Archivo del Autor: François Vallaeys

Observatorio Mexicano de RSU: líder latinoamericano de la Responsabilidad Social Universitaria

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Felicitación al Observatorio Mexicano de Responsabilidad Social Universitaria (OMERSU-UADY) que acaba de realizar con éxito el 4to Foro Internacional sobre Responsabilidad Social Universitaria, dando un paso fundamental: se volvió una asociación civil encargada de liderar las políticas universitarias mexicanas en RSU, bajo los buenos auspicios de la SEP y ANUIES.

4to foro OMERSU sept 2016

Este evento fundamental permite afirmar que la RSU ha dejado de ser un tema más de la agenda universitaria mexicana, para volverse un eje fundamental de su política de educación superior, orientador de su definición genuina de calidad universitaria. No cabe duda que este buen ejemplo marcará la pauta para toda América Latina, rumbo al centenario de la Declaración de Córdoba: debemos todos afirmar hoy que no puede haber calidad universitaria en América Latina que no sea socialmente pertinente.

Así, el OMERSU ve recompensado su buen trabajo de los últimos años, y se entierran definitivamente los dudosos intentos del ORSALC-UNESCO de quitarle prestigio y entregar la posta a otra universidad pública mexicana que no ha tenido nunca el liderazgo que los dos últimos rectores de la UADY (4ta mejor universidad mexicana según el Latin America rankings 2016 del Times Higher Education) tuvieron en RSU desde hace más de 10 años. Tanto el Estado Federal (Secretaría de Educación Pública) como la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) lo acaban de ratificar: hay un solo Observatorio de RSU en México, es el OMERSU. ¡Qué bueno que podamos reencontrar la coherencia y la colaboración para trabajar juntos a favor de la calidad y pertinencia educativa de todas las instituciones, y no a favor de los intereses personales de algunos!

El Foro fue también motivo para la presentación del libro “Prácticas y modelos de Responsabilidad Social Universitaria en México: proceso de transformación en la universidad” (2016), publicado por la ANUIES y coordinado por Juan de Dios Pérez Alayón y François Vallaeys. En este primer libro del OMERSU se recopilan las buenas prácticas y modelos de gestión RSU de las universidades participantes del primer curso de RSU organizado por el OMERSU en 2015. En buena hora que la RSU, por fin, deje de generar sólo turismo académico, y empiece a ser fuente de verdadera colaboración académica e intercambios de modelos de gestión. Tal calidad académica es el primer peldaño hacia la legitimidad continental de esta nueva política de gestión universitaria, rumbo a la coherencia entre las declaraciones y las acciones.

Prácticas y modelos RSU libro ANUIES caratula

¿Por qué la Responsabilidad Social es responsabilidad por impactos?

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Recientemente, en la academia, han aparecido comentarios de disgusto acerca de la definición de la responsabilidad social como “responsabilidad de la organización por sus impactos en la sociedad y el medioambiente” (ISO 26000). Se quejan de que “impacto” es una palabra inclinada hacia lo negativo, lo violento, mientras que los universitarios quieren practicar una RSU de acciones positivas, una RSU linda, llena de generosidad.
impactos

Esta insatisfacción “estético-emocional” no se eleva al rango de crítica conceptual propositiva, es más bien reflejo, creo, de la nostalgia del paradigma de la “Proyección social”. Pero da pie para precisar por qué la RS tiene que ser definida como responsabilidad por los impactos, y no de otro modo. Veamos:

  1. La responsabilidad social es un vasto movimiento mundial que quiere TRADUCIR en términos de gestión organizacional los imperativos éticos del siglo XXI. Cada traducción, es cierto, es un poco una traición, pero es inútil proponerles a los gerentes de cualquier organización un piadoso voto moral tipo “debemos participar en la transformación social” sin darles las herramientas para operacionalizar el lindo deseo en acciones concretas. Si no hablamos de gestión, no hablamos de RS. Y se vuelve catastrófico si, por no querer hablarle de los impactos de su organización, le decimos al gerente que tiene que “cumplir con iniciativas solidarias a favor de la sociedad”, porque eso, para él, nunca significaría algo más que “gastos residuales en acciones filantrópicas” al lado del core business.
  2. La ISO 26000 ha definido la RS como responsabilidad por impactos (2010). Es el consenso mundial actual, logrado después de 5 años de discusión entre más de 90 países y todas las partes interesadas (Gobiernos, Agencias, Organismos internacionales, ONGs, Empresas, Universitarios, etc.). Rechazar esta definición es ponerse de espaldas a los avances de varias décadas, para proponer “lo suyo”. El autismo y la torre de marfil son la especialidad de muchos universitarios. Pero quien tiene una razón que solamente es de él, y que nadie más comparte, es literalmente un “idiota”, según la etimología griega de “idión”. Detrás del rechazo universitario a la ISO 26000, hay el legítimo pedido de no aceptar un concepto empresarial para definir la RSU, pero JUSTAMENTE el concepto de la ISO 26000 ya NO ES empresarial, sino para toda organización, y la mejor prueba es que los gobiernos lo retoman para hacer hoy políticas públicas de RSE (Unión Europea), RSU (Perú), etc. He pasado años explicando que “responsabilidad por los impactos” era una definición adaptable a la universidad que separa bien la RSU de la RSE, puesto que los impactos universitarios son DISTINTOS a los empresariales.
  3. Ser responsable de sus impactos es aprender a sentirse parte del problema (social y ambiental) antes de pretender orgullosamente formar parte de la solución. Es imprescindible que la universidad mire sus impactos negativos en lugar de esconderlos detrás de iniciativas generosas para la comunidad (con voluntarios de Extensión). Si no lo hace, cae JUSTAMENTE en la misma falsa RSE “fairwashing” de las empresas que tanto critica: hace proyección generosa para pobres de un lado, pero por el otro, sigue enseñando y legitimando las teorías que producen la pobreza, y sigue financiando la pobreza y la destrucción de la biosfera con sus compras irresponsables y sus hábitos administrativos ciegos a… sus impactos! Toda RSU que no aborda el reto de luchar contra los impactos educativos y cognitivos negativos (el currículo oculto y los prejuicios epistémicos solapados) es y será siempre una farsa, mucho peor que la de las empresas que no tienen por qué pretender ser sabias, autorreflexivas, y lúcidas. Desde luego, pedir una RSU que no sea sólo impactos es un grave retroceso conceptual, luego práctico, hacia la auto-satisfacción académica, todo lo contrario de la responsabilidad.
  4. Ser responsable por sus impactos no es algo feo. Significa responsabilizarse por sus impactos negativos y promover IMPACTOS POSITIVOS, justamente porque hemos tomado conciencia que teníamos impactos negativos. Luego, al igual que los padres por fin conscientes de tener malas influencias sobre sus hijos, pueden innovar nuevas prácticas más positivas en casa, la universidad consciente de sus impactos negativos puede innovar administrativa y pedagógicamente, emprender nuevos caminos desconocidos. Es decir que la percepción de los impactos negativos conduce al esfuerzo de generar impactos positivos.
  5. Hablamos de impactos positivos, no de acciones positivas, porque la exigencia de la RSU es mayor a la de ser solamente buena universidad: es la de realmente tener influencia concreta en el entorno social y ambiental para cambiar la marcha de las cosas. Lo que conduce a la idea de que la RSU, al igual que otra RSO, tiene como finalidad el bienestar y la sostenibilidad del TERRITORIO, no de la sola organización. El fin de la RSU está más allá de la universidad, en un Territorio Socialmente Responsable, lo que implica trabajar con otros actores del medio en 1) disminuir los impactos negativos de todos y 2) aumentar los impactos positivos de todos, en sinergia. Traté de sugerir este concepto de Responsabilidad Social Territorial al Observatorio Regional de Responsabilidad Social para América Latina y Caribe de la UNESCO (ORSALC). Visiblemente, tomaron la palabra, pero no entendieron el concepto todavía. “A río revuelto ganancia de pescadores”.
  6. La definición de la RSU en términos de gestión de impactos se universaliza porque es práctica y desafiante a la vez: es práctico reconocer sus impactos en 4 ámbitos, deducir de eso 4 grandes esfuerzos desde los 4 procesos institucionales de Gestión, Formación, Investigación y Extensión, aplicando herramientas de autodiagnóstico y evaluación (ver el resto de este blog para los detalles). Y el retorno a la observación de los impactos permite ver que hemos avanzado poco y que el horizonte sigue en el horizonte. Así que permite caminar y caminar.

