You Hurt My Feelings es de esas películas que no deberían sentirse cercanas a la audiencia. Es una historia coral que interseca los problemas (bastante mundanos, eso sí) de neoyorquinos de clase media alta, cada quien con su trabajo soñado o lo que se le asemeje, y que buscan el alivio a partir de la victimización y la autoindulgencia. Beth, una escritora de mediano éxito, no tolera que su marido le haya confesado a su cuñado que su última novela no le agrada en lo absoluto. El marido en cuestión, un psicoanalista que cobra cientos de dólares la sesión, se siente incapaz de aliviar a sus pacientes. El cuñado, un actor de éxito reducido, lidia con la inseguridad que le genera su nuevo papel en una obra fuera de Broadway. Su esposa, hermana de la escritora, es una decoradora de interiores cansada de decorar las casas de los súper ricos. Aquí existe todo menos problemas reales. Cada personaje se regodea en su propia autocompasión y exige respeto por sus sentimientos. ¿Por qué la audiencia, sumida en sus propios problemas -posiblemente reales- debería interesarse por lo que le sucede a Beth y compañía?
La respuesta nos la da Nicole Holofcener, la directora y guionista del film. Holofcener no es extraña a este tipo de tragicomedias ácidas sobre las relaciones contemporáneas, casi siempre impulsadas por el chisme, las confusiones y los límites de la cortesía. Su cine es un cine para adultos, inteligente y consciente de sí mismo, a veces sexy y casi siempre incisivo, incluso provocador, un cine de pequeñas observaciones y suficiente neurosis. La En Enough Said (2013) también con Julia Louis-Dreyfus, una masajista se enamora de un robusto y bonachón intelectual, Albert, y se hace amiga de una poetisa local, sin saber que Albert y la poetisa estuvieron casados por años. En Friends With Money (2006), cuatro amigos de la alta alcurnia de Los Ángeles lidian con distintas tensiones sentimentales y monetarias, que muchas veces son lo mismo, como forma de matar el aburrimiento. En Can You Ever Forgive Me? (2018), escrita por Holofcener, una bibliotecaria idea la estafa del siglo, y pone en riesgo la relación platónica con su mejor amigo. En todos los casos, la fórmula es la misma: personajes con vidas suficientemente buenas y estables, pero, aun así, sumidos en sus micro-conflictos y ansiedades, forzados a cargar con la duda y el arrepentimiento, dispuestos crearse problemas solo porque pueden hacerlo.
Esto no hace que Holofcener sea pesimista. Todo lo contrario. Su cine es uno de empatía y descubrimiento, de apego y desapego, pero siempre entrañable. Desprovista del excesivo cinismo de otros observadores neuróticos (Woody Allen y Larry David a la cabeza), Holofcener se preocupa por el bienestar de sus personajes y de la audiencia. Claro está, la visión de la directora tampoco se encapricha con las cuestiones (muchas veces absurdas) por las que pasan sus personajes. Holofcener parece reconocer la evidente tensión entre los problemas de sus personajes y los problemas del mundo real. La comedia en su cine, evidente en You Hurt My Feelings, se basa, en buena medida, en las pequeñas observaciones y los detalles al azar, pero también en el sinsentido del drama de sus protagonistas. Si un film así se tomara demasiado en sí mismo, la audiencia tendría problemas. Por suerte, Holofcener hace que los personajes, en sus constantes monólogos y confesiones, demuestren la limitación de sus problemas y lo ridículo de insistir en ellos.
La presencia de Julia Louis-Dreyfus, quizás de las mejores comediantes de su generación, hace el trabajo mucho más fácil. En Enough Said, Louis-Dreyfus se entromete en las secuelas de un matrimonio en divorcio solo porque no puede admitir que escuchó algo que no debía, y se llena de pequeños problemas y objeciones para negar lo que siente por Albert. Ignora los problemas de su hija (igual de engreída que ella, eso sí) y decide seguir sus instintos egoístas. Esta descripción puede calzar bien (aún con matices) en su interpretación de la desgraciada presidenta Selina Meyer en Veep (2008), la comiquísima sátira política de Armando Ianucci, y, por supuesto, parecen ser características compartidas con su Eliane en Seinfeld (1989), posiblemente la mejor pieza de entretenimiento que se haya hecho sobre neuróticos sin problemas reales. En cada uno de estos roles, Louis-Dreyfus es convincente al enfrentarse al absurdo de sus sufrimientos, los límites de su ambición y al evocar cierta mezcla entre indulgencia y cinismo. Louis-Dreyfus encarna el tipo de rol que producen los tiempos modernos: eternamente inseguro, casi siempre ambicioso, pero condenado al fracaso, dado que sus aspiraciones casi nunca parecen ser realistas. Y resulta, además, muy, muy graciosa al hacerlo.
