Ahora, en sus más recientes declaraciones, Humala parece haber querido zafar cuerpo en relación a los conflictos socioambientales del interior del país, echándole la culpa a los gobiernos pasados, poniendo en el ring a las ‘fuerzas del orden’ versus el pueblo. Es cierto que todo se generó, oleó y sacramentó en las gestiones anteriores, pero acaso ¿no se eligió a Humala para que cambiara eso? ¿Hubiese sido más sensato un Humala diciendo que no podría cambiar nada?
La gran transformación sí está ocurriendo, y es la de mismo presidente.
Las mutaciones en política son reales y generalmente progresivas. Cinco años, tres años, un año, pero ¿en cien días? Quizá un record. ¿Y cuál es el motivo? Las presiones. Pero, no necesariamente las de los grupos extremistas, como ahora le gusta llamar a los pobladores, sino las de los grupos económicos de poder. Claro que eso no se llama presión, a lo mucho ‘negociación’: “si tal proyecto minero no va, olvídate de tu gravamen de 3 mil millones” (que realmente serían mil millones).
Se dice a menudo que tras las protestas ciudadanas hay oscuros y perversos intereses personales, políticos y económicos (puede ser). Lo genial es que las mineras, que esperan espectaculares ganancias de miles de millones de dólares a como dé lugar, nunca tienen intereses o poseen ingerencia económicas o política. A las mineras solo las mueve la filantropía, ¿no es así Premier Lerner?
Humala parece haber olvidado que los grupos mineros hicieron la famosa “chanchita” para financiar el programa televisivo del periodista Jaime Bayly -desde Miami- para destazarlo públicamente cada domingo. O parece haber olvidado su feroz crítica a la ONG minera Reflexión Democrática que asesoraba políticamente a postulantes al Congreso. ¿Superar los rencores en nombre de la gobernabilidad? Genial.
Humala, ahora tiene dos nuevos amigos, y al parecer nuevos socios, Dionisio Romero y Roque Benavides, quienes lo aplauden congraciados con su nuevo ‘gran cambio’. ¿Algo de malo? No. El problema está en la repentina lejanía del mandatario de quienes antes lo apoyaron, como presidentes regionales, alcaldes, frentes de defensa, rondas campesinas y urbanas, población, etc. Quienes le recuerdan el pasado y el presente con creativas slogan: “¡Ollanta, amigo, vuelve al camino!”.
Y entonces, ¿quiénes deben encargarse de esa gente que reclama y que sale en el octavo bloque de los noticieros? Bueno, para eso están los ministros, para viajar a las zonas del conflicto y encarar la realidad desnuda. El problema es que uno regresa a Lima en el avión privado de la minera; el otro, según Diario 16, tendría un conflicto de intereses ya que una de sus empresas asesora a la minera; y el otro ministro, en solitario, dice que el EIA (Estudia de Impacto Ambiental) del proyecto minero “no habría sido suficientemente exhaustivo en lo referido a la valoración de los bienes y servicios ambientales que presentan las lagunas”. ¿Entonces?
Durante la semana pasada, el presidente fue autor de una de las teorías más extrañas que haya planteado mandatario alguno: “no queremos reservorios, queremos lagunas modernas como en otros países”. ¿Qué significa una laguna moderna? Probablemente una con conexión a Internet, con agua mineral y peces robóticos. De otro modo no se entiende.
Humala se presentó con la izquierda, ganó la presidencia como convertido de centro, y ha empezado a gobernar con la derecha. Entonces, ¿encontrará un equilibrio entre todas las fuerzas que lo quieren asir como a un Túpac Amaru moderno? ¿Lo único que lo separará de Toledo será el apellido y de García el abdomen?
Como diría un campesino durante una de las protestas en Cajamarca: “Ollanta, por qué nos has abandonado”.
Fuente: Hotel de Paso en La Mula.pe