemos que preguntarnos por qué este alcalde —casi mudo— tiene una enorme aprobación en Lima, aunque esté descendiendo. No tengo duda de que las obras que viene haciendo llegan a mucha gente. El Metropolitano, la más importante y la causante de su crisis actual, puede ser emblemático signo de la incapacidad de nuestra clase política en el siglo XX. Estamos llegando a 50 años sin un transporte rápido masivo, porque hace 50 años que enterraron los tranvías y los reemplazaron por nada. El vacío lo llenaron los caóticos microbuses. El Metropolitano es la primera obra que ya podemos ver, aunque no usar.
A todo meter Alan García compite con su tren fantasma (el mismo que impuso sin financiación ni trazo técnico para sacar a Barrantes de la alcaldía en 1986), en un tramo casi similar de Lima sur al Centro de Lima que no sabemos si esta vez se ha sincronizado en un solo plan.
Pero hay otras obras de Castañeda que impactan. Me han hablado del parque Sinchi Roca. Por mi nieto Valentín, quien dijo “agua” antes que “mamá” y porque lo repite sin cansarse, conocí los juegos de agua, luces y preciosa música en el Cercado y corregí mi errada impresión de que era un dispendio porque vi personas de todas las clases sociales gozando de un espectáculo de primera y al alcance de todos; verdadero servicio público.
El alcalde Castañeda merece el reconocimiento ciudadano por hacer obras que llegan a muchos peruanos que viven en Lima y enfrentan necesidades vitales que con tanta estrechez de miras otros se han negado a priorizar. Pero sería un error no advertir que hacer obra pública no es igual que gobernar.
El cargamontón de hoy y la sospecha creciente sobre su gestión lo demuestran. Todo político tiene que vivir en comunicación con la ciudadanía y solo es estadista el que combina eso con la mirada puesta más allá de la coyuntura. Un gobierno necesita uno y más ejecutivos, pero la cabeza tiene que vivir pendiente de las relaciones con todos porque gobernar en democracia es, al fin de cuentas, administrar libertades y derechos que usamos y exigimos de manera contradictoria los ciudadanos, deliberando cara a cara unas veces, y a través de los medios de comunicación siempre. Por no hacerlo, Castañeda enfrenta en estos días la sospecha casi sistemática de muchos interlocutores. Eso puede ser incentivado por sus envidiables resultados en las encuestas, pero no sería esta la situación si hace tres o cuatro años, cada vez que se ampliaba el presupuesto de la obra o se corregía el proyecto inicial, se hubiese debatido, comunicado, deliberado públicamente en el concejo, con la presencia en los medios. No es un problema solo de comunicadores profesionales, es que la ciudad y el Gobierno Nacional requieren del ejercicio de un liderazgo democrático, algo que no se hace con ladrillo y cemento.
Los 90 fueron, en frase de Carlos Iván Degregori, los años de la antipolítica. Probablemente influyeron en las opciones del alcalde Castañeda que siempre declara que no tiene tiempo para lo esencial de la función de todo político en democracia. Esa atención es fundamental para que el liderazgo en la política ayude a integrar una sociedad con tantas fuerzas centrífugas.
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Humala pide vacancia de García: Le pagaron con la misma moneda

El Comercio

Ollanta Humala pidió la vacancia por incapacidad moral del presidente García tras los luctuosos sucesos del sur. Mal gesto si es un demócrata, porque el presidente no es el responsable político de la incapacidad de su ministro del Interior que, otra vez, es solo un ministro de policía, incapaz de poner la política y la negociación antes de los hechos violentos. Pero, sobre todo, porque no se trata de la gravedad que tuvo el único precedente de aplicación de este artículo constitucional.

Fui parte del Congreso que abrió la transición política declarando la vacancia del autócrata que se fugó del país aprovechando un viaje oficial y renunció desde Japón sin que siquiera sus ministros —responsables políticos de sus actos— refrendaran o estuvieran con él. Le ahorramos a un país traumatizado por el maltrato cobarde de su primer mandatario, la crisis y el debate sobre si esa renuncia sin referendo ministerial era válida o si su presencia no autorizada en Japón era un abandono de cargo.

