La publicidad como política cultural

No basta aprovechar campañas publicitarias ajenas para hacer de la cultura un factor de desarrollo. Se necesita formular políticas públicas.

Por Santiago Alfaro Rotondo

En coordinación con el Instituto Nacional de Cultura (INC), la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) viene promoviendo con generosidad la campaña “La cultura no es un lujo”. Su objetivo es difundir una noción amplia de cultura y sensibilizar a la sociedad peruana sobre la importancia que esta tiene para la generación de puestos de trabajo y lucha contra la exclusión social.
Las piezas publicitarias de la campaña, desarrolladas por la agencia Quórum, han buscado viabilizar el mensaje quebrando las dicotomías entre la cultura ilustrada y popular al representar expresiones artísticas como el huaylarsh y el ballet fuera de sus clásicos contextos. En una época marcada por la expansión del mercado interno, la movilidad social, el desarrollo de tecnologías digitales y la circulación global de bienes y servicios culturales, las piezas no solo resultan ociosas sino también inocentes.

Como sucede en otras partes del mundo, la producción, la distribución y el consumo cultural de los peruanos trasciende las oposiciones convencionales que distinguen rígidamente lo tradicional de lo moderno, lo rural de lo urbano, lo culto de lo popular y lo popular de lo masivo. Actualmente, las artesanías de Chulucanas decoran las salas de los barrios más acomodados de Lima, y en los gimnasios de Miraflores los jóvenes azotan sus pelvis al ritmo de la cumbia norteña. En la comunidad de Chuschi, Gohan de Dragon Ball arranca sonrisas a niños que creen en la protección de los wamani. En Puno, muchas familias se disfrazan de diablos y veneran a la Virgen de la Candelaria, para después ver por DVD el último éxito del cine hindú. Por su parte, las mujeres asháninka del distrito de Río Tambo, mientras preparan masato, se electrizan escuchando por radio los avatares del antihéroe Raskolnikov de Crimen y castigo; y los hombres de Iquitos comentan, rodeados de mototaxis, las escenas de terror de Chullachaqui, película basada en el mito del mismo nombre.

Para evidenciar el aporte de la cultura al desarrollo no era necesario, entonces, acreditar la hibridación de los repertorios artísticos. Al hacerlo se ocultan las contradicciones de ese proceso (los niveles socioeconómicos más altos podrán escuchar al Grupo 5, pero todavía no saben bailar huayno; y los más bajos escuchan Iron Maiden, pero no leen literatura) y se deja de lado la difusión de datos e imágenes concretas que visibilicen el aporte de las actividades culturales al PBI y la calidad de vida de la población (tema central de la campaña).

En todo caso, fuera del fallido despliegue publicitario, resulta paradójico que el INC promueva este tipo de iniciativas. La actual gestión de Cecilia Bákula justamente se caracteriza por no haber hecho mayor esfuerzo por formular y ejecutar políticas culturales orientadas hacia el desarrollo. ¿Conoce el lector algún programa y/o servicio impulsado por el INC durante el régimen aprista? La salvaguardia del Qhapaq Ñan, la construcción del Museo Chavín, la elaboración del Directorio Nacional de la Cultura y las Artes, la recuperación de las piezas extraídas de Machu Picchu por Hiram Bingham, entre otros proyectos vigentes, se iniciaron durante gobiernos anteriores.

Otras actividades importantes, como el apoyo presupuestal al Museo de Sitio de Pachacamac, el impulso de ferias y exposiciones artesanales en Lima, el continuo reconocimiento de expresiones culturales como “patrimonio inmaterial de la nación” y la construcción del Museo de Sitio de Cao, o tienen un carácter aislado o fueron promovidas por empresas privadas. Además, la falta de liderazgo frente a alientos ajenos es escandalosa. Lo demuestra el escaso seguimiento a la creación de un ministerio para la cultura (a estas alturas una estafa presidencial) y la organización del I Congreso de Políticas Culturales (financiado también por la Aecid).

En materia de políticas culturales, el Perú ocupa dentro de la región el mismo lugar que la selección en las eliminatorias para el mundial de fútbol. A diferencia de lo que sucede aquí, en México existe un Sistema de Información Cultural que provee al sector de estadísticas frescas; en Brasil se viene gestando el proyecto Vale-Cultura, que busca democratizar el acceso a los bienes y servicios culturales; en Chile, cinco fondos concursables han financiado más de 6.000 proyectos de múltiples rubros artísticos; y en Argentina, el Centro de Apoyo al Productor Cultural (CAPC) ofrece servicios gratuitos de información y asesoramiento a las pequeñas y medianas empresas culturales.

No necesitamos más publicidad, sino políticas como las citadas. Ya es tiempo de que Bákula ajuste cuentas con la ciudadanía y que la ciudadanía se lo demande. ¿Hasta cuándo se mantendrán callados los cineastas, actores, pintores, gestores, músicos y demás miembros del sector cultural?

Fuente: Poder 360°

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