Ser otro
Un ex presidiario portugués mata sus horas revisando Internet. Encuentra, por casualidad, uno de tantos estudios sobre economía europea elaborados por uno de tantos consultores de la UNESCO. Se le ocurre una idea. Baptista de Silva de 61 años, rostro serio y hablar pausado, armado de unas elegantes tarjetas de visita y un nuevo vestuario pagados con lo último de sus pocos ahorros logra, al cabo de unos meses, presentarse ante autoridades y medios como experto en economía europea y, además, consultor de la ONU para tales asuntos. Su ascenso fue fulgurante. Decía lo que la gente quería escuchar: “En Naciones Unidas estamos muy preocupados por las consecuencias sociales de las medidas de austeridad. Tenemos que salir de esta crisis. Ya les hemos preguntado a las autoridades europeas si no van a otorgar las mismas condiciones a los portugueses que les han dado a los griegos”. Sin pestañear siquiera otorga entrevistas a diestra y siniestra. Hasta que un viejo colega de prisión lo ve por televisión, disertando como un experto. Y hasta allí llega la ilusión.
Un joven futbolista tramita y obtiene la documentación que lo acredita como peruano y menor de edad. Así puede integrar la selección sub veinte. Un ex compañero que equipo declara a los medios y su mentira se descubre: es ecuatoriano, tiene 25 años, casado para más señas. El hombre que se presentaba como su padre es, en realidad, su padrastro.
¿Cuánta energía, cuanta audacia, cuanta imaginación se requiere para ser otro?. ¿Cuánta determinación necesitaría para construirme una vida alterna, más colorida, más fascinante, una vida a la medida de mis fantasías?. Con lo que le cuesta a uno asumirse tal cual es. Algo me queda claro: no cualquiera puede ser un impostor.
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