Por Diego García-Sayán
Ese catastrofismo no está sustentado. Son otras las grandes disyuntivas y la democratización en los países árabes es un rico proceso en marcha con procesos electorales hace poco impensables. A fines del año pasado ganaron en Túnez los islamistas moderados del partido Ennahda y en Marruecos se impuso en las legislativas una agrupación semejante. Nada de ello ha sido antesala del oscurantismo sino de un reajuste de reglas en los que ciertos elementos esenciales de la sociedad se encuentran más transparentemente expresados en el poder formal. Cierto que en Libia la situación sigue siendo caótica pero eso tiene que ver más con la débil vertebración interna del país y con los cruentos hechos que precipitaron la caída del dictador.
En ello el proceso político egipcio es crucial dada la importancia de este país de más de 80 millones. En las parlamentarias del año pasado “barrió” la “Hermandad Musulmana” de islamistas moderados. En la primera vuelta presidencial de ayer y anteayer nada ha sido color de rosa, ya que los candidatos fueron “filtrados” por la Junta Militar. Pero es la primera vez, a fin de cuentas, con elecciones reales. La baraja de los finalistas para la segunda vuelta de junio se estaría decidiendo entre dos candidatos vinculados a Mubarak (Amr Moussa y Ahmed Shafiq) y dos islamistas moderados derivados de la “Hermandad Musulmana” (Mohamed Morsi, candidato oficial de la “Hermandad, y Abdel Abulfutú, poderoso disidente). Ninguno fundamentalista.
Con todas sus limitaciones, la dinámica electoral egipcia lanza dos señales claramente democráticas.
Primero, la búsqueda de un “reparto” del poder; no entregarle todo a la “Hermandad Musulmana” que ya controla el parlamento. La alta votación que parece haber alcanzado Abulfutú (preso durante cinco años por Mubarak), condensa una interesante combinación de islamismo y liberalismo. Segundo, se fija el reto crucial de la democratización de que la Junta ceda o comparta el poder. Con “filtraciones” de candidatos y todo, es este un asunto vivamente presente en la expectativa ciudadana y “entibiado” por candidaturas filtradas. El nuevo diseño constitucional es el capítulo decisivo que viene.
Los retos democráticos no se centran, pues, en la “amenaza” del islamismo fundamentalista sino en dos retos frente a otra fuente de “pensamiento único”. El primero es que el poder sea generado democráticamente, con las particularidades que pueda darle una hegemonía islamista, frente a la perpetuación de un poder autocrático como el que encarna la Junta. El segundo, la pugna entre un poder concentrado (“monocolor”) y otro con contrapesos y límites en el que nadie pueda hacer lo que le da la gana. En esencia, la disyuntiva global entre el siempre amenazante “pensamiento único” del autoritarismo y el pluralismo. Por ello, el reto es afirmar la democracia frente a los oscurantistas de distinto tamaño y color, aquí y allá.
Fuente: La República