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LIKE (SE ALQUILA)

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Digamos que es la hora del almuerzo. Da un par de vueltas buscando algún lugar adecuado y en una misma cuadra encuentra, puerta con puerta, dos restaurantes de menú. Diferenciados por el nombre (“El rico A” y “B el sabroso”, respectivamente) son muy similares entre sí: decoración del local, disposición de las mesas, mozos apurados, cajera con semblante displicente ubicada en la entrada del local. Sin embargo en El Rico A las mesas están todas ocupadas, es más, hay una pequeña cola de gente esperando turno. ¿Cuál escogería usted para almorzar? Me atrevería a decir que su elección sería el local con mucho público. ¿La razón? la consideración de que la preferencia manifiesta del público implica una buena calidad del servicio ofrecido. ¿No es cierto?

Resulta que somos seres sociales y aunque proclamemos independencia de criterio y (más aún) feroz individualidad, nuestras conductas se ven fuertemente influenciadas por las conductas y preferencias de nuestros congéneres. De allí proviene la efectividad de técnicas publicitarias del tipo influencia social (“8 de cada 10 la usan” o “76 % está de acuerdo con…). Cuantas más personas aprueban algo, más posibilidades hay que nosotros lo hagamos también. “El impacto de la técnica de la prueba social es exponencial: cuando el número de personas a las que les gusta algo aumenta, también aumentan las probabilidades de que otras persona pulsen “me gusta”, lo que a su vez suscita todavía más adhesiones” (Andrews, Van Leeuwen & Van Baaren, 2014, p. 50)[i].

Pensaba en esto cuando leía el reportaje de investigación del New York Times[ii] acerca de Devumi, una compañía que provee de “seguidores” en las diversas redes a sociales (Twitter, Youtube y Linkedin, entre otros) a todo aquel que pueda pagarlos. Los costos varían pero, para empezar, el presupuesto es a razón de dos centavos de dólar por seguidor. Sus cerca de 200, 000 clientes han adquirido ya 200 millones de seguidores y “likes” para sus redes sociales.

Los clientes de Devumi son diversos: actores, políticos, figuras religiosas, atletas, consultores de todo tipo. Inclusive Michael Dell, el magnate de las computadoras, adquirió un número importante de seguidores para su cuenta de Twitter.

Al ser inquiridos por las razones para usar este servicio, los clientes que accedieron a responder afirmaban que 1) todos en la red lo hacían y 2) en el negocio de la influencia personal lo que define tu valor es la cantidad de atención que tengas en tus redes sociales y esta atención debe conseguirse y mantenerse a toda costa. Además, cuantos más seguidores exhibían, más seguidores (e influencia) podrían obtener en el futuro.

Raros tiempos estos en los que vivimos. Tiempos de seguidores y likes alquilados y del “fake it until you make it” como consigna. [iii]

 

[i] Van Baaren, R., Andrews, M. and van Leeuwen, M. (2014). Hidden Persuasion. Amsterdam: BIS Publishers, p.50.

[ii] https://www.nytimes.com/interactive/2018/01/27/technology/social-media-bots.html

[iii] “Pueden encontrarse en casi todos lados: artículos que explican cómo puedes fingir tu camino hacia el éxito. Hay consejos sobre cómo verse más inteligente de lo que realmente eres, cómo verse más importante durante las reuniones, cómo sonar como si supieras de lo que estás hablando (incluso cuando no lo haces), y cómo puedes demostrar tu autoridad exhibiendo un gesto de poder u ocupando más espacio físico durante las reuniones. Pero, esta es la cuestión, fingir nunca te dará el éxito tan rápido como el trabajo duro y un plan de desarrollo de carrera. Porque falsificarlo deja fuera la parte más crítica de la ecuación: Esfuerzo.”

Quest, L. (2017). Why You Should Stop Trying To ‘Fake It Till You Make It’. Enero 30, 2018, de https://www.forbes.com/sites/lisaquast/2017/08/14/why-you-should-stop-trying-to-fake-it-till-you-make-it/#14bd5514799d