Los flojos no quieren caminar, quieren que todo sea color de rosa, por eso se encantan con dos o tres buenas prácticas, y aplauden al histrión. Los que tienen la lucidez de mirar hacia los impactos que estructuran la sociedad nuestra, tienen la mirada más sombría, están más preocupados y entienden bien la lúgubre frase de T. Adorno: “Lo que podría ser diferente, todavía no ha empezado” (Dialéctica Negativa). Pero, los lúcidos gerentes siguen firme con la esperanza de que sí se puede cambiar algo, porque “la lucidez es la herida la más cercana al sol” (René Char).

François Vallaeys

Virtud, Justicia, Sostenibilidad: ética en 3D para la Responsabilidad Social

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Memoria CIRS 2013

Aquí va el artículo que escribi para el 1er Congreso Internacional de Responsabilidad Social CIRS que tuvo lugar en Buenos Aires los días 14-16 de octubre de 2013. La memoria fue publicada por la Fundación Observatorio de Responsabilidad Social (FORS) en agosto 2014.

Artículo CIRS 2013.pdf

Referencia: François Vallaeys: “Virtud, Justicia, Sostenibilidad: una ética en 3 dimensiones para la responsabilidad social de las organizaciones”, in: Alessandra Minnicelli [et.al.] Memoria 1er. Congreso Internacional de Responsabilidad Social, Fundación Observatorio de Responsabilidad Social, Buenos Aires, Argentina, 2014. pp 704-712. ISBN 978-987-29191-1-5

Es una síntesis de mis investigaciones sobre la ética en 3D y la RS. Ojalá les sea útil.

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Indicadores de Responsabilidad Social Universitaria: la propuesta francesa ‘Plan Verde’

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Aquí va una presentación de la traducción que hice del “plan vert” presentacion_planvert.pdf [plan verde], que es la herramienta de autodiagnóstico en Responsabilidad Social de las universidades francesas. Puede ser útil a quien quiere trabajar el tema de los indicadores de RSU.

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RESPONSABILIDAD SOCIAL Y MISERIA DE LOS MORALISTAS

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La responsabilidad social es (co)responsabilidad por los impactos sociales y ambientales de la actividad colectiva humana. Constato que esta definición (la de la ISO 26000 y la Unión Europea) es muy bien recibida y entendida por los ingenieros  y en general todos los especialistas de las ciencias llamadas “duras”. Al contrario, los humanistas, filósofos, moralistas de todo cuño, tienen mil dificultades y resistencias frente a esa definición. No entienden que responsabilidad social signifique gestion de impactos. Y siguen empeñándose a tratar la responsabilidad social como una responsabilidad moral de las personas, como que si cada quien se comportara bien, haciendo el bien a su alrededor, todo estaría bien en la sociedad. Siguen pensado burdamente que el problema “social” es un problema de “virtud individual” de cada agente. Es decir que niegan el carácter social de la responsabilidad social.

Sospecho que la gran facilidad del ingeniero y la gran dificultad del moralista se resumen en la capacidad del primero y la incapacidad del segundo a pensar en forma sistémica. Los ingenieros han aprendido lo que es un “sistema auto-organizado”. Los moralistas no se elevan a la altura de los “hechos sociales” que tienen que ser considerados como “cosas” (Durkheim) y creen ingenuamente que la sociedad son “personas” que actúan consciente y voluntariamente, luego que si hay problemas sociales es porque hay mala voluntad por parte de los actores sociales. Los moralistas niegan, en lo que concierne el actuar humano en general (y la sociedad es claramente una “obra humana”), la existencia de los sistemas. Piensan que para que la sociedad vaya mejor, las personas tienen que comportarse mejor. Ven todo bajo el prisma del conjunto sujeto/autor/acción/consecuencias, el pensamiento sistémico objetivo pareciéndoles una insoportable deshumanización epistémica de los asuntos humanos.

Este impedimento mental por parte de los que se pretenden “especialistas en ética” siempre me ha fascinado, y he inventado una “ética en 3D” (Virtud, Justicia, Sostenibilidad) para ir remediando un poco a esa carencia, para introducir la visión sistémica en la ética, una ética compleja que espero poder precisar y compartir en los meses que vienen.

Mientras tanto, quisiera aquí clarificar la distinción entre impactos y actos, a fin de facilitar el acceso al pensamiento sistémico, luego a la responsabilidad social, que se está muriendo (en América Latina sobre todo) de ser confundida con una mera responsabilidad moral, lo que tiene como lamentable efecto que no se logre superar la reacción empática filantrópica (y su cortejo de buenas prácticas puntuales que dan buena conciencia pero ningún efecto sistémico) para pasar a amplias políticas públicas justas y sostenibles.

