Por Carlos reyna
A decir verdad, si bien no lo mencionó explícitamente, el conflicto Conga sí estuvo presente, planeando como una sombra, evocado implícitamente, durante el discurso del Presidente.
Para comenzar, Ollanta acudió al Congreso acompañado de un gabinete cambiado por el fracaso del ex premier Óscar Valdés para encarar el problema de Conga. Por lo mismo, Valdés ahora parece pertenecer a un pasado muy remoto.
Luego, en las filas de la bancada oficialista de Gana Perú, se veían cinco congresistas menos, gracias, entre otras cosas, al discutible manejo del conflicto Conga. Si este no hubiera existido es muy posible que la bancada de gobierno estuviera entera hasta ahora.
Ha sido la larga y fuerte protesta anti Conga, la que forzó al Presidente a hacer su segundo viraje en lo que va de su gobierno. Dejó de lado, su predilección por un gabinete supuestamente técnico. Ha vuelto a poner civiles en puestos clave.
Pero, sobre todo, después de haber sufrido el costo de haberse corrido demasiado a la derecha, ha movido el timón hacia el centro, incorporando en su mensaje alguno de los temas parecidos a los que se han enarbolado en la protesta cajamarquina.
Su anuncio de un proyecto de reforma constitucional para declarar el derecho al agua como uno de los derechos fundamentales es el que más evocó, en quienes lo escucharon, a las demandas de Cajamarca. Digamos que si esa reforma se concreta, se lo deberíamos a esa protesta, que ya ha tenido un alto costo humano para quienes la levantaron.
Sus alusiones a la Consulta Previa a los pueblos indígenas, en materia de proyectos de inversión que los afecten, es otro de los temas que trajeron a la memoria los sucesos cajamarquinos. No tanto para discutir si los que protestan son indígenas o no, si no para preguntarnos si un proyecto como Conga, u otros parecidos, deben decidirse y ejecutarse sin tomar en cuenta el consentimiento de todos los afectados.
Una pregunta como esa trae a colación temas más amplios, como el centralismo, o más de fondo, como el de los límites a la democracia y el mínimo reconocimiento de la voluntad popular, o regional, en el Perú.
Cosas como Conga se deciden por funcionarios cuasi anónimos, en oficinas de un ministerio ubicado en San Borja. Se trata de la expresión más extrema del centralismo y sus consecuencias impactan sobre regiones enteras y derriban gabinetes.
Por cierto que el Presidente habló de reforma del Estado en su discurso y aludió a cambios en las normas ambientales, pero nada sobre esos temas más amplios y de fondo. Aun así, en su mensaje estaba la huella de la protesta cajamarquina.
Fuente: La República