De romance y enigma – La doncella (2016)

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Contiene spoilers

Ver La doncella no es una experiencia sencilla. Hay suficientes giros para llenar una buena novela y su secuela. Hay personajes que parecen una extensión de otro personaje, lo que implica un estado de confusión permanente en la audiencia. Se evidencia un constante intento de cuestionar patrones morales y sociales de rigor, casi siempre desde el erotismo y la violencia, filmando lo perverso sin tapujos ni limitaciones. Su duraciónmás de dos horas en su formato original y casi tres en la versión del director- tampoco es tan amigable. Pensemos, entonces, en aquello que justifica su éxito Podría ser la puesta en escena: suntuosos decorados, tomas bellísimas, filmadas con cuidado, detalles delicadamente insertados y que no captamos con facilidad. Serán, tal vez, los perspicaces comentarios sobre clase, identidad, amor, deseo y engaño, temáticas bastante universales que, diferencias históricas aparte, funcionan bien con la audiencia. Habrá que añadir, además, que el equipo detrás del film, desde la dirección de Park chan-wook hasta el extenso elenco actoral, hace un trabajo riesgoso, pero notable para manipularnos: nos fuerzan a creer en esta historia -por más inusual que parezca y por más bizarra que se torne- y nos regalan un conjunto de emociones contradictorias, escenas difíciles de ver y cierto tono melancólico, casi siempre memorable. 

La historia se divide en tres partes, cada una filmada desde un punto de vista diferente. Conocemos a Lady Hideko, elegante dama victoriana, pero, a su modo, también una mujer muy sola. A través de sus silencios y actitud distante, deja un aura de incertidumbre entre sus allegados. Lady Hideko es objeto de deseo del Conde Fujiwara, codicioso sujeto que está dispuesta a someter a la dama (y su fortuna) a su control. Para ello, idea un intrincado plan que implica encerrarla en un sanatorio. Dicho plan necesita la presencia de Soo-Kee, joven y pobre mujer, sin mucho futuro por delante. El plan de Fujiwara incita a que Soo-Kee se haga pasar por la doncella de Hideko, que haga de su fiel y servidora acompañante y que, en el momento preciso, sepa traicionarla sin remordimientos. Todos los elementos parecen dispuestos para que Hideko caiga en desgracia. Sin embargo, dicho plan sufrirá  una serie de extraños reveses, influenciados por las cambiantes motivaciones de los personajes, principalmente la relación entre Soo-Kee y Hideko, que parece estrecharse con el tiempo.

Existe una creciente tendencia en el cine surcoreano contemporáneo a presentar historias que, acogidas en el cine de género, abren una serie de disputas sobre la tensión permanente entre las clases sociales del país. Así como Parásitos (2019) explora sin tapujos los estragos del neoliberalismo surcoreano a partir de la sátira, y Oldboy (2003) profundiza el conflicto entre ricos maquiavélicos y pobres desamparados a través del cine de acción, así también La doncella, como drama erótico, se pregunta por idiosincrasia social -jerárquica y violenta- que ha determinado la vida en Corea; las tantísimas razones que han dividido a unos y otros en el país asiático. Park necesita un escenario grotesco y estrambótico, una especie de Corea victoriana, para que su efecto funcione. Necesita de la hipérbole para que podamos entender lo opresor de estas diferencias y la fragilidad con la que se constituyen.

Parte de esta presión social de exhibe en la identidad de las mujeres en el film. Pensemos en cómo Lady Hideko ha sido criada para servir: sometida a un estricto régimen educativo, forzada a ver con ojos de deseo a su tío y, mediante la imposición -de un idioma, una forma de responder y un nombre particular-, ve obligada a adoptar una identidad que no es la suya. Soo-Kee, a su vez, criada en los espacios más agrestes y pobres de Corea, parece haber adoptado un modo de supervivencia basado en la adulteración: vivir fingiendo ser otra, disponerse a robarlo todo y engañar a cualquiera con tal de asegurarse el pan, asumir que no se puede confiar en nadie. Ambas formas de imposición, por supuesto, parece verse cuestionadas una vez que Soo-Kee y Lady Hideko se acercan una a la otra y confían en una historia que no es la suya. Algo cambia con la intimidad. Sin embargo, este no es un proceso lineal ni sencillo: conforme avanza el filme -y todavía se mantiene la distancia entre una mujer y la otra- Soo-Kee y Lady Hideko continúan distorsionando sus sentimientos, negando su creciente deseo y jugando con las percepciones de la otra. No fácil, pero, de a pocos, el deseo -genuino y espontáneo- puede con la desconfianza y termina siendo el común denominador en su relación.