Los actos de las personas tienen efectos, pero también impactos. Son dos cosas muy diferentes. La diferencia reside en que se puede remontar la cadena causal desde el efecto del acto hasta su autor-causa a fin de imputarle el efecto a él y no a los demás. Ejemplo: El dueño de la empresa ha descuidado las normas de seguridad y el obrero se accidentó; el responsable moral y jurídico es el dueño de la empresa. En lo que concierne los impactos sociales, tal imputabilidad ha desaparecido, es el sistema social que genera el impacto, pero nadie en particular. Ejemplo: la actividad económica actual globalizada empuja los salarios hacia abajo en los países desarrollados de por la posibilidad de localizar las fábricas en países pobres.

En el mero efecto de un acto, entonces, queda la huella del autor del acto, ubicable e imputable como sujeto responsable del acto y sus consecuencias. Por lo tanto, aquí nunca se trata de responsabilidad “social”, puesto que podemos (idealmente) siempre remontar hacia la persona (física o moral) autor-causa del daño. La responsabilidad es pues personal, es decir individualizable. Del mismo modo, la responsabilidad social no debe ser confundida con un asunto temático medioambiental: cuando una empresa derrama un producto que contamina un río, no aplica aquí la responsabilidad social sino la responsabilidad moral y jurídica que acusa a la empresa por la contaminación. La contaminación del río no es aquí “impacto” de la actividad empresarial, es “efecto” castigable de la acción de esta empresa en particular y se le debe aplicar la ley.

Al contrario, con un “impacto”, hemos perdido el hilo causal que conduce desde el efecto hacia el autor. Las huellas de las personas-autores se han perdido en los meandros de las “inter-retro-acciones” (Morin) del medio social y sin embargo han emergido procesos que se sistematizan y estructuran en situaciones crónicas, o bien deseadas (impactos positivos), o bien indeseables (impactos negativos). Citemos impactos sociales actuales: El cambio climático, el dumping social y fiscal de las grandes empresas, la pérdida planetaria de biodiversidad, la disminución de los insectos polinizadores, el alza de las enfermedades autoinmunes, etc. He aquí fenómenos propiamente “sociales”, en sentido estricto, es decir que no tienen autor.

La sociedad, dice Sartre, es: “OBRA HUMANA SIN AUTOR”. El objeto social es pues contradictorio en sí mismo: es “obra humana” pero “sin autor”, por lo que la “responsabilidad” que le corresponde al hecho social es una RESPONSABILIDAD SIN AUTOR. ¡Sí Señor moralista! ¡No se desmaye! La responsabilidad “social” es una responsabilidad sin autor. ¡Sí Señor! Es una contradicción, es una imposibilidad, desde la estrechez de su pequeña filosofía sustancialista, y sin embargo hay que pensar esta contradicción y “tomar” esta responsabilidad sin autor. Aquí reside todo el problema político que hay que resolver en lugar de rechazarlo a priori, y reducirlo todo a un tema de buena voluntad, como si la sociedad fuera reducible a un conjunto de personas. No Señor, la sociedad humana no es “humana” en sentido normal de “persona humana”. Es humana pero anónima y los sistemas sociales son procesos anónimos de los cuales los humanos como personas voluntarias están excluidos (Luhmann). Veamos.

Los impactos son resultados sistémicos estables y evolutivos devenidos de miles de pequeños actos de un sin número de agentes sociales que desconocen normalmente lo que contribuyen en fomentar, teniendo fines muy diferentes al impacto que generan juntos, en forma colectiva, pero no individualmente. Nadie sabe que cuando compra verduras en el supermercado está contribuyendo, mediante los pesticidas de la agroindustria,  con la desaparición de las abejas y mariposas. Sin embargo, el comprador de verduras no es el autor causa del impacto. Debemos ser muy precisos para no ser ingenuos en esto: yo no genero el cambio climático tomando el avión, porque si yo dejara de tomar el avión, el cambio climático seguiría igual, y si sólo yo tomara el avión no habría ningún cambio climático, a lo sumo una escasa contaminación atmosférica sin efecto sistémico sobre el clima. Tampoco el cambio climático es “culpa” de las grandes compañías petroleras capitalistas, que responden a una demanda de la totalidad del sistema económico, es decir una demanda de todos nosotros los Homo sapiens modernos de la época industrial. El cambio climático es el efecto sistémico crónico de la dependencia de la economía humana de los combustibles fósiles durante los dos últimos siglos, y será resuelto por una transición energética de la economía humana hacia un modelo sostenible basado en energías renovables (solar, eólico, biomasa, etc,). ¡Que no venga el moralista a decirnos que la solución está en andar a bicicleta! ¡Si supiera él las cantidades de CO2 que demanda la fabricación, venta y reciclaje de una bicicleta! Las respuestas individuales (morales) a problemas colectivos (sociales) serán siempre ineficaces y engañadoras.

Desde luego, una responsabilidad social por los impactos sociales reclama una acción social de gran alcance entre muchos actores en sinergia, para influir en los determinantes sistémicos que estructuran los procesos sociales negativos. El sujeto de la responsabilidad social es la sociedad, no el individuo. Entonces, como la sociedad no es un sujeto que puede tomar decisiones por sí mismo, debemos formar alianzas entre nosotros los agentes sociales de tal modo que nuestra acción colectiva consciente tenga efecto sistémico. Esto se llama la actividad política pública (no he dicho estatal, el Estado es uno de los actores implicados mas no el único: la política no se reduce a la acción estatal). No necesitamos forzosamente buena voluntad para eso, cualquier interés que empuje a conformar estas alianzas bastará. No hay actividad moral sin buena voluntad (cualquier interés de por medio destruye el carácter virtuoso de la acción), pero siempre la actividad política acepta muchas intenciones diversas por parte de las partes interesadas, lo importante siendo el resultado, no la intención de partida.

Si la responsabilidad social por los impactos sociales necesita alianzas inter-organizacionales para el tratamiento de los impactos negativos, se puede constatar inmediatamente que hablamos de algo esencialmente diferente del sólo hecho de instituir pequeñas “buenas prácticas” en mi pequeña organización laboral, siguiendo recomendaciones de estándares RSE, como si esto bastara. No significa que los estándares de buenas prácticas RSE sean inútiles, no, pero ¡qué pena que ninguno de ellos aliente las alianzas políticas inter-organizacionales para influir en las leyes y políticas públicas hacia la institución de una economía justa y sostenible! ¡Qué pena que todas estas certificaciones RSE (GRI, ISO, AA1000, SA8000…) se reduzcan a buenas medidas de reducción individual de los malos efectos individuales de cada organización tomada individualmente! Vale la redundancia! La RSE tal como se practica actualmente, cuando no es mera corazonada, opera la responsabilidad social en forma no social, en forma solitaria, cada empresa en su rincón con sus iniciativas y sus stakeholders (que no son aliados poderosos desgraciadamente, sino oyentes pasivos de la comunicación empresarial). Con ese método, vamos al combate contra el ejército de los impactos sociales sistémicos globales con un cuchillo de bolsillo. Hemos de perder. Y se nota cada vez más que la RSE no supera el “fairwashing” (actúo bien para lavar la imagen de mi empresa).

