Tres niños han muerto intoxicados luego de consumir alimentos que el estado les provee. Desde Lima, a años luz del pequeño hospital donde una docena de niños se recupera, la solemne funcionaria declara que la culpa recae en las señoras encargadas de cocinar el alimento. Claro, pobres que no siguieron las reglas elementales de higiene. No sé si esto lo declara antes o después de bailar alegremente en un evento público. Acto seguido, otro solemne funcionario (aunque de menor rango) se hace presente en el lugar de los acontecimientos. Con voz compungida, ceño adusto y algunos billetes en mano, ofrece a los deudos esos billetes como señal de solidaridad. No una autocrítica, una promesa de investigación o al menos un abrazo: solo los billetes. ¿A qué aritmética habrá recurrido? ¿Cómo habrá realizado el cálculo para llegar al monto exacto de S/. 150 soles por niño muerto?. El funcionario de menor rango ha sido cesado raudamente. Ahora me pregunto: ¿Cómo será perder un hijo en esas circunstancias? ¿Cómo será que alguien te ofrezca dinero para aplacar ese dolor?.
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