La vacancia por incapacidad moral permanente no es un recurso ordinario, utilizable en cualquier conflicto político. La democracia es la ciencia y el arte de los límites y eso no lo ha comprendido Ollanta Humala. Pero tampoco lo comprendió García ni el Partido Aprista. Por eso hoy sostenemos que le han pagado con la misma moneda al actual inquilino de Palacio.

Contaré una anécdota que ilustra lo que digo. Al finalizar enero del 2004, acabando la legislatura ordinaria y siendo presidente del Congreso recuperé la vieja costumbre de declarar clausurada la legislatura antes de concluir la última sesión. No se había hecho en los años precedentes. Es una fórmula simple que no toma más de dos minutos pero conlleva algo importante: el presidente del Congreso ya no puede ampliar la legislatura. Yo ya lo había hecho desde el 15 de diciembre hasta finalizar enero. Quedaba un mes y era mejor para los congresistas y para el país que no sesionara el Congreso. Yo tenía sospechas, pero no seguridades de que me querían obligar a ampliar la legislatura. Al día siguiente decidí descansar, no fui al Congreso ni pedí el carro oficial. Pero en la tarde me llamó el presidente Toledo y hasta me envió un auto a recogerme. Llegué a Palacio y lo encontré con el almirante que dirigía el órgano de Inteligencia. Me enseñaron una moción firmada por buena parte de la Célula Parlamentaria Aprista que pedía su vacancia por incapacidad moral y base para que me reclamaran ampliar la legislatura para ese tema. Oralmente me dijeron que hubo una reunión con gente de Unidad Nacional, aunque no estaban sus firmas. Pero tuve en mis manos la moción aprista.

Mi respuesta los hizo reír. Me disculpé por no poder servirlos, les conté que había perdido la facultad de ampliar la legislatura que me podía exigir un número mucho menor de parlamentarios (72) que los necesarios para exigir al presidente una legislatura extraordinaria (80). Me retiré preocupado pero satisfecho.

Es que desde el año anterior, García concluyó que todo apoyo al Gobierno que hacía operativa la transición lo afectaba en sus posibilidades electorales. Por eso sabotearon la reforma constitucional que con el vigoroso esfuerzo de Jorge del Castillo empujamos y por eso rompieron la mesa directiva concertada que dos veces encabezó Carlos Ferrero en gestión leal con los opositores.

En ese momento era importante afirmar la institucionalidad democrática, tan débil, y salir de la autocracia por caminos constitucionales y no por otro golpismo. El Partido Aprista tiene deudas democráticas con la historia en esta etapa y en el primer gobierno de Belaunde que sus dirigentes deberían evaluar con sinceridad, indispensable para la autocrítica. Es valioso un partido que hace oposición, deja de serlo cuando la mira particular se antepone al interés nacional y democrático. Eso ha ocurrido en estas etapas y yo puedo decirlo cara a cara porque me he negado siempre a hacer antiaprismo y a excluir. Los peruanos necesitamos un Partido Aprista que sea un pilar de democracia junto con otros. Así no lo va a ser.

Nunca acepté que se trate a Humala como un candidato antisistema ni creo que lo ha sido. Pero esta crítica lo incluye. No se puede aceptar que para el opositor “todo vale” y tiene razón en indignarse por los muertos de esta reciente violencia, pero centremos el tema donde debe estar: el Gobierno tiene el deber de prever y una toma como esta en las carreteras no puede ser sorpresa para ningún gobierno mínimamente eficiente. Se actúa en el momento y se minimiza la violencia. Más aun, el Ministerio del Interior tiene que ser una estructura de comunicación y diálogo con el país y no un simple ministerio de policía. La policía actúa después y apoya; actúa a tiempo no cuando las masas se han instalado. Lo ocurrido muestra una vez más que no existe ni inteligencia ni dirección política. Pero no agreguemos a las fallas del Gobierno una masacre institucional. Yo apliqué una sentencia del TC que exigía votación calificada para la vacancia presidencial, corrigiendo un error de los fujimoristas que afectó al autócrata. Protestaron los apristas tras perder la votación porque creían ayer como hoy que solo vale la regla cuando les conviene. Pero hoy eso salva a García de la acusación de Humala. ¿Entenderán alguna vez las reglas del juego? Sigue leyendo