La responsabilidad social no nos pide actos de bondad sino cambios sistémicos para que los impactos negativos se vuelvan positivos. Y esto pasa por cambios legislativos nacionales e internacionales. La reflexión de David Vogel al respecto merece profunda meditación:

“Una empresa que apoya el establecimiento de estándares reglamentarios mínimos – sin haber reducido sus propias emisiones de gases a efecto invernadero – puede ser considerada como más virtuosa que aquella que ha voluntariamente limitado sus emisiones pero que se opone a la puesta en marcha de exigencias regulatorias adicionales”la empresa que no hace nada en casa pero que promueve el cambio legal es más socialmente responsable que la que cumple en casa con buenas acciones pero rehúsa un cambio legal. Siendo la segunda más “moral” en su sentido estrícto, es menos responsable que la primera frente a los impactos sociales negativos. Por eso, Señores moralistas, por favor, ¡dejen de repetirnos las evidencias de la buena voluntad de siempre! Mas bien ¡alfabetícense en la ética sistémica, la de los impactos!

Aprendan (1) que los problemas sociales no se resuelven sólo con buena voluntad, porque se rigen bajo el “principio de la ecología de la acción” de Edgar Morin:

“Toda acción escapa cada vez más a la voluntad de su autor a medida que entra en el juego de las inter-retro-acciones del medio en el cual interviene”.

Aprendan (2) que los impactos son ESENCIALMENTE diferentes de los actos, porque son procesos sociales colectivos, cruzados, cumulativos, caóticos (en sentido de la matemática del caos), invisibles (sin investigación científica de punta), potencialmente catastróficos (implican escenarios de rupturas históricas graves o incluso apocalípticas para el género humano), difícilmente controlables (por ser sistémicos y auto-organizativos), políticos (por necesitar alianzas y políticas públicas nacionales y supra-nacionales regidas por el derecho cosmopolítico (Kant)). La miseria de las respuestas virtuosas de buena voluntad individual frente al desafío de los impactos es eso: una miseria ética. Ninguna responsabilidad individual se sentirá jamás concernida mientras no alcance un punto de vista sistémico sobre los hechos sociales:

“En una avalancha, ningún copo de nieve se siente responsable” (Jerzy Lec)

Aprendan (3) que la visibilidad y controlabilidad de los actos por los agentes-autores de los mismos se oponen a la invisibilidad e incontrolabilidad directa de los impactos por los agentes sociales que “participan” de ellos sin ser autores de ellos. Es fácil controlar un mal efecto, basta con dejar de actuar mal. Es difícil controlar un impacto negativo, porque emerge de rutinas sociales de las cuales es difícil deshacerse. Porque los impactos no son lo que hacemos, sino lo que hace lo que hacemos, razón por la cual no son perceptibles sin el concurso de una ciencia socialmente responsable que logre destapar y alertar sobre los impactos negativos de la industria actual, lo que necesita también de universidades socialmente responsables en las que los científicos investigadores puedan trabajar en libertad :

“El hombre sabe a menudo lo que hace. Nunca sabe qué hace lo que él hace” (Valéry)

Aprendan (4) que la ética puede ser miserable, reaccionaria y defensora del mal, cuando se empeña en mantener a los actores sociales ciegos frente a la solución política de sus problemas colectivos, encasillándolos en respuestas morales individuales a desafíos comunes. Aprendan que, durante las negociaciones para la elaboración de la Guía de Responsabilidad social ISO 26000, eran los norteamericanos los que querían definir la responsabilidad social en términos estrictamente éticos, es decir de buenas prácticas voluntarias, y que ellos fueron de los pocos países que no firmaron el texto final, vergonzosamente. ¡Aprendan, moralistas, que su ética que opera en el santuario de la conciencia voluntaria personal es una duplicidad instituida (Castoriadis) de la sociedad cristiano-capitalista que separa tajantemente el sector privado del público y la “ética” de la política! Tal separación privado/público, interioridad personal/exterioridad social, es una ilusión ideológica suya, que no corresponde a nada en la práctica. Todos los problemas meramente morales que no son también políticos son triviales. Todos los problemas éticos no triviales son también políticos y exigen debates públicos, negociaciones entre varios actores sociales con intereses y cosmovisiones encontrados, para responder en forma siempre falible a la pregunta ¿Cómo debemos convivir juntos?, pregunta política por excelencia que ningún moralista puede resolver a priori, desde su torre de marfil, para todos los demás. La ética que se reduce a la actitud interior, a la virtud que depende enteramente del individuo soberano, es improcedente para ocuparse de los temas de responsabilidad social, que son todos colectivos y dependen de sistemas entrelazados.

Finalmente, aprendan (5) el pensamiento sistémico. Lean a Luhmann, Morin, Von Foerster, Varela, Atlan, no porque la teoría de los sistemas autoorganizativos sea la Biblia sino porque refrescará sus cerebros empapados con “personas”… Salgan de su discurso carcomido sobre la “naturaleza del hombre”, la “libertad de la voluntad humana”, y todas estas ideas metafísicas huecas que son conceptos sin representaciones posibles (Kant). Y sobre todo, sobre todo, ¡dejen de aburrir a los jóvenes (futuros líderes de una economía sostenible) con sus clases de ética! Uds se creen la voz de la razón y de la lucha contra la “crisis ética actual”. En realidad, Señores moralistas, Uds son el freno a cualquier solución.

François Vallaeys, profesor de ética también, pero no de la misma.

 

 

Reformular la extensión solidaria universitaria: innovación socio-económica y encuentro de saberes

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La letanía de los proyectos asistenciales conducidos desde los departamentos de Extensión (o Vinculación) de las universidades me deja cada vez más dubitativo. Entiendo bien el propósito moral y generoso de la acción, y las ganas de acción concreta solidaria con los estudiantes. Entiendo bien las urgencias devenidas de la carencia de servicios públicos adecuados en muchas zonas de nuestros países latinoamericanos (continente más desigual de todos). Pero veo la falta de impacto sistémico de la acción, la carencia de políticas públicas. Veo la contradicción entre el actuar generoso voluntarista por un lado y el actuar económico depredador por el otro, y veo bien quién gana la pelea. Y veo la escisión en la misma universidad entre los “buenitos” de Proyección social y los “tiburones” de Administración, Economía, Gestión empresarial… como si la universidad estuviese condenada a ser sólo un espejo de la sociedad tal como está y no un adelanto de la sociedad tal como debería estar.

