La niña nació con síndrome de Down. También con diversas y serias complicaciones de salud. Sus padres más que tristes se sientes estafados. No estafados por la vida o algún ser superior sino por los médicos que realizaron los procedimientos de fertilización in vitro. “Yo pagué por lo mejor” sostiene el padre, ¿cómo se sentiría si le dieran un producto defectuoso?, añade. Amenaza con millonarias demandas. Pobre niña, no solo la aquejan diversos males físicos sino que sus padres la consideran, al parecer, una mala inversión. Pobres padres, creían poder concebir al hijo soñado: perfecto, hermoso, saludable y solo les tocó una niña frágil y necesitada. Felizmente, para ellos, ya no tienen que apelar a la fortaleza del espíritu ni al amor paternal, infinito en sus afectos. Felizmente para ellos, existe el Código de Protección del Consumidor.
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Real como la vida misma…