La fuga del protegido del presidente: La amenaza de la corrupción

El Comercio
Era previsible que fugara y fugó por segunda vez. A pesar del clamor nacional, el presidente García demoró tanto en revocar el indulto que escapó en cuanto un fiscal comenzó a citarlo y volvió a evadir su deber. El Comercio puede recordar al país que al segundo día del indulto —el 13 de diciembre— editorializó llamando “injustificable y vergonzoso indulto” a esa decisión presidencial. Al cerrar el año escribí en este Diario —28 de diciembre— que “los corruptos pueden celebrar”. Pero son palabras de simples ciudadanos, y eso a los poderosos no les importa.

Crousillat desafió a todos, mostró su buena salud paseándose por todas partes y pretendió recuperar el canal de TV cuya línea vendió al fujimorato amenazando a sus legítimos propietarios. Estos reaccionaron informando —que es lo que saben hacer— y el ministro Pastor los amenazó con una increíble exigencia de una comisión investigadora congresal. La rápida retirada del jefe del Gabinete, que dejó sin piso al ministro, no desaparece los hechos ni las presumibles intenciones. Una vez más, cuando se tolera la corrupción, esta afecta la institucionalidad democrática: es sistémica o estructural y nos reitera circularmente sus efectos.

Es penoso el papel del ministro Pastor, pero voy a hablar en su favor. No creo ser su amigo, porque la vida no me ha dado tiempo para tener muchos amigos, la mayoría fueron compañeros de trabajo, y los sentí amigos mientras hubo ese trabajo. Lo conozco como un parlamentario correcto, capaz y esforzado. Fue vicepresidente de una de las comisiones de Constitución que presidí y lo hizo bien. Ha sido un pésimo ministro y, aunque me consta que estuvo comprometido en la acción de la transición contra la corrupción y el fujimorato —como Jorge del Castillo—, ha hecho todo lo contrario en su gestión ministerial, desactivando las procuradurías anticorrupción, entre otros antecedentes de este desaguisado. Tengo una explicación que no le puede gustar, y es la extrema debilidad ministerial en nuestro sistema constitucional. Sostengo que los ministros solo lo son entre nosotros cuando le dicen “no” al presidente y los que lo hacen pierden de inmediato el cargo.

Tengo razones suficientes para afirmar que Alan García no fue parte de los que luchamos por una transición democrática, sino el beneficiario de ella, estaba fuera del país. Ha actuado en consonancia con eso desde la formación de su propia plancha presidencial: uno viene del partido de Kouri y la otra de la familia que produjo un tránsfuga en el 2000, al margen de sus calidades personales y profesionales, porque en política no hay ingenuidades.

Desde allí comienzan las jugarretas que han abierto cancha a la corrupción que esperábamos haber sacado del Estado y que se produce no solo al manejar dinero y afecta la institucionalidad democrática. Frente a eso Pastor ha sido un ministro débil que pienso está en esta situación por obedecer al presidente. Ojalá acepte la interpelación para que las instituciones sean la salida y la ciudadanía saque las lecciones, y ojalá su juventud le haga mirar lejos y saber que no es un delincuente y que los errores políticos tienen correcciones posibles.

La corrupción ha avanzado mucho y la respuesta debemos darla los ciudadanos en las urnas sin tolerar corruptos o sospechosos de serlo en ningún nivel. En el Parlamento han tenido altos cargos personajes enjuiciados por corruptos, el Poder Judicial tiene una escandalosa deuda con el país en el caso de los “petroaudios” y el Consejo Nacional de la Magistratura acaba de escandalizar a todos, mientras el Tribunal Constitucional debería tener vergüenza de su sentencia sobre el Caso Chacón, a quien los ciudadanos podemos señalar como corrupto sin que un juez pueda liberarlo o condenarlo.

