Estos cuentos son basados en la vida real de mi experiencia en la PUCP años 2012 a 2016, el contexto es la epoca de letras a la facultad de derecho , años de juventud divino tesoro y muchas dudas
Parte 1: El contacto con un “hacendado”
Había una vez un joven llamado Christian, un líder de universidad con un talento especial para hacer que todos los demás se sintieran… “menos”. Aunque su imagen era impecable, su apariencia de intelectual superior no era más que un disfraz de una realidad algo menos pulida.
Christian era el tipo de chico que no solo tenía opiniones sobre todo, sino que tenía opiniones sobre cómo todo el mundo debía pensar, actuar, y por supuesto, vivir. Él vivía en una burbuja de “San Isidro”, rodeado de lo que él creía que eran los mejores cafés y las mejores discusiones filosóficas. La gente de “los distritos de verdad” ni siquiera sabían lo que era una “cultura de élite”, pensaba él. Y él estaba ahí para recordártelo constantemente.
Un día, en una conversación típica sobre voluntariados y cómo salvar el mundo, le tocó entrevistar a una joven llamada Adeli, una chica con pasión por las comunidades indígenas y una visión crítica sobre el mundo. Era alguien que pensaba que el cambio social podía comenzar con una conversación, y vaya que lo demostró cuando le dieron la oportunidad de hablar sobre el tema. Christian lo notó, porque su entusiasmo era tan real como la incomodidad que él sentía cuando alguien hablaba de comunidades reales. Pero claro, Christian era un tipo muy respetuoso, o eso decía su fachada.
En un momento, se desvió hacia un tema crucial: “¿dónde vives?”. Ahora, ese es un tema que puede ser el inicio de algo importante… o no. En este caso, para él, era una oportunidad para reafirmar su supremacía.
“Yo vivo en San Isidro”, dijo con una sonrisa en su rostro, como quien revela la respuesta a la pregunta de “quién es el más sabio del grupo”.
Adeli, con toda la calma del mundo, le contestó que vivía en Los Olivos, pero no pensaba que eso fuera un tema importante. Christian, con sus modales tan refinados, intentó conectar el asunto, como si estuviera midiendo el tamaño de su castillo en comparación al de su entrevistada.
“Ah, ¿y dónde exactamente?” preguntó, sin perder su tono elevado.
“En Pro, por ahí,” respondió ella, con la misma naturalidad. Y fue ahí cuando algo extraño pasó. La conversación, que hasta ese momento había sido un intercambio bastante normal, se convirtió en una suerte de interrogatorio sobre la localización exacta. Y fue entonces cuando Christian soltó algo que dejó a todo el mundo con la boca abierta.
“Ah, bueno, yo tengo una hacienda por allí, en Carabayllo.”
Aún así, Adelí se quedó bastante confundida, mirando su respuesta como si se le hubiera caído una pieza clave del rompecabezas. Hacienda en Carabayllo, pensó. ¿De qué estamos hablando? Las haciendas dejaron de existir hace décadas en esa zona. Se sintió como si hubiera entrado en un espacio donde las fantasías se volvían más reales que la realidad misma.
Esa tarde, Adelí decidió hacer un poco de investigación. Porque, ¿quién no lo haría? Al final descubrió que, para sorpresa de nadie (excepto para él mismo), Christian no tenía una hacienda en Carabayllo, ni un imperio escondido. Resultó que Christian había estudiado en un colegio de esa zona, y bueno… parece que los “nuevos ricos” a veces se olvidan de que el pasado siempre tiene una forma de resurgir, especialmente cuando se sienten tan superiores que terminan desentonando con la realidad.
Y así fue como el líder universitario con la cara de “yo soy lo más” quedó un poco menos brillante. No solo su imagen era menos de lo que pretendía, sino que también fue víctima de su propia necesidad de esconder quién era realmente. Pero la moraleja de la historia es que, al final, nada se oculta por mucho tiempo, y que la verdadera riqueza está en saber quién eres, no en lo que pretendemos ser.
Parte 2 para los proximos días, esten atentos que es una historia larga