Por Rocío Silva Santisteban
Conocí a Pedro Huilca una mañana de verano del año 1990 en el local de Construcción Civil de Cangallo. Era una entrevista sui generis que me habían pedido de la revista feminista La Tortuga. Un obrero de construcción civil, comunista, cusqueño, convertido ahora en dirigente nacional, era el candidato perfecto al macho peruano que, seguramente, la directora de la revista quería ampayar. Pero no fue como pensábamos ni ella ni yo, porque Huilca era si, muy cortés y parsimonioso como buen cusqueño tradicional, pero felizmente había podido escapar del estereotipo del macho clásico y aunque reconocía la poca participación de las mujeres en los sindicatos como dirigentes, en la medida que desde siempre estuvieron en las luchas sindicales, se atrevió a mencionarnos algunos nombres de pioneras de la lucha sindical y no pocas del SUTEP de la época.