La hija del condenado por crímenes de lesa humanidad sigue de candidata y Kouri, el inefable asesor de Montesinos, pretende ser alcalde de Lima. Entendámonos, no odio a nadie por principio, pero la política tiene que salir del lodazal que hemos vivido o seguiremos viendo hasta en la vida privada la destrucción de valores fundamentales.

Felizmente la política no es la única dimensión de la vida ni la única manera de servir a los demás, lo digo ahora que ya no sirvo en ella. Dejemos ese lugar a los que no tengan estos problemas. Sigue leyendo

Blindar las instituciones: A propósito del escándalo del CNM

El Comercio

La corrupción en el Perú es sistémica y está afectando instituciones políticamen- te centrales. La economía de la corrupción tiene cifras espeluznantes —sin incluir las del narcotráfico— que ya historiadores desde el exterior vienen registrando para comparar, como lo demuestra un reciente artículo del doctor José Távara.

Pero nuestra vida cotidiana está remecida por la corrupción institucional que alcanza niveles cada vez mayores. Una vez es el Congreso, otras el Poder Ejecutivo, diversos jueces y fiscales o el Tribunal Constitucional. Ahora el Consejo Nacional de la Magistratura acapara los titulares.

Las fallas en el último concurso para fiscales supremos no son técnicas sino políticas y éticas, llueven sobre mojado.

No fue un retroceso sino un avance que jueces y fiscales no sean designados por el Gobierno o los parlamentarios. No pueden ser cargos “de favor” aunque muchos políticos quieren que sigan siéndolo. En dos peldaños —las constituyentes de 1978 y de 1993—, la designación de jueces y fiscales salió de manos del Ejecutivo y del Legislativo, y pasó al CNM. Fujimori impidió esta reforma mientras pudo y tiene por eso pocos años operando.

A muchos abogados irrita que se haya permitido que otros profesionales elijan a jueces y fiscales, pero no podemos aceptar que un gremio profesional se adueñe de un poder del Estado. Esta reforma coincidió con un largo proceso que ha deteriorado —éticamente hablando— a los colegios profesionales y a las universidades. Una falacia propia del simplismo de los 90 pretendía asociar la corrupción a los políticos y excluir de ella a los independientes, a los apolíticos, a los profesionales, etc. Yo invito a ver los “vladivideos” (que editamos en prolija biblioteca sobre la corrupción, que el actual Congreso no reedita porque a sus directivos de hoy no les gusta). Allí se convencerán de que la corrupción no tiene límites ni casilleros, se desarrolla donde y cuando se lo permiten las reglas del juego, la falta de fiscalización o la tolerancia de los actores, esa tolerancia que El Comercio acaba de invocarnos a terminar.

Si la más sencilla definición de lo que son las instituciones en una sociedad es la noción de reglas del juego tenemos entonces que precisar que no es suficiente con establecer cómo se forma un organismo —en este caso el CNM o en otros el propio Congreso— o cuáles son sus poderes. Eso es importante y hay que revisarlo pero hay que definir con claridad —también— quién lo fiscaliza y cómo se sale de allí ante la sospecha fundada. Un régimen democrático implica balance de poderes y transparencia. El balance incluye que los ojos de otro (no de uno mismo) vigilan todo el tiempo y la transparencia implica procesos para que antes de que se produzcan los actos de corrupción se tomen medidas preventivas, incluso removiendo a los actores centrales pero sin condenarlos a priori. La corrupción es sistémica. Por eso son inconsistentes las tesis que sostienen que la política es la que corrompe y la sociedad civil es ajena a ello.

