16/02/17: Concentración económica y centralización institucional. Enemigos del desarrollo.

CONCENTRACIÓN Y CENTRALIZACIÓN: ENEMIGOS DEL DESARROLLO REGIONAL CONVERGENTE Y EQUITATIVO

Efraín Gonzales de Olarte

Pontificia Universidad Católica del Perú

El Perú es un país centralista y concentrado. La concentración es la aglomeración de las actividades económicas, del capital y de los trabajadores en determinados espacios geográficos, lo que lleva a la concentración del poder económico en algún lugar. La centralización es más bien un fenómeno institucional y político, que consiste en la acumulación de capacidades de decisión política e institucional en los niveles altos de gobierno o de la empresa, es decir aglutinación del poder político. Bajo esta perspectiva la concentración económica en el Perú se da sobre todo en Lima Metropolitana, que produce casi el 50% del PBI, y unas cuantas ciudades del interior, en cambio la centralización estatal se concentra en el gobierno central ubicado en Lima, que maneja el 70% del presupuesto nacional y toma las principales decisiones económicas, políticas e institucionales.

Así, el Perú tiene como característica tener una combinación de concentración-centralización “dura”, no sólo porque concentra la producción y el poder económico y se toman decisiones de gasto y de inversión teniendo como referencia el mercado de Lima-metropolitana, sino también porque las principales decisiones políticas y estatales se toman teniendo en cuenta que el gobierno nacional, asentado en Lima, debe atender prioritariamente al 35% de electores que viven en esta ciudad. El problema esencial es que concentración y centralización se retroalimentan, por lo que cualquier intento de descentralización y desconcentración se enfrenta a esta poderosa configuración económica y política. Por ello, no nos debe llamar la atención las dificultades que tiene el proceso de descentralización para avanzar.

Adicionalmente y debido al atributo de la concentración económica el Perú la economía peruana funciona geográficamente con un sistema de centros y periferias. En primer lugar, el principal centro es Lima que domina al resto del Perú que se considera su periferia, y lo hace basado en su concentración económica. En segundo lugar, las ciudades grandes de las regiones también constituyen centros de sus respectivos espacios regionales, en consecuencia también tienen sus periferias constituidas por zonas rurales y pequeñas ciudades de distintos tamaños pequeños e intermedios. Es decir, el Perú se puede definir como un conjunto de centros y periferias, que funcionan con cierta autonomía económica debido a las distancias, las economías de aglomeración de las ciudades y las productividades de sus sectores.

Siendo el Perú un país grande, las distancias actúan como barreras al comercio, las economías de aglomeración que están en función del tamaño de las ciudades fortalecen los centros grandes y las productividades hacen que aquellas regiones con mayores niveles tengan un espacio económico mayor, el caso más visible es el de Lima-metropolitana, cuyos productos se venden en todo el Perú.

El principal problema de este sistema de centros y periferias, esparcidos en el territorio nacional, es que está débilmente articulado desde el punto económico y espacial. Por un lado, Lima produce una serie de bienes industriales cuyas principales materias primas e insumos provienen del extranjero, en consecuencia la articulación con su entorno rural se limita a la compra de alimentos agropecuarios. Adicionalmente, Lima le vende buena parte de su producción industrial al resto de regiones, aprovechando de las economías de escala que tienen sus industrias su productos son relativamente baratos, sobre todo porque tienen altas productividades en relación a los productos regionales que quisieran competir. Esto configura un fenómeno interesante: la balanza comercial de Lima con el resto de regiones es superavitaria, lo que significa que para el resto de regiones es deficitaria, es decir la concentración económica tiene como una de sus bases clave sus relaciones comerciales asimétricas con el resto del país. Esta situación ha llevado a que el Estado peruano trate de suplir con el gasto público este desequilibrio comercial. Esta es una de las razones ocultas del centralismo estatal, o sea la estructura econo- geográfica genera una situación de desequilibrio económico que se resuelve por medios fiscales, que suplen la debilidad económica de las regiones y que explica también la persistencia de la pobreza en aquellas que observan bajas productividades, para las cuales el nivel de gasto del estado es insuficiente para sacarlos de la pobreza, dadas las limitaciones financieras del Estado peruano y dados los niveles de pobreza existentes sobre todo en las áreas rurales.

El problema es que una situación como la que presentamos define una estructura productiva espacial que hace que la descentralización no sea suficientemente capaz de reducir estos desequilibrios y desigualdades, no sólo por los limitados recursos fiscales con que cuenta el Estado peruano, sino también porque la estructura económica no tiene los mecanismos de integración comercial entre regiones y dentro de cada región, para que tanto el gasto como la inversión pública sean suficientemente efectivos para resolver el problema de la concentración económica y la desigualdad distributiva que subyace.

