Una tarde en mi casa

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A mí mismo, aunque no quiera.
Anhelo, sueño tener una casa en el malecón de Miraflores donde pueda pasar tardes tranquilas interminables mirando el poniente, pensanDo, escribiendo si me provoca,tal vez con uno o dos amigos, buenos discos, un buen vino, mi pequeña familia, un gato y la esperanza de sufrir un poco.

Julio Ramón Ribeyro

Pienso: “Quisiera tener una casa en el malecón de Barranco”. Hoy, mientras disfruto los placeres que me otorga la tarde, pienso, pienso y sigo pensando. Me he entregado a los goces bohemios de esta ciudad un tanto bifurcada. Estoy en un cuarto muy desordenado, hediondo y marginado por los desperdicios que abundan allí. Hay una biblioteca atiborrada de libros de Cortázar, Benedetti, Onetti, Ribeyro, etc. Enciendo el minicomponente que se presta a auxiliarme con su bullicio sinfónico, puesto que, en azarosas oportunidades, pasan canciones de Sinatra. Estoy en mi escritorio que posee huellas de marcaciones con lápiz, indicios que provienen de días en los que me dedicaba a las matemáticas. Yace mi cuerpo cansino y silente en una banca de madera, solo mantengo a mi lado un computador, cerca de mí se percibe el olor de un cigarrillo que envejece, que va desvaneciéndose en un cenicero de vidrio que soporta cada noche la temperatura del cigarrillo, y a su lado, anida una caja de fósforos entreabierta que presagia su futuro consumo con celeridad. Mi cuarto parece una chimenea, se van descolorando las paredes, todo se pone gris, muevo mi cabeza de lado a lado, simplemente, veo el humo con nostalgia. Mi apesadumbrada mascota de cinco años me mira con intriga y pone su rostro en forma diagonal, me mira y luego vuelve a lo habitual: rascarse el pelaje de pulgas. La casa está sola y llora la ausencia de sus dueños. Estoy con el cigarrillo en la boca y sin sobretodo que me cubra de la lluvia repentina, la cual se desliza por las rendijas de mi cuarto. Merodeo la casa, saco la cabeza por la ventana para observar a los pocos transeúntes que frecuentan mi solitaria calle. Hay niños jugando con un balón de plástico, correteando de lado a lado sin muestra de cansancio. Me aburro de ver esa imagen de alegría, regreso la cara a mi hogar, prendo la tetera. Siento lástima por mi familia de la cual no he aprendido nada, ojala que tarden en regresar unas semanas más. Me encuentro totalmente solo, y así es mejor.

El agua ya está hervida. Me sirvo café de manera ansiosa, sé que me hace mal, sin embargo, presumo que me hace más inteligente. Me siento en una silla despatarrada, meto el pan francés dentro de la taza de café. Pienso:”Es jodido en esta casa de lunes a viernes”. Sigo bebiendo el café, me acerco a la radio de la sala y pongo un disco de Lucila Campos, Si me faltaras amor suena en las paredes de mi casa. Todo es perfecto, en su máxima simpleza. Saco una botella de Queirolo y me sirvo en una copa que afronta su tinto color – se escucha la canción Y qué será de mí – me siento en el mueble desgastado por las visitas sabatinas. El poniente se muestra, su anaranjado reflejo se posa en la ventada de la sala, cual ave mensajera que llega a su destinatario. Se oscurece con rapidez, mi resignación muestra su mejor cara. No se me antoja llamar a nadie ni que alguien me llame. Quiero el sosiego por esta noche, busco una tranquilidad que se me fue arrebatada por los que habitan aquí. Quiero largarme de esta ciudad impura e hipócrita, largarme a Huamanga o a Cerro Azul. Miro desconsolado la noche, mustio – suena lentamente Tu voz de Lucha Reyes – todo se asemeja a la perfección, a la estética que buscaba. El vino se mezcla con la música y me desvanezco con temor, es una imagen patibularia de mi frustración.

¿Cuándo fue que se jodió el Perú? Se pregunta Zavalita, personaje creado por Vargas Llosa. Hoy, yo me pregunto ¿Cuándo se jodió el amor?, ¿cuándo? Esos conflictos personales los tengo desde siempre, que nadie los ahuyente. Solo deseo escribir, ahorita y más tarde. Quizá sin un cigarrillo o un café; quizá no en un café sino en mi casa; y quizá siempre solo, como me gusta estar. El rock me va acompañando en esta travesía de pirata en busca de su tesoro. Pronto lo encontraré, estoy seguro.

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