Los colegios profesionales y los rectores deciden una parte importante del Consejo de la Magistratura y son cuerpos que ni los controlan ni los fiscalizan y así se convierten en prebendados que no rinden cuenta a nadie.

¿Pero acaso los colegios profesionales son modelos de ética profesional o las universidades son modelos de algo en el Perú? Recuerden en el último caso la trayectoria de Alas Peruanas que es parecida a la de muchas universidades, recordemos si los médicos o los abogados defienden la ética profesional desde sus colegios y hagamos memoria de la imposibilidad de proteger efectivamente al paciente o al litigante en el Perú.

Los rectores de las universidades estatales acaban de elegir para el Consejo de la Magistratura a una persona que en el Informe Kroll aparece como colaborador directo de la corrupción fujimorista. ¿Qué respeto pueden merecernos de los ciudadanos esos rebrotes? ¿Y cuando ese consejero haga barbaridades, a quién responsabilizaremos?

No se ha querido incorporar al representante de los empresarios ni al de los trabajadores al CNM. No hay duda de que la sociedad de hoy se puede expresar mejor a través de este tipo de representantes, que no corresponde a pequeños núcleos de interés más homogéneo. Porque al fin de cuentas el CNM solo es un conjunto de ciudadanos que eligen a nombre de todos los demás, esa es su base para construir la legitimidad institucional y hay que pensarla mejor. Sigue leyendo

Blindar las instituciones: A propósito del escándalo del CNM

El Comercio

La corrupción en el Perú es sistémica y está afectando instituciones políticamen- te centrales. La economía de la corrupción tiene cifras espeluznantes —sin incluir las del narcotráfico— que ya historiadores desde el exterior vienen registrando para comparar, como lo demuestra un reciente artículo del doctor José Távara.

Pero nuestra vida cotidiana está remecida por la corrupción institucional que alcanza niveles cada vez mayores. Una vez es el Congreso, otras el Poder Ejecutivo, diversos jueces y fiscales o el Tribunal Constitucional. Ahora el Consejo Nacional de la Magistratura acapara los titulares.

Las fallas en el último concurso para fiscales supremos no son técnicas sino políticas y éticas, llueven sobre mojado.

No fue un retroceso sino un avance que jueces y fiscales no sean designados por el Gobierno o los parlamentarios. No pueden ser cargos “de favor” aunque muchos políticos quieren que sigan siéndolo. En dos peldaños —las constituyentes de 1978 y de 1993—, la designación de jueces y fiscales salió de manos del Ejecutivo y del Legislativo, y pasó al CNM. Fujimori impidió esta reforma mientras pudo y tiene por eso pocos años operando.

A muchos abogados irrita que se haya permitido que otros profesionales elijan a jueces y fiscales, pero no podemos aceptar que un gremio profesional se adueñe de un poder del Estado. Esta reforma coincidió con un largo proceso que ha deteriorado —éticamente hablando— a los colegios profesionales y a las universidades. Una falacia propia del simplismo de los 90 pretendía asociar la corrupción a los políticos y excluir de ella a los independientes, a los apolíticos, a los profesionales, etc. Yo invito a ver los “vladivideos” (que editamos en prolija biblioteca sobre la corrupción, que el actual Congreso no reedita porque a sus directivos de hoy no les gusta). Allí se convencerán de que la corrupción no tiene límites ni casilleros, se desarrolla donde y cuando se lo permiten las reglas del juego, la falta de fiscalización o la tolerancia de los actores, esa tolerancia que El Comercio acaba de invocarnos a terminar.

Si la más sencilla definición de lo que son las instituciones en una sociedad es la noción de reglas del juego tenemos entonces que precisar que no es suficiente con establecer cómo se forma un organismo —en este caso el CNM o en otros el propio Congreso— o cuáles son sus poderes. Eso es importante y hay que revisarlo pero hay que definir con claridad —también— quién lo fiscaliza y cómo se sale de allí ante la sospecha fundada. Un régimen democrático implica balance de poderes y transparencia. El balance incluye que los ojos de otro (no de uno mismo) vigilan todo el tiempo y la transparencia implica procesos para que antes de que se produzcan los actos de corrupción se tomen medidas preventivas, incluso removiendo a los actores centrales pero sin condenarlos a priori. La corrupción es sistémica. Por eso son inconsistentes las tesis que sostienen que la política es la que corrompe y la sociedad civil es ajena a ello.