La principal razón de este problema radica en el modelo primario-exportador y de servicios que tiene el Perú. Es un modelo caracterizado por que los sectores más dinámicos tienen altísimas productividades y sus tecnologías son poco divisibles y en consecuencia poco transferibles, además en el caso de la minería funcionan sobre la base de alta rentas diferenciales, por ejemplo el costo de producción de una onza de oro es de aproximadamente 250 dólares y el precio internacional está por encima de los 1,200 dólares, con esa diferencia los ingresos se desconectan de las productividades y se establece una economía y comportamientos rentísticos, que hacen difícil que otros sectores puedan competir y generan las bases para la concentración económica en Lima y en las principales ciudades. Obviamente, al lado de estos sectores de altísima productividad subsisten sectores con productividades 30 o 40 veces menores, que no logran articularse con los sectores de alta productividad. Todos estos sectores están en la periferia de las regiones. En consecuencia, el modelo primario exportador genera condiciones para la concentración económica, en la medida que produce las divisas que son usadas por los sectores productivos urbanos que casi no exportan.

Por otro lado, los servicios caracterizados por consumirse en el mismo momento de la producción, no se pueden almacenar ni se pueden transportar, lo que hace que las ciudades tengan a autocentrarse, pues los entornos rurales compran servicios urbanos de manera muy limitada. Esta es una razón adicional de porque hay poca integración entre centros urbanos y periferias rurales y que consolidan los centros.

Frente a un panorama así, son pocas las opciones para buscar soluciones capaces de resolver el problema de la desigualdad productiva entre regiones, entres ciudad y campo y entre Lima y el resto del país. Está claro que la concentración económica, debido a la limitada integración regional, no resuelve los problemas de la desigualdad social, ni las disparidades en las productividades y, en consecuencia, genera divergencia socio-económica entre las ciudades y sus respectivos hinterlands y, sobre todo, divergencia entre Lima y el resto del país.

Por estas razones, la única manera de promover el desarrollo regional equitativo y convergente, es decir que todas las regiones, o mejor dicho, los habitantes de todas las regiones puedan tener las mismas oportunidades de empleo, educación, salud y facilidades para vivir, es tratar de cambiar el modelo de crecimiento, pero sobre todo los factores del crecimiento.

Hasta ahora los principales factores del crecimiento peruanos han sido la explotación de recursos naturales, una industrialización dependiente de insumos importados y la promoción de algunos servicios como la gastronomía, el turismo y las finanzas. Hasta ahora no podemos lograr que las capacidades humanas con su creatividad, su capacidad de innovación y sus conocimientos, lo que se conoce como “capital humano”, sea la principal fuente de crecimiento, como lo ha sido en países como Singapur, Bélgica, Corea, Japón, que tienen pocos recursos naturales, pero que su crecimiento se ha debido al uso del conocimiento y la inteligencia humana para crear riqueza. No hay que olvidar que los recursos naturales no renovables se agotan, la industria puede devenir obsoleta. La capacidades humanas, en la era del conocimiento y las TICs, debería ser el principal objetivo de las políticas de desarrollo pues su capacidad de promover el desarrollo es casi infinita.

Por esta razón, la política educativa y la mejora de la calidad de la educación superior, tanto universitaria como técnica, es la clave para incorporar al factor más importante de la producción: el trabajo calificado y creador. Por ello, es importante insistir en la mejora de la calidad de las universidades en todas las regiones, pero nuevamente nos encontramos que las mejores universidades –con niveles internacionales- se encuentran en Lima y concentran a los mejores profesores, la mayor parte de investigadores, los mejores alumnos, es decir, existe también un centralismo universitario.

En el interior hay universidades de mucha menor calidad, porque no existen los suficientes profesores con las capacidades académicas adecuadas, en consecuencia muchas universidades están graduando profesionales cuya formación no está a la altura de las necesidades de capital humano calificado para el desarrollo. Sin embargo, hay un grupo limitado de universidades, sobre todo las públicas más antiguas que si tienen capacidades para progresar y mejorar sus calidades. El Estado haría bien en promover estas universidades con mayores presupuestos y fondos concursables para la investigación, por ejemplo provenientes del canon minero, petrolero o del gas. En cada región las universidades tienen un rol crucial que cumplir para mejorar las productividades, para crear nuevos productos y servicios, para exportar, o sea para contribuir a la desconcentración económica.

Finalmente, es fundamental hacer propuestas para que las universidades se conviertan en las proveedoras de profesionales calificados, innovadores, promotores, investigadores y empresarios. La continuidad de la política universitaria, impulsada por el injustamente censurado Ministro Jaime Saavedra, es fundamental para el desarrollo convergente de las regiones y para resolver los problemas de pobreza y de desigualdad.

Lima, 18 de diciembre de 2016

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