Entonces me pregunto: ¿por qué tenemos metas tan pequeñas en la Extensión? ¿Por qué no pasamos al diseño de políticas económicas y acondicionamiento territorial en lugar de quedarnos en la ayuda puntual al pobre? Y ¿por qué los principales actores de la Extensión, los grupos marginados, tienen casi siempre un rol pasivo más que activo en la formulación de los proyectos? ¿por qué el universitario quiere siempre diseñarlo todo, controlarlo todo, hacerlo todo, evaluarlo todo, y no se deja invadir y sorprender por el pensamiento del otro?

Dos palabras mágicas me parecen poder reabrir la ventana de la Extensión hacia un aire fresco: “innovación socio-económica” y “encuentro de saberes”.

1-    la Extensión como diseño de innovaciones socio-económicas territoriales:

Debemos dar un salto de mentalidad y acción en la extensión y proyección social universitaria, desde la ayuda social a personas desfavorecidas hasta la organización de la sociedad para erradicar la pobreza. Es decir que se trata ahora no tanto de pensar en “proyecto” y “población meta” sino de pensar en “economía”, en organización de la norma del oikos (eco-nomía). Economía colaborativa, economía de funcionalidad, economía circular, economía de flujos, son cuatro temas ejes que debemos de trabajar. Y esto nos forzará a vincularnos con otros actores con los cuales no tenemos costumbre de actuar, y quizás con los cuales en el inicio no nos guste actuar: las empresas, los poderes públicos, las grandes ONG. Esto nos forzará también a no ser protagonistas de todo sino a ceñirnos a nuestro rol universitario: más cognitivo y educativo que de líder y ejecutante. Esto nos forzará a alianzas más que a protagonismo integral. Es una dura nueva rutina que adquirir, y va a doler. Porque siempre duele la RSU.

La “economía colaborativa” implica nuevos modos de consumir compartiendo las cosas en lugar de adquirirlas como propietario único. Esto pide utilizar inteligentemente las redes virtuales para poner los consumidores en estrecho contacto.

La “economía de funcionalidad” implica que la empresa ya no vende el producto al cliente final sino sólo le alquila su función: quedando propietaria del objeto, la empresa tiene interés en que dure mucho, sea de buena calidad, fácilmente reparable, y ya no en promover la obsolescencia rápida del producto para vender más y más en detrimento de la naturaleza.

La “economía circular” implica una sinergia entre muchas empresas en un mismo ecosistema industrial para que los desechos de cada empresa sirvan de insumos para otras, circularizando así el uso máximo de las cosas de cuna a cuna, y ya no de extracción a basura (economía lineal actual).

La “economía de flujos” utiliza los flujos naturales gratuitos y autosostenibles (luz solar, viento, flujo orgánico de plantas, etc.) como fuente energética de producción en lugar de los “stocks” de materias (petróleo y minerales) cuya extracción es costosa, sucia y se agota (economía de stocks = economía insostenible en la que la generación actual le roba la tierra a la generación futura).

No invento nada, todo está en internet. Todos estos nuevos modelos de ECONOMIA ALTERNATIVA están esperando que las universidades latinoamericanas metan cabeza para ver cómo inspirarse en ellos para nuevos diseños de intervenciones sociales innovadoras, creando cadenas de valor y empresas económicamente sostenibles para los grupos marginados y ya no sólo micro-emprendedurismo de subsistencia. Todas estas economías tienen la característica de hacer más con menos, entonces de cuidar a la vez el bolsillo de quien poco tiene y la naturaleza que cada vez menos tiene. ¡No me digan que los universitarios sólo podemos ayudar a las señoras del barrio a comercializar sus mermeladas en la feria local!

2-    La Extensión como “encuentro de saberes”

El otro problema es la poca voz que tienen los grupos marginados en el seno de las universidades. Son a menudo objetos de estudio para afanes museológicos y estadísticos más que colaboradores corresponsables de nuevas investigaciones-acciones mediante el encuentro y diálogo entre los saberes académicos-científicos y los no-académicos. Necesitamos renovar nuestro acercamiento al llamado “pobre” bajo metodologías de INVESTIGACION EN COMUNIDAD, en las cuales nadie es objeto de estudio por parte de un investigador externo sino que todos son co-investigadores para determinar el problema, la hipótesis de solución, los medios de intervención, la evaluación de resultados, etc. Otra vez, esto nos conduce a trabajar de otro modo, con otros actores, y trastorna las rutinas. La RSU duele, lo siento mucho.

Es absolutamente irrealista seguir pretendiendo que el conocimiento se genera hoy básicamente EN la universidad para DESPUES ser EXTENDIDO HACIA la sociedad. El conocimiento se genera hoy por todos lados, en dinámicas reticulares, debido a ciertos lazos de cooperación entre actores sociales. El asunto es que en América Latina los actores diferentes no se encuentran, cada quien se queda con su grupo de referencia y se innova muy poco (los empresarios entre ellos, los universitarios entre ellos, los funcionarios entre ellos, los pobres entre ellos, etc.).

Sin embargo, la teoría de las redes nos enseña que la innovación social viene de los puentes creados entre grupos reticulares diferentes (lo que se llama Capital Social de puente). Ser un hombre-puente (Chakaruna en idioma quechua) es muy importante para la innovación social, y esto pide que la universidad juegue su rol de AGORA para el encuentro entre estos públicos que nunca se ven la cara en las sociedades disgregadas nuestras. Juntar los actores sociales alrededor de la misma mesa, para que empiecen aunque sea a escucharse, ya sería una bendición para renovar la función social de nuestra Extensión universitaria estereotipada.

El tema RSU es de reconfigurar las funciones sustantivas universitarias en otra relación: Si lográramos pasar los proyectos sociales de ayuda a la Formación académica de carreras (Aprendizaje basado en proyectos sociales), esto liberaría tiempo y energía a la Extensión para acercarse más a la Investigación y los actores externos a fin de trabajar juntos a diseños de políticas públicas y programas de reacondicionamiento del tejido empresarial.

François Vallaeys.

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Manual de primeros pasos en Responsabilidad Social Universitaria

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Aquí pueden tener acceso directamente, en formato pdf, al Manual de primeros pasos en RSU que fue editado por el BID y MacGraw Hill en 2009. Es una herramienta fundamental para definir, promover, aplicar y evaluar la RSU en una Institución de Educación Superior.

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Descargar aquí

Nota Bene: hay otra versión de dicho manual que se pasea por internet, pero es apócrifa y de dudosa proveniencia… Es un documento con foto de pasos en la arena de una playa en la portada. ha sido sido colocado por malavolencia en el sitio cyta.com.ar y no sé cómo hacer para que lo borren o lo cambien por el verdadero Manual que es este. En todo caso ¡cuidado con las imitaciones!

