Archivo por meses: diciembre 2010

Te buscaba (Poemas que no duermen – Poema V)

[Visto: 1401 veces]

Yo te buscaba, poesía
En versos de dulzura,
Sin darme cuenta, ya te conocía
A ti y a tu hermosura.

Yo te buscaba, poesía
En mujeres sin temor,
Porque yo desconocía
Lo que era realmente el amor.

Yo te buscaba, poesía
Mientras todo observaba
Y aunque todo me gustaba
Ninguna a ti se parecía.

Yo te buscaba, poesía
Cuando no dejaba de pensarte
Y es que difícil es olvidarte
Por más que siempre te veía.

Yo te buscaba, poesía
En esos pequeños momentos
Y recuerdo tus pasos lentos
Y me lleno de alegría.

Yo te buscaba, poesía
Porque siempre me gustaste
Y aunque mucho te quería,
Tú nunca lo notaste.

CRISTHIAN TRINIDAD Sigue leyendo

Queridas Nifer y Lucía

[Visto: 639 veces]

Queridas Nifer y Lucía

Les agradezco un montón de cosas, demasiadas. Pero lo que más les agradezco es su amistad tan extraña y con ciertos aromas a Lucky Light. Y es que desde que las conozco no hay algo que no les pueda contar, cualquier sonsera es propicia para que compartamos nuestras opiniones y críticas junto al humo de los tres cigarrillos. Lo recuerdo como si hubiese sido hace poquísimo, cuando me senté cerca a ti, Nifer, y me empezaste a hablar de tantas cosas, un amplio bagaje cultural, en fin. Y a ti Lucía, pensé que eras más fresa la primera vez que te vi (primeras imágenes, tú comprenderás) pero no, resultaste ser más interesante de lo que pensaba.

De pronto, ya no nos sentíamos los cachimbos, sino un trío particular que se alejaba a fumar algunos cigarrillos antes o después de alguna clase a Jamaica, un lugar recóndito de la Universidad establecido para parejas intencionadas y fumadores impulsivos. Nifer hablaba de mitos y ene cosas, y Lucía de, bueno, dejémoslo ahí. Y es que quizá fueron las experiencias las que nos hicieron crecer tal vez un poquito más este año, o quizá fue la fiel compañía consejera que nos ha caracterizado en esas sesiones en las que nos burlábamos de nosotros mismos, y contábamos nuestras situaciones diarias. Así, cuando recuerdo que vagábamos juntos y fumábamos juntos y reíamos juntos, recuerdo también cuando compartimos secretos y bebimos como si el alcohol nos diera el empujón exacto para soltar esas cosas que no solemos contar. De cierto modo, se les extraña. Se extraña a Nifer con sus extrañas historias, su heavy metal y su femineidad. Se le recuerda cuando hablaba de historia universal y literatura, una mezcolanza de intelectualidad e hilaridad, aunque a veces resulta ser algo caustica con sus expresiones. ¿Lucía? Qué puedo decir de esa loca, se nota que es una chica romántica y súper divertida, a veces dice cosas sin sentido y a veces me dice el sentido de las cosas (¿paradójico, no?). No obstante, suele ser una gran consejera, amante de la electrónica y de las magnas hamburguesas y no olvidemos de su amado mojito, bebida predilecta.

Les agradezco por su confianza absoluta, porque nos hemos vuelto un grupo que aporta a la mejora del otro y eso es algo que, si no me equivoco, solo los amigos hacen. Entonces, aunque el siguiente año cambiemos y quizá tomemos rutas distintas (para bien o para mal) espero que podamos contar el uno con el otro. ¡Mierda! Se les agradece demasiado por los meses de vagancia y de estudio a última hora, por las risas y los Luckys hasta el filtro, por todo, absolutamente todo. Les agradezco lo que me es indistinto mencionar sin tener que lagrimear: su compañía. Espero que siempre les vaya de la puta madre, porque se lo merecen. Porque Nifer se merece ir al concierto de Iron Maiden y vivir la vida como se le plazca, y porque Lucía, la Lucha, merece estar con un buen chico(lo cual Nifer y yo pensamos aferradamente) ¡Feliz Navidad y estoy seguro que todo, todo, se les cumplirá el siguiente año!

Sigue leyendo

El vicio de extrañarte – Poesía (Poemas que no duermen-Poema IV)

[Visto: 1218 veces]

El sistema es sencillo,
Te escribo poemas
En las madrugadas
(3 o 4 de la mañana)
Porque siento que tu recuerdo
Viaja por Lima
A esta hora y llega
A mí.

Te escribo versos,
Que podrían conquistarte
Porque no quiero
Conquistar a otra lectora,
Quiero que los versos
Te gusten
Así yo no te guste.

