Los estudios de los organismos multilaterales sobre el futuro macroeconómico de América Latina post pandemia, llaman la atención por su optimismo en la progresiva recuperación de los indicadores económicos. En buena hora porque eso es lo que se espera en medio de los estragos del Covid-19 y sus impactos en la vida de la gente, especialmente en los sectores pobres y vulnerables. Las recomendaciones incluyen reformas económicas orientadas a mejorar la productividad, eficiencia de los servicios públicos, ampliación de las inversiones en infraestructura y otras.
Los bancos centrales de la región, advierten, “tendrán que navegar aguas peligrosas y desconocidas”, pues, entre otras cosas, tienen menos fondos disponibles y tasas de interés de política monetaria en mínimos históricos.
Los ahorros en el gasto público y los mayores ingresos fiscales producto de una mayor exigencia tributaria, deberían destinarse a los proyectos con altos beneficios sociales y en proyectos que favorezcan el crecimiento. Lo recomienda así el Banco Interamericano de Desarrollo en su último informe macroeconómico para América Latina y el Caribe (BID, marzo 2021), que incluye, una mejor focalización de los programas sociales de transferencias económicas, sobre el cual, Perú evidencia progresos significativos hace varios años.
La perspectiva que tiene la Comisión Económica para América Latina, organismo del sistema de Naciones Unidas, apuesta, sin embargo, por “la creación de un verdadero Estado de bienestar, tarea largamente esperada en la región”. Su último estudio, Panorama Social de América Latina 2020 (CEPAL, marzo 2021) sostiene que la pandemia ha exacerbado las brechas de la desigualdad estructural y “se vive un momento de elevada incertidumbre, en el que aún no están delineadas ni la forma ni la velocidad de la salida de la crisis”. Observa que los costos de la desigualdad se han vuelto insostenibles y que es necesario reconstruir las naciones con igualdad y sostenibilidad.
Esta otra mirada se nutre de las necesidades y expectativas de los países latinoamericanos y puede articular esfuerzos gubernamentales, así como los discursos renovadores del desarrollo económico y social que mejoren las políticas públicas, entre estas, políticas sociales con programas productivos habilitadores de oportunidades económicas, una ruta estratégica de contención de la vulnerabilidad y la pobreza para un horizonte menos aterrador de lo que hoy observamos.
La crisis económica y sanitaria, cuando en el Perú ya casi hemos tocado fondo, exige el esfuerzo de todos. Demanda un pacto social y político básico, un plan de emergencia nacional, y una agenda a mediano plazo centrado en las personas.