François Vallaeys

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Thèse de doctorat: ‘Les fondements éthiques de la Responsabilité Sociale’

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He aquí mi tésis de doctorado, que acabo de sustentar en la Universidad de París Este.
Voici ma thèse de doctorat que je viens de soutenir à l’Université Paris Est.

Thèse

Fueron 4 años de trabajo, 4 meses de redacción final, y 4 horas de sustentación feliz!
Ce furent 4 ans de travail, 4 mois de rédaction finale, et 4 heures de soutenance heureuse!

Aquí va un resumen en castellano de la tesis (4 páginas):
resumen_de_la_tesis.doc

Voilà un résumé en français de la thèse (4 pages):
resume_de_la_these.doc

¡Y aquí va la tesis!
Et voici la thèse!
Les fondements éthiques de la Responsabilité Sociale

El archivo está en francés. Después de bajarlo, copiarlo en su computadora como pdf y los marcadores aparecerán para que puedan “navegar” en el documento comodamente.
Le document est en français. Après l’avoir téléchargé, copiez-le dans votre ordinateur au format pdf et la table des matières apparaitra, pour faciliter la “navigation” dans le document. Sigue leyendo

SOBRE LA CUENTOFERENCIA (segunda parte)

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[leer primero la primera parte, abajo]

Reflexionando sobre todo eso desde hace tiempo, me di cuenta que el arte del conferencista no estaba lejos del arte del narrador, que yo practicaba por otra parte. Entonces empecé a acercar estas dos prácticas narrativas.

cuentoferencia TEC: contando la luna

Tuve la suerte, por mi doble formación de filósofo universitario y actor narrador de cuentos populares, de poder entender los riesgos y las limitaciones de las conferencias hace buen tiempo. Tuve la suerte de aprender los recursos como para arriesgarme a la improvisación y al diálogo durante mis charlas, quebrar los rituales académicos, y verificar cada vez que la audiencia siempre estaba deseosa de que se quiebren estos rituales que no hacen más que aburrirla y humillar su preciosa presencia. Tuve tanta felicidad como narrador de cuentos con mi público en el Perú, que nunca acepté tener menos felicidad con el público en los eventos académicos en los cuales participé. Nunca quise, so pretexto de mantener la compostura académica del filósofo, alejarme de la palabra narradora viva, fértil, innovadora, conmovedora. Siempre supe que, durante una charla, el preciso momento es el ahora, porque antes del momento no es el momento, y porque después ya fue. Siempre supe que es la urgencia de la sed de sentido compartido la que manda sobre la frase, la respiración, la mano lanzada y el tono de voz del conferencista. Y nunca tuve miedo de llorar en público, de que se resquiebre mi voz sin que se quiebre el hilo argumentativo, de que se vaya el autocontrol sin que se pierda el sentido, cuando los conceptos filosóficos se hacen tan enormes y bellos que se queman al acercarse a la cosa misma, cuando el discurso se vuelve el Banquete platónico.

Todo eso lo tenía gracias a mi formación actoral y la generosidad del ser, pero me faltaba algo. Todavía mi ser narrador artista y mi ser filósofo universitario estaban desligados. Todavía la compostura académica hacía ruido y frenaba. Todavía la locura narrativa hacía ruido y dispersaba. La ?cuentoferencia? es fruto de esta doble insatisfacción, pero ella fue posible sólo cuando me di cuenta de que la narración de cuentos también tenía límites, a mi gran sorpresa.

2) LIMITES DE LA NARRACIÓN ORAL DE CUENTOS

Me da vergüenza decir que los cuentos populares tienen límites. Ellos son maestros. Ellos son como piedras pulidas en el fondo de los ríos, pulidos por mil y unas bocas narradoras, mil y unos oídos atentos. Tienen siglos, a veces milenios, y si están todavía acá, aunque fueron transmitidos de la manera más frágil (de boca a oído) a través del tiempo y el espacio, es obviamente porque tienen un sentido sagrado e inolvidable que debe ser transmitido entre humanos, para que sigamos humanos. Es obvio que las historias chuecas, anecdóticas, sin trascendencia, desaparecieron hace tiempo en el pozo del olvido. Por eso las que quedan a lo largo de los cambios históricos son las verdaderas joyas del universalismo humano, transhistórico y transcultural. Es increíble de ver cómo un cuento tibetano medieval narrado por un francés puede hacer llorar a un limeño del siglo XXI. ¡Si eso no se llama la universalidad del arte, entonces no entiendo nada a la universalidad! Eso lo tengo muy en claro, por eso me da vergüenza hablar de los límites de viejos sabios que me enseñaron tanto.

Pero los tiempos han cambiado, el futuro nos alcanza como cachetada y los cuentos vienen del pasado. Nos encontramos frente a problemas de nuestra sociedad hiperindustrializada, social y ecológicamente insostenible, que los cuentos desconocen, como desconocen el plutonio, las manipulaciones genéticas o el dumping social de las empresas multinacionales. Por supuesto que sus mensajes éticos sirven todavía para alumbrar nuestros nuevos caminos hacia soluciones sabias y justas. Pero las responsabilidades compartidas de hoy nos urgen coordinarnos en forma eficaz para responder a los desafíos de un cambio de orientación económica, política y social, hacia un desarrollo verdaderamente sostenible. Esta es la nueva urgencia: revolucionar la revolución industrial, para que no nos revoque de la Tierra.

Y frente a esta urgencia de cambio para darle un chance al futuro de nuestro futuro, no me parece que un mero espectáculo de cuentos baste. Es más: bien podría su ensoñación estética entorpecernos por lo bello que es, hoy día que debemos indignarnos todos del rumbo fatal que está tomando la historia del género humano. Necesitamos de una estética de la indignación eficiente.

3) LA CUENTOFERENCIA

Por eso empecé a asociar, en un mismo espacio-tiempo escénico, a los cuentos populares de mi repertorio los más fértiles para responsabilizarnos frente a esta urgencia, junto con los datos científicos, económicos y sociológicos más indignantes y cortantes, y con los conceptos filosóficos más capaces de hacer entender dónde está el problema de nuestro seudo desarrollo actual. Nació así la cuentoferencia.

En una primera versión más teatral, que desarrollé en el Auditorio de la Biblioteca de San Isidro, en Lima, en 2010 (?Del Titanic al Arca de Noé? se llamó la cuentoferencia), tenía una pizarra blanca en la que disertaba alrededor de preguntas esenciales como: ¿qué es el ser humano?, ¿de qué somos responsables?, ¿cómo debemos convivir juntos?, ¿hacia dónde debemos ir como género humano?… Y con recursos luminotécnicos (gracias a mi iluminador de siempre Mario Ráez), velas simbolizando el Sol y la Tierra, narraba también diversos cuentos que venían ilustrando desde la emoción, el inconsciente imaginativo y la ternura, lo que la parte conceptual y didáctica venía explicando desde la razón, la conciencia analítica y la responsabilidad ética.

