Valeriana Huillca tenía 18 años cuando inspiró el llamado himno del Cusco. A sus 85 años, sobrevive en Acopía ciega, muy pobre y en el más triste olvido.
Por Roxabel Ramón
Lo más angustiante de Acopía es el silencio. Un silencio cargado de moscas y, lejanamente, de rebuznos que se cuelan por las callecitas ordenadas con casas de adobe, pero no por los oídos de Valeriana Huillca, quien solo escucha algo si se lo gritan al oído izquierdo. A sus 85 años, Valicha también se ha quedado ciega. Por eso pasaron varios minutos sin que se percatara de que estaba siendo fotografiada: sentada sobre el piso de tierra, depuraba con hábiles dedos un trozo de lana de carnero.
Así, con la postura y el semblante relajados, dejaba adivinar esa belleza maldita de la que fue víctima en su juventud. Belleza cuya fama alcanzó toda la provincia de Acomayo, cuando ella era aún una campesina adolescente; la que provocó una envidia disfrazada de desdén de sus contemporáneas, y que inspiró hace décadas a su patrón, Miguel Ángel Hurtado, a crear una canción despechada, que algunos reclaman como un himno del Cusco.