Ending

Me basta verte llegar para saber que algo no anda bien. O mejor, para recordar que algo no anda bien, porque es algo que siento desde hace semanas, por la forma en que me has estado escribiendo, por tu tono de voz en las llamadas que hemos tenido, porque nuestra comunicación se volvió solemne sin motivo. Entonces llegas y me dices hola y me preguntas si podemos caminar un momento. Pones tus manos en los bolsillos, algo nunca visto, y vamos andando como si nos hubiésemos conocido ayer y no hace más de dos años, hablando del clima, del tráfico y de cómo va el trabajo.

Yo la verdad no sé muy bien qué hacer. Trato de hacerte reír, te pregunto por las cosas que te importan, te hablo de las cosas que te gustan, pero nada funciona. Llegamos a la puerta del restaurant en el que teóricamente vamos a cenar y te pregunto en tono de broma si se acomoda a tus altísimas expectativas y solo dices que normal, que puede ser ese o cualquiera. Entonces trato de acercarme pero me evitas. La pregunta ya es inevitable, te consulto si todo va bien, si hay algo que te preocupa. Me miras y entonces veo en tus ojos firmeza y certeza y comprendo que esto es mucho más grave de lo que pensaba, vas a emitir un certificado de defunción, no hay nada que discutir aquí.

Me pongo a recordar cuando nos conocimos, la primera vez que salimos, nuestras conversaciones con los gatos, tus cuentos, tus poemas, mis relatos, todas las veces en que fuiste mi apoyo, la manera en que sonríes, y lo hermosa que eres (siempre). Y en paralelo te escucho decir que esto es difícil, que lo has pensado mucho, que yo soy un gran tipo, que esto no es culpa mía, pero que ya nada es lo mismo. Y entonces recuerdo el día en que me tomaste de la mano y citando a de Moraes dijiste que el amor es eterno mientras dura. Ahora entiendo, ahora por fin lo entiendo.

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