Por Roger Rumrrill
El mensaje a la nación del presidente Alan García Pérez, el 28 de julio, fue decepcionante para millones de peruanos. Ratificó tozuda y peligrosamente su hoja de ruta de confrontación y polarización; reconfirmó que las políticas de su gobierno en los dos años finales son “más de lo mismo”; no propuso ninguna cura de emergencia para la peor de las enfermedades del país, la corrupción, y con sus anuncios de gastar y gastar en obras y más obras se reafirmó como un cortoplacista empeñado en consolidar el modelo primario exportador. Ciego, sordo y sin visión de futuro.
Para los indígenas amazónicos, el mensaje no sólo fue decepcionante, sino desesperanzador. Igual que el 4 de junio pasado cuando creyeron que el Congreso derogaría el decreto legislativo 1090, esta vez también esperaban con expectativa la solución a sus justas demandas.