Por Roger Rumrrill
Diez minutos antes de aterrizar en el aeropuerto “Padre Aldamiz” de Puerto Maldonado, en Madre de Dios, hace poco he visto el infierno desde el cielo: miles de hectáreas del bosque primario, aguas limpias de arroyos y lagos y toda la maravillosa vida de la naturaleza convertida en una masa oscura, gelatinosa y muerta por la minería aurífera.