Los colegios profesionales y los rectores deciden una parte importante del Consejo de la Magistratura y son cuerpos que ni los controlan ni los fiscalizan y así se convierten en prebendados que no rinden cuenta a nadie.

¿Pero acaso los colegios profesionales son modelos de ética profesional o las universidades son modelos de algo en el Perú? Recuerden en el último caso la trayectoria de Alas Peruanas que es parecida a la de muchas universidades, recordemos si los médicos o los abogados defienden la ética profesional desde sus colegios y hagamos memoria de la imposibilidad de proteger efectivamente al paciente o al litigante en el Perú.

Los rectores de las universidades estatales acaban de elegir para el Consejo de la Magistratura a una persona que en el Informe Kroll aparece como colaborador directo de la corrupción fujimorista. ¿Qué respeto pueden merecernos de los ciudadanos esos rebrotes? ¿Y cuando ese consejero haga barbaridades, a quién responsabilizaremos?

No se ha querido incorporar al representante de los empresarios ni al de los trabajadores al CNM. No hay duda de que la sociedad de hoy se puede expresar mejor a través de este tipo de representantes, que no corresponde a pequeños núcleos de interés más homogéneo. Porque al fin de cuentas el CNM solo es un conjunto de ciudadanos que eligen a nombre de todos los demás, esa es su base para construir la legitimidad institucional y hay que pensarla mejor. Sigue leyendo

La decencia versus la corrupción (Apoyo la propuesta de Lourdes Flores Nano)

El Comercio

El anuncio de Lourdes Flores Nano de aceptar la posibilidad de su candidatura a la Alcaldía de Lima -como una reacción de la decencia que sigue presente en nuestra sociedad frente a la corrupción que nos impone al señor Kouri, a pesar de los “vladivideos”-, me ha devuelto el ánimo perdido.

En estos días hay una suma de escándalos que encabeza el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), que jaló al fiscal Avelino Guillén, brillante acusador de Fujimori, con un examen desaparecido sobre un caso que el magistrado había ganado en la vida real (Kouri-Montesinos); también se agravió a otro fiscal al pedirle una coima.

Además, se mostró otro lado de la corrupta decisión presidencial de indultar a Crousillat -cuando este ha usado su libertad para pretender recuperar el canal cuya línea editorial vendió a Montesinos-, quien recibió el apoyo del presidente aprista de la Corte Superior de Lima cambiándole el juez de la causa.

Los efectos de estos y otros escándalos se pueden medir en ese crimen espantoso donde la joven que asesinó a su madre, después de declarar que la amó mucho, dijo que el amor era bueno, pero el dinero era mejor.

Pocas cosas son tan contundentes para la moral pública como estas palabras, que muestran la invertida escala de valores que estamos dejando a los más jóvenes desde la acción pública y la política. Porque esta realidad de crisis intelectual y moral se está manifestando en candidaturas que pretenden catapultar como modelos de ciudadanía a personajes vinculados a la mayor corrupción de nuestra historia republicana, como si fueran angelitos que apenas admiten algunos errores (si los admiten), y aspiran a los más altos cargos de la elección popular.

Estas candidaturas tienen que recordarnos al oprobioso ochenio del general Odría y al equívoco refrán: “Roba, pero hace obra”, que tanto daño sigue causando en la conciencia ciudadana. Nos obligan a revisar nuestra cultura política y a hacer docencia de ciudadanía con base en la decencia y la honorabilidad.

