Promesas por (In)Cumplir

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Paradójicamente, he hecho promesas a inicios de Febrero cuando las pude haber hecho en Enero tras terminar el año anterior; sin embargo, me di cuenta que no iniciaba mal, pues también iniciaba un nuevo año para los chinos, el famoso año del tigre. Al oír dicho acontecimiento, me sentí feliz de iniciar mis insignes promesas con el apoyo del tigre, lo cual me hace sentir audaz y hasta feroz.

Me he prometido no crearme un Facebook, me parece relativamente estúpido tener uno. Es decir, no me gusta lo que todos tienen, ya que sucumbir a dicho vicio me resulta innecesario. ¿Fotos?, ¿comentarios? No necesito tales cosas absurdas que solo forman una pérdida de tiempo, aunque se puede rescatar que abre espacio al debate. Sin embargo, tal cosa no se da con frecuencia. Me jode que todos tengan su face. Discúlpenme aquellos que tengan una cuenta en Facebook, pero es la verdad.

Me he prometido no tomar café, pero es necesario en mi vida de adolescente. El café ocupa el porcentaje adecuado para acelerar mis días de joven preuniversitario e indeciso. Subyacen otros motivos por los que consumo café, quizá motivos que yo desconozco, pero impulsivamente me conducen a beber descontroladamente cafeína, pues no solo consumo café.

Me he prometido no tomar Coca Cola y en vez de ello, ahora consumo Fanta, lo cual no cambia en nada, pues los dos me resultan altamente perjudiciales. Es difícil. La Coca Cola que me ha acompañado desde tiempos remotos ha pasado en segundo plano. Esta es una decisión muy extrema que he optado por mis constantes mareos inoportunos. Si bien cuido mi salud corporal, también trato de cuidar mi salud mental, pues la depresión no es un juego.

Me he prometido dejar de ser tímido ante una chica que me guste. Es una cojudez. He tenido oportunidades únicas, no obstante las he desperdiciado olímpicamente. Esta vez me enfrentaré. Torearé con el valor que se debe. Envalentonado, lucharé por estar con quien yo desee.

Me he prometido dejar de aconsejar a los demás. Es simple. Mis experiencias desafortunadas que ingratamente he conseguido – que supuestamente deberían de ayudar – no sirven. Todo esto se debe a que la gente no sabe recibir consejos. Osea, uno se pasa hablando por las puras. Prefiero ayudar de lejos.

Me he prometido estudiar unos meses más inglés y luego estudiar francés. Esta cuestión de los idiomas es un fenómeno imparable. Muchos me dirán que estudie el chino mandarín que, supuestamente, será el idioma que hablará el mundo.

Me he prometido escribir una novela a lo largo de este año. No importa de qué trate. Simplemente quiero escribir hasta que mi mano se canse. Hasta que las pulsaciones aceleradas de mi corazón se vayan mermando y yo no pueda respirar. No importa si no la publico. De hecho, ya empecé a escribirla.

Me he prometido dejar de fumar. Y pensar que comencé con ese vicio por una chica. Debo dejar de fumar. Debo de dejar el encendedor en mi casa y no portarlo cada vez que salgo. Debo de alejarme cada vez que alguien fuma.

Me he prometido ser seguro de lo que hago, de lo que digo. No dudar en lo general. Me lo he prometido, ya que he causado problemas, he detonados bombas invisibles pero que joden a otros. Lo peor es que, tras todo esto, el que se perjudica soy yo.

Me he prometido, en la medida que yo pueda, hacer feliz a las personas. Una promesa muy compleja, pero que me hace feliz a mí más que todo. Y esto lo he decidido tras una auto terapia antidepresiva, porque la gente merece ser feliz en cuanto pueda.

Me he prometido muchas cosas más, sin embargo, sé que no cumpliré todas. En efecto, las promesas resultan en cuanto la persona lo desea. Por ello, mi mayor promesa es tratar que este año sea tan especial que no lo logre olvidar.

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