Su Beth pasa por una serie de pequeños conflictos que, irónicamente, nos resultan bastante cercanos. Los personajes de Holofcener gravitan entre la alienación y la familiaridad, y Beth es un ejemplo bastante adecuado de esto. Sus memorias, basadas en la relación abusiva con su padre (“nada más abuso verbal”, insisten todos), se publicaron con éxito moderado, pero no han recibido la atención masiva que tantos otros reciben en el mundo literario. Su nuevo libro va dos años en borrador, su agente literario no la entiende y la clase de escritura creativa que dicta está repleta de alumnos desinteresados y muy poco talentosos. ¿Por qué motivo tomaron esta clase si ni siquiera sabían que escribí un libro?, pregunta Beth a su clase, y sus alumnos se quedan en silencio. Holofcener aquí parece adoptar un twist al cuento de la pata mágica, es que te cumple tus deseos, pero con un giro cruel al final. Sí, serás una escritora famosa, pero tus libros no los leerá nadie. Sí, darás una clase en The New School, pero tus alumnos serán terribles. Sí, publicarás tu novela pronto, pero tu esposo la odiará y parte del público será indiferente.
A los otros personajes les sucede algo similar. A Mark, el cuñado actor, le recordarán por su rol en cierta película, pero no lo suficiente como para pedirle una fotografía. Le llamarán para una obra de teatro, pero le despedirán al poco tiempo. Sarah, su esposa, tiene el trabajo de sus sueños, pero los clientes casi nunca le darán el visto bueno con sus proyectos. Y luego está Don, el esposo de Beth, el personaje más entrañable de la trama. Don es un terapeuta de éxito, pero que de pronto se confunde con el nombre de sus pacientes, que no sabe bien cómo aconsejarles y que se queda en silencio en su consultorio. Uno de sus pacientes se rehúsa a hacerle caso y habla mal de él a sus espaldas. Otros dos, una pareja en un matrimonio en crisis, se dedican a hostilizarlo durante las sesiones, e incluso le exigen que devuelva todo su dinero como compensación.
El guion de Holofcener está salpicado de estas observaciones comunes, de pequeñas secuencias que dividen a los personajes, pero con el mismo significado. Su humor es amable y astuto, y el cast no desentona en esta suerte de berrinche colectivo. Aquí es donde la cosa se siente muy real, por más que la audiencia no se parezca a estos personajes. En lo personal, he tenido episodios como los de Don, en que siento que mi trabajo no tiene impacto en la vida de mis clientes y mi impotencia solo los aleja más. He pasado la frustración creativa de Beth y la sensación de que podría ser mejor en lo que escribo. He pasado por la sensación abrumadora (como si el mundo se acabase) de saber que alguien que quiero y admiro no está contento con mis textos y proyectos. Me pregunto si la fama vale la pena ante tantos rechazos y me enfrento a la sensación creciente de que, en el fondo, trabajar para familias ricas no hace ninguna diferencia.
You Hurt My Feelings hila fino en su análisis sin que la audiencia se de cuenta. Claro que tiene sus limitaciones (la historia se apresura por acabarse en menos de 80 minutos, e irónicamente le sobran unos 10), pero, al final, es de ese tipo de películas que vale ver: adultos siendo adultos, adultos de conversaciones inteligentes y locuras agradables, y que, como todos, hacen lo que pueden por sentirse agentes de valor. La lección es bastante simple: a veces hay que reconocer que, por más que no queramos, no seremos lo que aspiramos a ser, y toca contentarse con nuestro pequeño éxito y nuestros pequeños problemas. Y sí, es probable que algunas veces, y sin quererlo, alguien hiera nuestros sentimientos.
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