Una resolución firmada el 11 de junio último por el ministro del Interior Octavio Salazar canceló la visa de residencia en Perú de Paul Mc Auley, un británico religioso, hermano de la orden La Salle, porque “…ha venido participando en diferentes actividades de carácter político tales como marchas de protesta por las principales calles de la ciudad de Iquitos contra el estado peruano y demás actos que constituyen alteración del orden público”. Por atreverse a participar en una Red Ambiental Loretana y protestar contra los abusos de las empresas multinacionales en nuestra Amazonía, el gobierno del señor Alan García trata de castigar a un religioso.
Cualquier persona sencilla de buenos sentimientos, con DNI, carnet de extranjería o -simplemente- una visa de turista, que se interna por los grandes y pequeños ríos de la nuestra Amazonía, a varios días de navegación de Iquitos, ve y constata el deterioro del medio ambiente y de la vida causado por los residuos químicos de las empresas petroleras. Es inocultable el contraste entre la riqueza que se llevan las multinacionales del petróleo y el gas, las grandes y medianas empresas que explotan el oro, y las grandes empresas madereras, y la pobreza que estas empresas crean y dejan. Un hombre religioso de base como el hermano Mc Auley, con años de servicio como profesor de Fe y Alegría en Lima, acompaña a los pueblos indígenas y comparte sus carencias, sus esperanzas y, también, su cólera frente a los abusos y a la mentira oficial que trata de ocultar lo que realmente ocurre en la Amazonía.
Esta resolución es un asalto a la razón porque sostiene que una simple protesta en las calles sería un atentado contra el Estado. Si fuera cierto, el gobierno tendría que deportar a todos los extranjeros que asisten a las marchas y encarcelar a todas las peruanas y peruanos que en las calles expresamos nuestra protesta, en ejercicio legítimo de nuestros derechos.
Si los funcionarios que firman resoluciones represivas, como ésta del señor Salazar y los jefes apristas que toman las decisiones, se alimentasen de los peces y bebiesen el agua de los ríos pensarían dos veces en las tonterías que escriben y en los castigos que imponen. Se trata de un abuso de poder; uno más, dentro de un rosario de abusos de este gobierno, que a pesar de las lecciones de la rebelión de Bagua insiste en tratar a los pueblos amazónicos como enemigos y como indeseables a hombres sencillos como el hermano Mac Auley. Los indígenas no son perros del hortelano pero el Sr. Alan García sí come y deja comer a sus amigos de las multinacionales. El está convencido que el saqueo amazónico significa “desarrollo”, y que quienes no compartimos esa tesis somos enemigos de la patria.
Hombres como Mc Auley hacen falta para que Perú sea un país respetable y abierto al mundo. Si el gobierno insiste en expulsarlo, los pueblos amazónicos podrán cobijarlo en sus bosques por eso de la amistad y la hermandad.