Creer o no creer. Mi amigo José cree que vivimos en un universo moral. Es decir, que nuestros actos tienen significado, trascendencia y que si hacemos el mal seremos juzgados, tarde o temprano. ¿Y si hacemos el bien?. “Hacer el bien es tu obligación” y no se hable más. Mis amigos Raúl y Pilar creen en el poder del pensamiento positivo. “Es que no tienes fe” me regañan. “Si es muy sencillo: imagina tu futuro con fe y el universo conspirará a tu favor”. ¿Y si el futuro que deseo también lo desean otros?.¿Y si lo que deseo es lo que quiero y no lo que necesito?. “Eres un caso perdido”, dictaminan. No es tarea sencilla tener fe en tiempos como los que corren. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” dice una de las fuentes oficiales. Certeza de lo que no se ve. Certeza de que lo que espero y deseo llegará. Mi amigo Pedro no cree. Es decir solo cree en lo que puede ver, oler, sentir. Y no cree en el futuro ni en la vida eterna. “¿Para qué?, ya tengo suficientes problemas para lidiar con el presente y la evidencia de mi mortalidad”. Por mi parte, hay días en que me es fácil creer, todo parece posible y al alcance de la mano. Otros, el universo complota, pero en mi contra. Tal vez tenía razón Simonton y que en ausencia de certidumbres al menos queda la esperanza.