APRENDER A PERDER

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El éxito es dulce. Todo ese esfuerzo, sacrificios y energía invertidos para lograr los objetivos, la meta soñada. El éxito es deseable y brillante y, como dice la canción, “todo el mundo ama a un ganador”

Pero ¿qué sucede cuando a pesar de nuestra voluntad y  mejores esfuerzos la respuesta es un rotundo no? Las doctrinas al uso nos urgen a insistir, a no abandonar hasta lograr los que deseamos. No dudar, no desmayar. Intentar, persistir.

“Quien abandona es un perdedor” es un mantra al uso. Y nadie ama a un perdedor.

Pero ¿qué sucede cuando se da la batalla, se esfuerza uno y la meta no se logra?. Cuando es un despropósito seguir, cuando lo más conveniente es abandonar, recoger los restos del naufragio y dirigir el barco a otro puerto.

Debemos aprender a perder.

A dejar las metas y destinos propuestos, con pena pero con la dignidad requerida. Se da la batalla, se pierde, tal vez se aprende algo. Se sigue.

El otro camino es el de la negación de la realidad y de la persistencia en el error que conduce irremediablemente al infierno del arrepentimiento.

Conocer la realidad, aceptarla, aprender. Seguir.

Lo otro es actuar como Trump.

#noseascomoTrump

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