Lourdes Flores ha sacado la cara en nombre de la decencia y esa decisión debe ser apoyada más allá de su legítima postura partidaria, como respeto a una escala de valores que no debe ser destruida por los pragmatismos que se impusieron desde el fujimorato y que hoy prostituyen la vida política y afectan mucho a nuestra sociedad. Se requiere un amplio debate sobre lo que nuestras ciudades deben esperar de las elecciones municipales y sobre lo que la sociedad peruana tiene que afirmar en las elecciones del 2011. Hay que exigir valores y línea de conducta a los aspirantes a cargos públicos de todo nivel y Lourdes se ha puesto a la cabeza con coraje que merece nuestro respaldo Sigue leyendo

Una reforma sin chantaje: La inadecuada estrategia del Partido Aprista

El Comercio

El gobierno aprista pretende forzar la aprobación de su iniciativa de reforma constitucional para que se renueve el Congreso a la mitad del período presidencial chantajeando a los congresistas con la amenaza de disolver el Congreso. Para eso pretende hacer cuestión de confianza dos veces sobre una iniciativa de reforma constitucional.

Yo estoy de acuerdo con la iniciativa. La propuse en mi último libro aunque, ciertamente, recomendé una que es mejor: que el mandato de los congresistas sea la mitad del presidencial, fórmula que obtuvo mayoría absoluta en la encuesta nacional de la PUCP. Pero en política democrática los medios son tan importantes como los fines y la prepotencia nunca es el camino más adecuado. Más aun, aunque me digan minimalista, la democracia es el arte y la ciencia de los límites.

Alan García no ha aprendido nada de lo que en su primer gobierno nos llevó al fracaso. Cree que su postura liberal de hoy resuelve el problema. Quizá lo haya congraciado con los poderosos pero no lo ha hecho mejor político. Está a punto de destrozar el régimen democrático y no se da cuenta. Se propone hacer lo más parecido a la disolución del Congreso que hizo Fujimori, el autócrata.

Un gobierno puede hacer cuestión de confianza si el Parlamento no lo deja gobernar, si interfiere en su política económica, si le derriba ministros como el Apra hizo en el primer gobierno de Belaunde. No puede reformar la Constitución por esa vía. La Carta Magna no se reforma por medio del chantaje. La cuestión de confianza no sirve para reformar constituciones ni siquiera en regímenes parlamentarios.

Cuando se puso en la Constitución que una reforma constitucional requiere una votación calificada el objetivo era que la Carta Magna no se cambie por voluntad del partido de gobierno sino de varios partidos. Se requiere concertación, esa que despreciaron los apristas de García, dejando aislado al aprista Jorge del Castillo el 2002 aun después de haber perdido ante el Tribunal Constitucional. Pregúntenle a Carrasco Távara o al actual presidente del Congreso. Sí, rompieron lo pactado una vez más, quebraron el consenso logrado —firmado y publicado— una vez más y aceptamos los hechos sin pretender maniobra alguna porque con la Constitución no se juega. Por lo menos los demócratas no jugamos.

Cambiar una norma constitucional bajo chantaje es deslegitimar aun más las reglas del juego. La institucionalidad que este gobierno ya ha afectado por todos lados. Debo criticar con dureza a los nacionalistas la posición conservadora que han adoptado frente a esta Constitución llena de limitaciones. Como siempre —y los apristas se lo enseñaron— la mejor manera de ser conservador es haciendo un absoluto de cualquier cosa. En nombre de volver a la carta del 79 han convertido en intocable la actual Constitución… cuando ya mucho de la del 79 es obsoleto. Hay miedo al cambio y tuvieron miedo por su impericia parlamentaria.

Si el Partido Aprista volviera a sus tiempos aurorales entendería que los partidos políticos tienen que actuar en la sociedad más que en el Estado y propondría movilizaciones, iniciativas para que los ciudadanos actuáramos desde la sociedad y presionáramos a los congresistas, como lo hicimos lavando la bandera ante la corrupción fujimorista. El Apra solo puede tomar iniciativas desde el poder pero tiene el peligro de vaciar ese poder de toda legitimidad, no está lejos de hacerlo. Sigue leyendo