En una segunda versión más académica, acabo de desarrollar en tres campus del TEC de Monterrey (Puebla, Guadalajara y Monterrey, marzo 2011) en México, para un público académico, una nueva cuentoferencia que introduce el recurso del ?power point? asociado a los cuentos y el discurso didáctico (se llamó esta vez: ?Bondad, Justicia, Sostenibilidad: una ética 3D para el siglo XXI?), a pedido de la Cátedra Alfonso Reyes.

VER LA CUENTOFERENCIA AQUÍ
(Se necesita el programa REALPLAYER para visionarla, se descarga gratis de internet). Fue grabada en Monterrey el 28/03/11.

Cuentoferencia Guadalajara TEC

Me gustó mucho esta segunda versión porque agrega al vaivén entre el discurso racional y la narración de cuentos un nuevo vaivén entre las imágenes determinadas de la presentación power point que se presentan ante el público (como algo objetivo), y las imágenes suscitadas por las narraciones que cada persona del público hace brotar en su mente (como creación subjetiva en base al cuento). Porque es bien importante de ver que medios como la televisión proyectan e imponen imágenes a la pantalla mental del espectador, mientras que medios como la narración de cuentos evocan imágenes que surgen en libertad de la pantalla mental del oyente. Una colega me dijo después de la cuentoferencia de Puebla que sentía que se creaba así un movimiento circular entre conciencia racional e imaginación, del cual brotaba la ?educación?.

Tengo el orgullo de pensar que así se podría evitar los escollos de la conferencia: Por supuesto que la presencia de los cuentos imposibilita todo afán de control absoluto de lo que ocurre en el momento de la cuentoferencia, ya que el narrador nunca conoce todos los mensajes que los cuentos acarrean hacia la mente del oyente. Así, se garantiza que el evento tendrá siempre más riquezas, ondas expansivas, significados entramados, que todo lo que el protagonista principal pueda pensar y anticipar, ¡felizmente!

Pero además, se evita aquí, creo, la toma de poder del cuentoferencista sobre el público, puesto que el esfuerzo de traducción permanente de lo racional en emocional, de lo objetivo analítico en subjetivo imaginativo, y viceversa, obliga el público a una actividad e compromiso personal tanto en su propio proceso creativo interno como en su poder de análisis y juicio.

En fin, siento que se tiene aquí la posibilidad de una oportunidad de educación e ilustración en común (todos juntos y no cada uno por su lado) que vale la pena desarrollar, por lo hondo y entusiasmante que puede resultar. Espero poder seguir afinándola y llevarla hacia otras personas y tipos de público (público empresarial sobre todo, para promover las oportunidades que abre la ISO 26000). Porque nos morimos de una sobreabundancia de informaciones que nos saturan en lugar de responsabilizarnos, nos morimos de una sobredosis de sensaciones de incapacidad de cambiar algo al rumbo infernal de nuestro ?crecimiento insostenible?, y nos morimos de una sobreabundancia de iniciativas dispersas que no cristalizan en un cambio generacional. Sin embargo, tiene que haber un futuro, es un deber moral de la ética de la sostenibilidad.

Una última acotación: la idea de la cuentoferencia nació también de la misma técnica de la Responsabilidad Social como preocupación por los efectos colaterales de nuestras acciones. Es al preguntarme por los impactos negativos de mis conferencias y de mis espectáculos de cuentos que se me vino la idea de la cuentoferencia. Un día vendrá en que habrá que reflexionar en los efectos colaterales negativos de la cuentoferencia, pero será otro día.

François Vallaeys

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SOBRE LA CUENTOFERENCIA (primera parte)

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He empezado a desarrollar una nueva forma de presentación pública que no es ni “conferencia” ni espectáculo de “cuentos”, o más bien que es a la vez conferencia y cuentos. Por eso la llamo “Cuentoferencia”. Me permite superar limitaciones de ambos géneros que practicaba anteriormente por separado. La verdad es que las conferencias no me satisfacían desde hace tiempo, y recientemente, los espectáculos de cuentos ellos también han empezado a dejarme un sabor a sinsabor en la boca. Quiero explicarles eso:

cuentoferencia en el TEC Campus Puebla

1- LIMITES DE LA CONFERENCIA

La conferencia tiene la desventaja de dirigirse a la sola conciencia intelectual del oyente. Se trata de hacerle entender lo que el conferencista quiere hacerle entender. A la conferencia no le importa el inconciente del oyente, sino su sola capacidad de “captar” concientemente el Texto (el conjunto de significados) que el conferencista le quiere “transmitir”. Por eso no importa la presencia corporal del público como asamblea de personas compartiendo juntas un mismo espacio-tiempo. Sólo importa que cada uno, en su mente, entienda y recuerde lo que el Discurso dice.

La peor forma de conferencia es el texto escrito de antemano y leído por el autor, en general de una voz monótona, delante de una audiencia rápidamente adormecida. Es que se necesita una gran capacidad intelectual de visualización interna, comprensión y síntesis, como para poder captar al momento un discurso conceptual escuchado y transformarlo en una secuencia de significados interesantes para uno mismo. Solo profesionales intelectuales tienen en general esta competencia activa de atención (profesores universitarios, científicos, estudiantes avanzados…). Los otros son rápidamente desbordados por un torrente de palabras que ya no pueden hilar, por eso se duermen.

Lo que se confunde aquí es, por un lado, el arte literario de escribir, que da lugar a una obra textual que un lector normalmente se apropia después en privado, según su propio ritmo interno y deseo, a través de la lectura individual; y, por otro lado, el arte escénico de compartir un discurso con un público, arte teatral por excelencia, arte del tiempo, que pide la creación en el instante de un espacio-tiempo de comprensión compartida por un público. El arte literario y el arte escénico son tan parecidos entre ellos como el arte plástico de dibujar una bailarina y el arte escénico de la danza. ¡No tienen nada que ver!