Mucho tiene que ver, por supuesto, con cómo se filma lo erótico. Es a través del cuerpo y su lenguaje -ese de caricias, de morbo y tacto prohibido- que dos personas sin mucho en común (y mucho que perder) pueden acercarse y con éxito. Es a través del cuerpo que personajes forzados a la censura como Lady Hideko o que viven en auto-engaño como Soo-kee pueden sentir algún tipo de liberación o seguridad. No es difícil encontrar refugio en el cuerpo ajeno, lo que también implica entregar el cuerpo propio. Quizás por eso Park no se contiene al explorar las tensiones sexuales entre las dos mujeres, filmando el uso de su cuerpo como un capital particular, no tanto material, sino emotivo, incluso espiritual. El producto final, a pesar de nuestras dudas, resulta abrumador. Las escenas de sexo están filmadas con elegancia y detalle, dotadas de un cierto recato a pesar de su contenido, incitando cierta melancolía y enigma, más propio del drama victoriano que de una película erótica.

Hablemos de giros de guion. ¿Cómo deberíamos reaccionar ante las distintas revelaciones que tenemos en la pantalla? Partimos de los artificios del cine y de su relación de complicidad con la audiencia, los acuerdos de manipulación y de consciente ignorancia. Aceptamos las confidencias y valoramos que nos engañen. Sabemos que la historia es falsa, prefabricada, que todo está delimitado y ha estado delimitado meses o años anteriores por alguien ajeno a nosotros. Aun así, exigimos que sigan las revelaciones, nos sentimos inmediatamente atraídos hacia los giros de guion, las vueltas de tuerca existentes, la forma en que la historia parece seguir engañándose a sí misma. Es el placer no saber y, luego de tanto, por fin saberlo. En La doncella, se construyen tres historias en paralelo, se reservan los detalles, se asume que la audiencia tratará de descifrarlos por su cuenta, en un delicioso juego de gato y ratón en el que la agencia creativa no solo le pertenece al realizador, sino también al espectador inquieto. Por supuesto, gracias a las dos protagonistas, -cada una con una voz valiosa y algo muy propio qué decir- la audiencia se incentiva a desentrañar y reinterpretar el misterio.

Es un trabajo pulcro, astuto y casi siempre convincente en la narración, el cual también depende del estilo. La propuesta de Park, a diferencia de otras propuestas arthouse, privilegia la acción antes la contemplación. Como en Oldboy, Park expone  a la audiencia a numerosos juegos visuales, detalles y símbolos que, filmados rápidamente, consiguen emular el conflicto de percepciones en el film. La historia no importa tanto por lo que narrado, sino por cómo se narra, con voces muy distintas hablando de lo mismo. Para que la película funcione, se deben filmar las cosas dos veces y la audiencia debe querer verlo todo una segunda vez. La cámara de Park es movediza, demasiado rápida, distraída en lo que enfoca, fija por un segundo para luego saltar a otro objetivo. En cuanto a su estilo, el film se acerca más a una propuesta hollywoodense antes que al cine de autor. El ritmo ágil contiene nuestra expectativa y sorpresa, lo que irónicamente incita a que prestemos más atención. Aquí ayuda la voz en off: una narración elaborada con precisión, que nunca dice más de la cuenta. También importa el montaje: escenas de amor que colapsan tomas arriesgadas de lo cuerpos, numerosos saltos temporales para entender a los personajes y sus motivaciones, escenarios que se repiten pero que se sienten nuevos. Así, la puesta en escena es un necesario aliciente para la narración.

Al final, podemos decir que, a pesar de todo, La doncella se mantiene como una historia de amor. Por momentos, nos atrevemos a pensar que la única relación desprovista de poder, la única relación no mediada por lo perverso, fundada desde la compasión, está entre estas dos mujeres. Ese es el twist fundamental en la historia de Park. Filmándolo con belleza, prefiriendo emociones distintas y difíciles, pero esenciales para ser llevadas a la pantalla. Agradecemos que, de vez en cuando, podamos dar con una historia atrevida, segura de sí misma y de lo que ofrece, capaz de enamorar a cualquiera.

Puntuación: 5 / Votos: 1

Acerca del autor

Anselmi

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