Por Raúl Wiener
Fue un 10 de abril de hace 11 años que Toledo salió al balcón del hotel Sheraton para denunciar el fraude electoral de Fujimori y llamar al pueblo a la resistencia. Este domingo, el mismo Toledo que días antes había estado convocando a enfrentar en las calles el anunciado triunfo de Ollanta Humala en las urnas y amenazado con volverse a poner la vincha, tuvo que rendirse y admitir que el Perú había manifestado su enojo en las urnas. Un enojo que venía desde muy lejos y que se tradujo en el rechazo a tres personajes emblemáticos de la pasada década: un expresidente, un expremier y un exalcalde Metropolitano, que fueron el centro de la política nacional en un período que comenzó cargado de esperanzas y que concluye en un malestar que fluye por todos los poros. No hay manera de negar que este sentimiento que estaba ya en germen en el 2006, cuando Humala alcanzó el 47% de los votos en segunda vuelta y del que nadie sacó las conclusiones, tenía que ver con lo que Toledo prometió en la lucha y traicionó en el gobierno.