Este es un vicio raro,
Adicción placentera
Que genera arte.
Eso eres,
Una sustancia psicotrópica
Que me hace escribir
Como un loco,
Que me hace dibujar,
Como si poseyeras mi mano.

Poesía y tu rostro
En la madrugada,
La radio a bajo volumen
Y un joven bebiendo coca cola
Para entender el vicio,
Sensación mustia o jocosa,
El vicio de extrañarte.
Sigue leyendo

Poemas que no duermen – Poema III

[Visto: 477 veces]

Alístate, mujer
Porque nuestros caminos aguardan
En los pasados que perdimos,
Y en los futuros que encontramos.

Alístate, mujer
Porque hemos envejecido un sentimiento
Prolongándolo a horizontes extraños
Y a crepúsculos efímeros.

Quizá,
Porque nos aguarda ese mal
Que llamamos amor,
Ese desvarío sublime
De la felicidad.

Enrumbemos ese viaje instantáneo,
Mientras yo me distraigo en tus ojos
Y mientras tus labios vagan en los míos
Porque si nos transitamos
Encontraremos esos demonios
Que poseemos cuando estamos juntos.

Alístate, mujer
Porque por aquí estuviste hoy,
Pero quizá mañana no estés
Y quizá yo tampoco.

Alístate, mujer
Porque la felicidad nos deja en otoño,
Y el amor se congela en invierno,
Solo nos queda una quinta estación:
La de nosotros (tiempo y espacio contigo)

Sigue leyendo

Extraño querer – Crónica

[Visto: 446 veces]

El amor nunca trae nada bueno.
El amor siempre trae algo mejor.
ROBERTO BOLAÑO, Amuleto.

Sí, este es el momento preciso para decirte que lo más próximo a lo que se dice querer es lo que estoy experimentando gracias a ti. Esa idea de amor que trasciende complejidades de estética y sexo que me he implantado la he encontrado en ti. ¿Por qué? Quizá porque mi definición de amor se acerca mucho al retrato tuyo que mi mente ha recordado generosamente. O quizá haya algo más preciso para definir mi seriedad cuando te veo y no te digo nada, porque las palabras suelen ser escasas e imprecisas cuando te tengo en frente. Estas allí, caminando de un lado para otro y por más que desearía preguntarte cómo te ha ido durante la semana el silencio reina en mí. Pero, sabes cuál es el sistema, es uno simple y sencillo, extrañarte y hacer que me extrañes, porque, creo yo, solo cuando extrañas llegas a la base de la noción de amar, Voy de poco en poco, no arriesgo y, aunque sé que podrías estar con alguien o alguien querría estar contigo, siento que podría conquistarte.

Entonces, recuerdo la noche que te conocí y mientras tipeo los indicios más hermosos que tengo de ti deseo que la semana pase rápido para volver a verte. Y, mientras más me empecine con esta idea más posibilidades tendré de invitarte a salir o de hablarte las tonterías que hago a diario. Contarte que te menciono en muchos cuentos con la inicial de tu nombre. Qué más podría decirte. Un “Te quiero” me suena mezquino y temprano, un “Te amo” es complejo y si bien te haría sentir bien, creo que no satisface todo lo que uno siente, un “Te extraño” podría expresar adecuadamente a los momentos en los que el cigarrillo encendido o el café pasado son idóneos acompañantes. Pero, ¿sabes qué es lo que más extraño de ti? Tu sutileza al mirarme, sutileza que no se encuentra en cualquier chica.
Sigue leyendo

La banca, el mar y un recuerdo – Cuento

[Visto: 550 veces]

Nos habíamos pasado gran parte de la tarde pensando en eso que la gente llama felicidad. Nada nos satisfacía más que toparnos con la negación de ese estado soñado, de esa quimera extraña. Nos gustaba el mar, el andar de las olas a las seis de la tarde, la huida repentina del sol en el horizonte, el cambio sutil del color del cielo hasta mostrarse extremadamente oscuro. Nuestras manos se anexaban y nuestra estancia parecía ser eterna. Esa era nuestra hora favorita, aquella en la que nos mirábamos y no nos decíamos cuánto nos queríamos, porque, después de todo, decirlo no expresaba adecuadamente esos momentos extraños en los que las miradas eran treguas misteriosas y laberintos paradisíacos. Mirábamos las nubes y cerrábamos los ojos, respirábamos y sentíamos esa paz que no habíamos encontrado en otro lado.

El viento encontraba reposo absoluto en su rostro, se hallaba perdido en sus cabellos castaños y confundidos por el atardecer. La tarde nos acogía, era nuestro tiempo ideal, porque nos dirigíamos al malecón y solo esa banca despintada nos definía como apátridas, como exiliados de un exterior que no comprendíamos ni queríamos comprender. Huíamos a ese recinto nostálgico en el que sus labios me daban serenidad absoluta. Luego de besarnos no hablábamos de ello, solo distinguíamos la tarde y no pronunciábamos palabras absurdas de amor. El tiempo nos había enseñado que el amor solo nos conduciría a delirios más absurdos, que preferíamos mantenernos en guardia de esa sensación acosadora. Por eso, ella se refugiaba en los cigarrillos y yo en Baudelaire.

