Por: Juan Paredes Castro
No quisiéramos pensar en otro escenario de sangre como el de Bagua, ¿pero qué nos asegura que no lo volvamos a vivir y sufrir, bajo otro nombre o forma y bajo la más grande de nuestras desgracias institucionales: la impunidad?
Hemos tenido más gobiernos militares que civiles, más años de inestabilidad que de continuidad exitosa, 20 años de terrorismo y 10 años de escandalosa corrupción como herencia de un régimen cuyos seguidores reclaman, ¡oh ironía!, el “activo” de la pacificación del país. Es más: no hemos olvidado el salvajismo de Ilave ni el desborde de Arequipa ni el levantamiento de Andahuaylas. ¿Y qué hemos aprendido?