Los antiguos navegantes usaban cartografías que eran, en alguna medida, imaginarias. En todos los mapas existía un espacio conocido como terra incógnita. Era así como se denominaban a los territorios más allá del mundo habitado, territorios aún no dominados. Estos eran imaginados como territorios hostiles, llenos de espantos, pero también de maravillas nunca antes vistas. Cartografiar la terra incógnita era un ejercicio de pura imaginación y una manera de conjurar el temor a lo desconocido. Era, a la vez, advertencia e invitación.
Los tiempos que corren son tiempos marcados por la incertidumbre. Los diversos acontecimientos históricos y políticos han sacado a la luz tanto lo noble como lo desagradable de nuestra propia naturaleza.
¿Qué podemos hacer? ¿Quedarnos confinados en puerto seguro? ¿Salir en busca de nuevos territorios y nuevas oportunidades? De alguna manera nos hemos adentrado en terra incógnita. Sea cual fuera nuestra decisión, confiemos en nuestras habilidades de navegantes, la capacidad para cooperar y aprovechar las lecciones aprendidas.
¡Alas y buen viento!