“Asesinos” por Jeisson Sandoval

[Visto: 1504 veces]

conejos

Encerrado en este gris y oscuro cuarto, recuerdo cuando mi coneja se volvió una asesina en serie. Tenía trece años entonces, mis padres decidieron enseñarme a ser responsable y me dieron a criarla. La primera vez que la vi fue una madrugada en que desperté con sed, estaba en medio de la sala, se mantuvo quieta cuando me vio, no me dejaba de mirar, respiraba rápido o estaba oliendo, no sé. Entendía que había dado un recorrido por la casa pues había bolitas de caca por todos lados. Me acerqué para verla de cerca y me pareció que se asustó pues se encogió. Tenía muchas manchas negras sobre su blanco pelaje, en las patas y en la cola; en la cabeza otras más que le daban la apariencia de una delincuente enmascarada pues las habían en las orejas, ojos y la nariz; y finalmente en la espalda otras más que le daban forma a una mariposa, por esto ultimo su raza, Mariposa de Viena.

No la crié nada bien, le daba comida, pero la primera semana olvidé el agua, luego me justificaría diciendo que creía que la coneja podía prescindir de líquidos con la alfalfa fresca, ahora me río de tal ignorancia. Otro error fue cuando estaba apunto de tener a sus crías, andaba como loca buscando un hueco, pero su instinto no le ayudaba a cavar sobre el cemento. Pero oh, graciosa providencia, mientras la veía preocupada, lo que casi la desnuca se convirtió en el lugar donde tendría sus crías. Un tripley de mi tamaño entonces, cayó por el viento formando una especie de cueva con la pared y arrancándose los pelos tuvo sus crías ahí. Vi seis por un huequito, creo que se molestó, no lo supe con seguridad entonces, pero al día siguiente, vi dos de sus crías muertas, supongo que las mató, ya me habían advertido antes, un primo me dijo: matan a sus crías si se dan cuenta que las estas viendo, claro solo algunas que son muy celosas. Después yo mataría a una de sus crías y ella a una más. Saqué los cuerpos calatos que parecían pericotes y los boté. Lo mío fue casual, un ladrillo que estaba en cima de su prisión le cayó a una cría por un movimiento no intencionado, pero no lo supe en ese momento, sino al día siguiente, creo que por eso mató a la otra cría, me parecía siempre que era vengativa, algo como cuando descubrían mis vergonzosos secretos en el colegio y no dejaban de contarlos a todos mis amigos y yo me vengaba con el mejor de ellos.

Pero no es por eso que la llamo asesina en serie. Luego de que sus dos crías sobrevivientes crecieran un poco, compré otra coneja preñada. De esta crecieron sus cinco crías. Mi padre fabricó entonces una jaula y puso a las crías en un lado y a las madres en otro, pero separamos a estas últimas porque la primera perseguía a la otra buscando pelea, se mordían. Aquel día vi a la coneja agitada con una mirada cruel, con la nariz colérica y el ceño fruncido, parecía humana esa expresión, un “odio todo” patente. Tiempo después compré dos conejos más, estos de mejor raza, y también me aburrí de limpiar las jaulas, entonces decidí soltarlos a todos, cercarlos y listo. Ahí empezó todo. A la semana siguiente como un asesino que estudia o medita su decisión, murió una de las crías de la segunda coneja, creí que el maldito gato de la vecina era el responsable, así que puse de guardia a mi perro. Al día siguiente dos muertos más, extraño en verdad, así que aislé a los otros dos conejos pequeños que quedaban, durante una semana no pasó nada. Pero a la siguiente descubrí muertos a los otros dos conejitos, junto a ellos la coneja había conseguido meterse al lugar donde estaban, los había buscado y hallado la forma de entrar y matarlos. Decidí observar que ocurría en mi ausencia así que un día, muy despacio me acerqué sin que me vieran y presencie algo muy extraño. Muy despacio la coneja se acercaba por detrás de uno de los últimos conejos que compré, me pareció que lo montaba, pero lo que hizo luego fue poner sus patas delanteras delante de las traseras del otro y mediante un jalón brusco y rápido le intentaba romper las patas, repetía este acto muy seguido hasta que terminaba matando al conejo, lo dejaba echado, pateando y sin poder pararse, y finalmente doblando el cuello hasta estirarlo todo hacia su espalda y morir después de una larga agonía. Aún no entiendo como se puede matar así. Pero a la vez que sorprendente ahora me parece que esa coneja era bastante astuta. No mataba a mordiscos no solo porque no fuera posible sino por cautela. Así mató uno más mientras bajé a meditar lo que había visto. Solo se quedo con sus crías y la segunda coneja que compré. Luego la venganza fue mía y maté a sus crías y a la otra y la dejé encerrada en una muy pequeña jaula y horriblemente sola. Antes de que se muriera no se de qué me miraba horrible, tenía los mismos ojos y la misma soledad que ahora tengo yo, en este cuarto oscuro, después de lo que hice.

Puntuación: 0.00 / Votos: 1

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *