Telmo Hurtado y Juan Rivera Rondón, los dos responsables directos de la masacre de Accomarca, se fugaron a Estados Unidos en el año 2002 cuando la amnistía que le otorgó el gobierno de Alberto Fujimori llegó a su fin. Hurtado y Rivera fueron procesados en el fuero militar, la sentencia se dictó por seis años de prisión por delito de función y fue suspendida (dicho sea de paso, es una sentencia vergonzosa, pues admite la prueba de los asesinatos y la responsabilidad de Hurtado, pero lo absuelve). Ambos acusados siguieron en carrera militar. De hecho, en 1999, Telmo Hurtado fue ubicado en Cajamarca, sirviendo dentro del Ejército.
Hoy, Rivera está en prisión luego de ser extraditado desde Estados Unidos (los americanos lo inculparon del delito de violación sexual a su hijastra), pero Telmo Hurtado sigue en Estados Unidos, capturado por problemas migratorios, y esperando la extradición.
Teniendo en consideración que esta masacre sucedió durante el primer gobierno de Alan García, y que el crimen se encuentra impune, en tanto que los responsables fueron sentenciados solo por delito de función y no por homicidio calificado, sería deshonroso que al terminar el segundo gobierno del presidente García, el otrora subteniente y ahora presunto asesino siga sin sentencia firme.
Pero ¿es posible ese acto de justicia si, como lo podemos recordar, el propio Alan García fue comprendido en la acusación fiscal de Cristina Olazábal por el caso Accomarca en el año 2005? La acusación a Alan García fue desestimada por el juez. Nada sorprendente. Pero moralmente les debe a los pobladores de Accomarca, así como a todos los peruanos, un acto que restaure la dignidad de aquellos que fueron asesinados como becerros.
Los 63 accomarquinos son los muertos de esa comodidad política que nos permitió a los peruanos, con nuestros vicios cínicos, convertir al “mal menor” en “mal banal”: ese mal que se comete creyendo que, con nuestros actos, no cambiamos ni un milímetro el engranaje del dolor y la crueldad. La apatía. La indiferencia. La resignación.
Fuente: La Mula