Una sociedad más igualitaria y equitativa, incluyente, con amplias oportunidades para la población es una aspiración compartida por los países y uno de los 17 objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, firmada por 193 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas.
Proclamada el 25 setiembre de 2015, la plataforma ODS se sostiene en una visión transformadora de la realidad global para erradicar la pobreza y asegurar la prosperidad para todos, protegiendo el planeta y promoviendo medios de vida saludables.
Reducir la desigualdad al interior de las naciones y entre ellas es una enorme tarea de múltiples dimensiones pero de urgente necesidad, pues en el mundo como en el Perú, millones de ciudadanos se encuentran excluidos del bienestar por las brechas que muchas naciones mantienen debido a los escasos compromisos de sus líderes con la transformación de sus sociedades, y por las dinámicas globales que refuerzan estructuras económicas y sociales que no favorecen el crecimiento con desarrollo social.
La desigualdad afecta a las personas de manera dramática. Sólo dos ejemplos, recurrentes, por cierto, muestran descarnadamente una cruenta situación que padece la población infantil:
“Unos 69 millones de niños menores de 5 años morirán por causas en su mayoría prevenibles. Las mujeres de las zonas rurales tienen el triple de probabilidades de morir en el parto que las mujeres de los centros urbanos… Las desigualdades en los ingresos, el género, la edad, la discapacidad, la orientación sexual, la raza, la clase, el origen étnico, la religión y la oportunidad siguen persistiendo en todo el mundo. Amenazan el desarrollo social y económico a largo plazo, afectan a la reducción de la pobreza y destruyen el sentimiento de plenitud y valía de las personas (https://bit.ly/3xH5x2p).
La búsqueda de mejores escenarios demanda un conjunto de metas, lamentablemente hoy muy difíciles de obtener debido al impacto de la pandemia del covid-19. En el 2015 se había fijado alcanzar al 2030 el crecimiento progresivo de los ingresos del 40% más pobre de la población a una tasa superior a la media nacional.
No obstante, otras metas aún son posibles si hay voluntad política y compromisos de los Estados, gobiernos, empresa y sociedad civil organizada: promover la inclusión social, económica y política de todas las personas independientemente de su edad, sexo, discapacidad, raza, etnia, origen, religión o situación económica u otra condición; garantizar la igualdad eliminando las leyes, políticas y prácticas discriminatorias; y adoptar políticas fiscales, salariales y de protección social que promuevan la equidad.
Promover la igualdad y reducir la desigualdad, es posible. Y, ojo, esto no es comunismo.