Archivo por meses: junio 2007

S/T por Felipe Mera

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cerebro

Con minuciosidad carpintera cincelas el hueso. Destapas el cráneo. Hay silencio. Siempre ante lo maravilloso se enmudece. El legendario órgano reposa desconcertado, con súbito frío. Tú lo observas: es rojizo, con venas, con callos por tantos problemas. Los ojos de tu paciente están desorbitados. Los muertos no cierran los ojos. Él te invita a seguirlo (no es el primero). Él no siente nada, no ha dicho ni un aú. Te cambias de guantes. La sangre es viscosa. Tu oficina es tu infancia. Te aproximas al cuerpo, está amarillo, no te sorprendes, el sol no ha dejado de seguirte. Eres una extensión del mar. Su sangre es el mar en donde te bañabas con Raúl. Tantas comparaciones que inventaste mientras pesabas su hígado, sus riñones, mientras abriste su pecho y examinaste el corazón. Has visto demasiados corazones como para amar. Los has tocado. No son tibios. La vida es una autopsia permanente, por eso estudiaste medicina. Levantas y pesas el cerebro. Un kilo cuatrocientos gramos de humanidad. A eso nos reducimos. Convives con muertos pero sólo uno murió a tu lado. Eras niño. El tiempo ha desempeñado su oficio sobre ti. El calendario de tu oficina indica el cinco de agosto, sin embargo, al cerrar los ojos, regresas al dieciocho de noviembre, más precisamente, a las tres con veintidós minutos de la tarde. El cerebro yace en lo alto de su trono metálico, contemplando su cuerpo hinchado, carente de sentimientos. Raúl también pasó por esto y contempló su cuerpo hinchado carente de sentimientos y lloró sin ojos y gritó sin boca. Regresas el cerebro a su tumba profanada. Aprietas stop en la grabadora. El nombre es el mismo. Siempre. Sigue leyendo

“Mónaco” por Alex Garland

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sterlin moss

[…]
Mónaco está lleno de historias.
El primer ganador de la carrera, en 1929, se inscribió solo como “Williams”. Algunas leyendas dicen que era un aficionado acaudalado.; otras, que un humilde chófer. Pero su verdadero nombre era William Groover y pilotó para el equipo Bugatti. Medio inglés, medio francés, Grover se alistó en calidad de conductor en el cuerpo de la Armada Real, donde gracias a ser bilingüe fue reclutado por el cuerpo de operaciones especiales en 1942. Lo entrenaron para ser un agente secreto y lo lanzaron en paracaídas sobre Francia, donde aterrizó cerca del circuito de Le Mans. En Paris organizó una red de sabotaje y reclutó para ella a otros dos pilotos franceses, Benoist y Wimille.
En 1943 se descubrió la red. Grover fue torturado por la Gestapo y luego ejecutado. Benoist escapó, pero volvieron a capturarlo en 1944 y murió en Buchewald.
No sé qué le pasó a Wimille.

Pero conseguí la foto.
La muchacha se agarra a la valla con la mano libre, tiene la cabeza echada hacia atrás y la espalda arqueada. El joven se incorpora a medias en su asiento. Un cliente mira hacia allí, al parecer acaba de comprender lo que está haciendo la muchacha. Otro comensal se vuelve hacia adelante, donde el Ferrari pierde su tren posterior en medio de una nube de caucho en llamas.

Alex Garland (Londres, 1970) ha escrito dos libros titulados The Beach (1997) y The Tesseract (1998) y en “Mónaco”, cuento escrito específicamente para la antología Los nuevos puritanos, publicada por Nicholas Blincoe y Matt Thorne, materializa un esquema típico de la narrativa contemporánea: el montaje de secuencias narrativas en paralelo y simultáneas. Otro cuento, “La punta” de Charles D’Ambrosio (Seattle, 1960), que incluye Juan Fernando Merino en su variada Habrá una vez. Antología del cuento joven norteamericano sirvió para ilustrar a los talleristas sobre el tipo de secuencia favorita de Mario Vargas Llosa: el montaje en paralelo con retrospección y dato escondido. Con la libertad de optar por una secuencia narrativa u otra,, los talleristas presentaron sus cuentos, de los que rescato para el comentario los que me parecieron ejercicios notables. Sigue leyendo