Los conferencistas que entienden este problema tratan pues de utilizar varios “recursos formales de comunicación” como “herramientas” al servicio de la comprensión del mensaje: humor, anécdotas, efectos de voz, soporte visual del muy famoso programa “power point” (¡punto de poder!), etc. Utilizando “instrumentos de comunicación”, se espera conseguir una mejor atención y comprensión por parte del oyente, tomando poder sobre su interés. Así nace el Gran Orador, el Maestro conferencista que sabe “hacer pasar” su discurso predeterminado en forma amena. Pero el problema es que se sigue distinguiendo entre, por un lado, el discurso conceptual en sí que se quiere “transmitir” (el Mensaje), y por otro lado los recursos retóricos de transmisión del discurso que se van a utilizar como medio al servicio del fin (los medios de comunicación del Mensaje). Entramos pues en una distinción infernal:

Fondo ≠ Forma
Finalidad ≠ Medio
Discurso a entender ≠ Herramientas de comunicación

¿Cuál es el problema aquí? El problema es que se considera a la comunicación, es decir a la conferencia misma, como mero medio al servicio de un fin ajeno (la comprensión del discurso en sí). Es decir que se niega el valor intrínseco de la conferencia, rebajándola a un mero instrumento de transmisión: ¡LA CONFERENCIA SE NIEGA A SÍ MISMA! Haciendo esto, se niega el valor de la presencia del público reunido. Se le dice subliminalmente a cada uno: “tu presencia aquí con los otros no es un fin en sí, es solo un medio para transmitirte contenidos teóricos que queremos que te lleves a tu casa”. Bajo la tiranía del discurso fin en sí de la conferencia – que es lo que es por sí sólo y sin necesidad del público – se desvaloriza a la asamblea de personas reunidas en público. El arte escénico del Compartir juntos se agacha como servidumbre del arte literario del Texto que lo domina e instrumentaliza.

Sin embargo, la comunicación ES creadora de sentido, y no hay sentido en sí alguno que no dependa de su medio de expresión. ¿Cuál es, pues, el resultado de esta injusta dominación del Texto sobre la Actuación? La instrumentalización sofista de todos los recursos de comunicación, luego la instrumentalización del oyente destinatario del discurso. Aquí entramos en la turbia utilización demagógica de la comunicación seductora, que utiliza artífices retóricos como para someter y conquistar al público. Pensábamos compartir juntos un momento de felicidad, y he aquí que los asistentes se transforman en la masa seguidora aclamadora del Gran Orador dueño de todas las técnicas de subyugación. No sólo la conferencia se niega y desvaloriza a sí misma como asamblea de personas reunidas, sino que se vuelve inmoral, transformando al público en objeto de sometimiento al “punto de poder” (power point) del Discurso, del Texto, del Conferencista. Aunque los congresos, coloquios, charlas, pueden parecer (y son) modos democráticos de compartir el conocimiento, quizás no dejen de tener una secreta relación solapada con el dominio aristocrático de las masas por la Palabra santa y todo poderosa del Texto de los expertos. La democracia participativa arriesga sin cesar decaer aquí en marketing.

Parezco exagerar mucho en mi crítica a la conferencia: no le dejo ningún lugar entre la lectura soporífica y los artífices retóricos engañosos. De hecho exagero, no es tanto así, y en la mayoría de los casos (felizmente) conferencistas honestos logran interesar e ilustrar a oyentes contentos y atentos. Pero mi tesis es que si eso ocurre, si puede haber felicidad en una conferencia, es porque en forma conciente o no, el (la) conferencista ha logrado rebajar la soberbia de su Texto a priori (de su Mensaje en sí a transmitir) para practicar igualmente el arte escénico del diálogo fructífero con el público. Ha logrado no ser sólo un artista del significado para ser también un artista de la actuación significante. Y, cosa imprescindible, ha aceptado abandonarse al acto significante para que la actuación misma, en el instante innovador e irrepetible de la palabra narradora, haga emerger el sentido de lo dicho. Dicho de otro modo: ha aceptado ya no controlarlo todo de antemano, sino confiar en la improvisación de la relación con el público. Su Texto a priori, que quería transmitir sin error, se transmutó en un Texto a posteriori, creado en el instante, desde la relación con el público, que ya no es un mero receptor pasivo de una Palabra predeterminada, sino el interlocutor de una Palabra emergente entre los dos, es decir en diá-logo (“dia” significa “dos” y “entre” a la vez).

Todo(a)s los (las) conferencistas que leen esto recordarán cómo se sienten regularmente DESBORDADOS por su discurso público, cómo el tranquilo Texto a priori de su charla preparada se transforma de pronto sin querer en un inédito momento de compartir con los oyentes. Momento en el cual el significado predeterminado no desaparece, por supuesto, pero se relaja, se hace mero marco de referencia, se pone un paso atrás a vigilar lo que está ocurriendo, como padres atentos vigilan en silencio los juegos de sus hijos improvisadores, dejándoles libertad desde la ternura. Brotan entonces las ocurrencias, imágenes, recuerdos y anécdotas… las palabras se pulen al escuchar la voz, al mirar las miradas… los significados se ritman al compás del cuerpo narrador… los conceptos se agudizan al chocar contra el rostro del oyente. Ya no hay texto en sí, hay curso del discurso, hay conferencia.

En breve, el (la) conferencista acepta no sólo de transmitir a los demás, sino también y ante todo de ser delante y con los demás. Acepta pues ser una persona con todas sus contradicciones y riquezas concientes e inconcientes, en cuerpo y alma, y no sólo una mera mente autocontrolada. Freud definía la cura analítica como el paso del inconciente a la conciencia: “Wo Es war, soll Ich werden” (“Donde Ello era, debo Yo advenir”). Aquí, en el arte narrativo de la conferencia pública, se trata un poco de lo contrario: “Donde Yo era, Ello debe advenir”. En el lugar del Yo soberano, dueño seguro de su discurso monológico, tiene que poder surgir la fragilidad libre y conmovedora de un Ello dialogante.

Si entendemos esto, podemos, ahora sí, distinguir las dos patologías del conferencista:

(1) La enfermedad del conferencista que quiere mantener el control de su texto, de su discurso, entonces que no hace más que transmitir fielmente un texto preescrito, negando el arte escénico del encuentro con el público, imponiendo el solo arte teórico literario. Este conferencista se equivoca de arte, al querer que su conferencia sea como una pintura, pintada previamente, y después expuesta en la galería. Pero todos los artistas del tiempo lo saben: la coreografía no es la danza, la partitura no es la música, la obra no es el teatro, el cuento no es la narración. Este es el conferencista soporífico.

(2) La enfermedad del conferencista que quiere mantener el control del público, entonces que utiliza artificios retóricos de sofistas para subyugar a los espectadores prisioneros embobados por su mensaje. Este conferencista es el artífice del marketing demagógico para conseguir la reacción exacta en el oyente, “hacer pasar el mensaje” como él quiere, lograr el impacto comunicativo preciso. Este es el conferencista manipulador.

Podemos notar que ambas patologías tienen algo en común: el afán del control total, la voluntad de poder soberano, el rehúso de la fragilidad, de la incertidumbre, de la relación improvisadora y del inconciente. Todos los artistas escénicos saben que este afán de control es vano, y conduce a actuaciones mediocres: cuerpos tiesos, discursos recalentados, sin chispa, modales artificiales y estereotipados, etc. He aquí, en el afán de control a priori, las limitaciones de las conferencias.
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