CONECTADOS

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La mayoría de nosotros somos conscientes del efecto directo que ejercemos en nuestros amigos y en nuestra familia. Dependiendo de nuestras acciones pueden ser felices o desgraciados, sanos o enfermos, hasta ricos o pobres. Pero rara vez nos paramos a pensar que cuanto creemos, sentimos, hacemos o decimos puede llegar más allá de las personas a quienes conocemos. A la inversa, nuestros amigos y nuestra familia son conductos por los que nos pueden llegar las influencias de cientos o de miles de personas. En una especie de reacción social en cadena., podemos vernos profundamente afectados por hechos de los que no somos testigos y en los que intervienen personas a quienes no conocemos. Es como si pudiéramos sentir el pulso del mundo social que nos rodea y responder a sus persistentes ritmos. Como parte de una red social, nos trascendemos, para bien o para mal, y nos convertimos en parte de algo mucho mayor. Estamos conectados.

El hecho de que estemos conectados tiene consecuencias radicales para nuestra concepción del ser humano. Las redes sociales tienen valor precisamente porque nos pueden ayudar a conseguir lo que no seríamos capaces de conseguir por nosotros mismos. (…) Pero los efectos de las redes sociales no siempre son positivos. La depresión, la obesidad, las enfermedades de transmisión sexual, el pánico financiero, la violencia e incluso el suicidio también se difunden. Porque resulta que las redes sociales tienden a magnificar los frutos de todo lo que plantamos en ellas.

En parte por este motivo, las redes sociales son creativas y lo que crean no pertenece a ningún individuo y lo comparten todos sus miembros. Una red es como un bloque comunal: todos nos beneficiamos de él, pero todos hemos de asegurarnos de que siga estando sano y sea productivo. Esto significa que las redes sociales requieren cuidados: por parte de los individuos, de los grupos, y de las instituciones. Aunque las redes sociales son fundamentalmente y singularmente humanas, amén de omnipresentes, no debemos dar su existencia por garantizada.

Si eres más feliz o más rico o estás más sano que otros, puede que ello tenga que ver con el lugar que ocupas en la red, por mucho que no puedas discernir bien cuál es. Y puede también que tenga mucho que ver con la estructura global de la red, aunque no podamos controlarla.

Los poderosos efectos de las redes sociales sobre las conductas individuales y sus resultados sugieren que el ser humano no tiene un control completo de sus decisiones. La influencia que unos tienen sobre otros en las redes sociales, por tanto suscita algunas cuestiones morales. Nuestra conexión con otras personas afecta nuestro libre albedrío.

(…) Si queremos comprender el funcionamiento de la sociedad, necesitamos llenar los vínculos perdidos entre los individuos. Necesitamos comprender de qué forma las interconexiones y las interacciones entre las personas dan a pie a aspectos totalmente nuevos de la experiencia humana que no están presentes en el individuo. Si no comprendemos las redes sociales, no existe ninguna esperanza de que comprendamos completamente cómo somos y cómo es el mundo que habitamos.

En CHRISTAKIS, NICOLAS A. Y FOWLER, JAMES H.
2010 “Conectados”, Editorial Taurus Pensamiento, pp. 43 – 45.

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