Ni ella ni yo decidimos cómo llamarle a esa sensación vagabunda que irrumpía en nuestras tardes. Ella con su Filosofía y yo con mi rock ochenteno. Nuestros cuerpos se establecían en esa banca del parque que se encuentra al final de la Av. Salaverry y allí planificábamos conciliaciones y artificios propicios de la tarde. Luego, cuando el sol se ocultaba, dejábamos de ser Alonso y Paloma para adoptar figuras etéreas sin un rumbo fijo. Los caminos más hermosos son los que recorremos sin conocer; el amor es uno de esos caminos. Por eso, cuando nos mirábamos solo esperábamos la tranquilidad de la tarde, la tranquilidad de las olas y la violencia del viento. Creímos ser felices, pero solo forjamos besos que quedaron en el pasado y palabras dulces que vigilaban nuestras madrugadas cuando solo el silencio solía acompañarnos de la manera más insensible.

Nos habíamos acostumbrado a esa banca, a esa hora, a esa tranquilidad mágica que nos engañaba, que se infiltraba en nuestros pensamientos. Nos quisimos. Nos quisimos cuando solo éramos inconcientes de lo que era querer. ¿Nos quisimos, Paloma? Creo que solo quisimos inventar ese mundito en la banca, solo quisimos fabricar una burbuja en la que coincidieran nuestros mundos perjudicados por la realidad. Nosotros quisimos ese tiempo y quisimos todo alrededor. Quisimos hasta lo que sabíamos que no podíamos querer: nuestras bohemias. Ella hablaba de Freud y yo alzaba el pincel. Pero, ese día, los roles cambiaron: ella avivaba el óleo y yo quería entender el instinto del Tánatos.

Creo que fue porque siempre parábamos juntos. Uno se acostumbra a estar acompañado o se acostumbra a alguien con quien siempre se ve. Por eso, es peligroso pasar mucho tiempo con alguien. Me había acostumbrado a ella y cuando no la veía en la banca sentía que no había mar ni cielo. Por ejemplo, ese día que empezó a faltar, sentí la vaga sensación de extrañarla o de extrañar su manera de fumar y de hablar de Aristóteles. Había pasado una semana, yo yacía al extremo derecho de la banca con un Lucky mirando el mar y ,de pronto, creí verla entre los botes lejanos, en el infinito que solo el mar poseía. Me sentía solo. Aromas marinos acompañaban la escena de atardecer sin nadie que transite por nuestra banca.

Seguí yendo a esa banca por algunos meses hasta que me enteré que ella había hecho un viaje más interesante, uno de esos viajes de los que ella soñaba y hablaba con ilusión, un viaje que interrumpía sus planes de filósofa, uno de esos viajes comunes que la mayoria logra realizar, pues las personas somos eternas viajeras y, al final, siempre encontramos un lugar para establecernos. Ese día la banca resistió las lagrimas que pude producir, eran lagrimas o como Paloma les decía:”Gotas mustias”. Lloré porque ella había emprendido un retiro inesperado, tanto así que no pudo despedirse.

Fue en noviembre, ella se dirigía a la banca como lo hacía normalmente, pero en su trayecto había sido interceptada por unos delincuentes que querían robarle su dinero, lo cual ella cedió sin dudarlo, pero antes de que los maleantes se retirasen se percataron de la cadenita de oro que ella sujetaba en su cuello. La cadena se la había dado días antes cuando le dije que no creía en el amor, que era solo un resumen improvisado de un conjunto de felicidades o de momentos felices; por eso, en el dige decía:” Eres mi felicidad”. Ella no quiso entregar la cadena y, por lo que me contó su madre, la empujaron violentamente a el pavimento, lo cual le produjo la muerte inmediata.

Regresé a la banca al día siguiente de enterarme y llevé conmigo el disco de Los Enanitos Verdes que solíamos oír cuando nos decíamos cosas absurdas, porque si no las dices el tiempo suele ser muy criminal, luego no tienes tiempo para decirlas y eso es peor. Por eso sigo yendo a la la banca todos los días a las cinco y media, enciendo el cigarrillo, escucho a Los Enanitos Verdes y creo abrazar a Paloma o verla al otro extremo de la banca. Creo verla, pero no la veo, porque, después de todo, el amor no se puede ver.

ESTÁ PROHIBIDA LA EXTRACCIÓN DE ALGÚN ELEMENTO DE ESTE CUENTO SIN PREVIO AVISO DEL AUTOR SEGÚN LA LEY DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL.


Sigue leyendo