Por Todos a Tierra
Es “una realidad cruda y verdadera… evitar la extinción de nuestras culturas e historia es apuesta de tod@s para permitir la pervivencia de nuestros pueblos, responsabilidad de la humanidad”, señaló Dora Tavera, consejera del Área de Mujer de la ONIC.
El grito de los niños por pervivir en medio de un país en guerra y cuyo pilar político y económico es la extracción y explotación de los recursos y la biodiversidad, ahonda el dramático panorama que se cierne sobre los pueblos indígenas que, en su hábitat de vida, reciben amenazas diarias contra su pervivencia física y cultural, como explicó la Autoridad Nacional de Gobierno Indígena, ONIC, al presentar el informe: “La Niñez y el Futuro de los Pueblos Indígenas”, el pasado 08 de abril (1).
El informe se realizó en el marco de la campaña que adelanta la ONIC Palabra Dulce, Aire de Vida, que busca visibilizar y sensibilizar sobre el alto riesgo de desaparición de los pueblos indígenas. Se enfocó en Derechos de la infancia y la adolescencia, según Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que establecen que: niños, niñas y adolescentes tienen todos los derechos de cualquier ser humano y además derechos adicionales en cuatro aspectos: Existencia, condiciones esenciales para preservar la vida; Desarrollo, condiciones básicas para progresar en su condición y dignidad humana; Ciudadanía, condiciones básicas para vivir en sociedad, ejercer libertad y ser tratados como ciudadanos y; Protección, no ser afectado por factores perjudiciales para la integridad humana.
La investigación advierte además de la alta tasa de mortalidad, el involucramiento de menores en el conflicto por parte de actores armados ilegales, carencia de atención del Estado a la niñez, reiterada violencia y discriminación, una alta orfandad porque muchos padres y madres indígenas mueren en el conflicto. “No solo la guerra mata nuestras niñas y niños, múltiples formas de violencia contra nuestros pueblos nos han puesto al borde de la extinción, amenazando a diario nuestra pervivencia como pueblos”, indica el estudio.
Un caso muy doloroso lo presentó la Fundación Caminos de Identidad, FUCAI, sucedió en 2009 en Guainía, sector de Barrancominas donde murieron 57 niños de enfermedades prevenibles y curables como infecciones respiratorias y enfermedades diarreicas agudas. Según denuncias de autoridades tradicionales, recogidas por FUCAI y la ONIC, no hubo atención médica ni por parte de la ESE de Puerto Inírida ni por parte de la EPS, Ecopso, responsable de estas comunidades.
En la región la población indígena padece de alimentación deficiente y desnutrición infantil. “Los conucos (unidades hortícolas tradicionales) antes muy diversificados (cultivaban hasta 40 especies alimenticias) ahora se han simplificado tanto que no disponen más de 10 especies”, señala FUCAI. Ello se debe, explica la organización, a una fuerte tendencia al monocultivo; falta de agua potable; escasez creciente de proteína animal y deterioro de los suelos cercanos a las viviendas.
Para tratar el tema de los 57 niños que no se les permitió vivir, FUCAI denunció que el Estado no ofrece ninguna solución. Se realizaron dos reuniones. A la primera reunión, noviembre 06 de 2009 asistieron un delegado del Ministerio del Interior, uno del Ministerio de Protección, el Secretario de Salud del Guainía, algunos políticos, los indígenas y la ONIC. Habían muerto 43 niños hasta ese día. El 11 de diciembre hubo otra reunión convocada por los indígenas y los Ministerios del Interior y Protección en la cual participaron las mismas personas más representantes de la EPS y de la ESE.
Según FUCAI la ESE y la EPS se echaron la culpa unos a otros y no pasó nada. Entre la reunión anterior y esta murieron otros 14 niños. Nada ha pasado hasta hoy, los políticos que acudieron a la reunión feriaron su discurso de compromiso pero sólo por réditos políticos. En esta y otras regiones del país los niños indígenas mueren, a veces por física hambre. Si eso pasa en sólo 3 comunidades que se realizó el estudio (2) y en una que compartió la dolorosa experiencia de niños del Guainía, que se espera en las más de 10.000 comunidades que conforman los 102 pueblos indígenas del país, “si en menos de una década ha desaparecido más del 70% de los Nukak Makú emblema del patrimonio cultural por su nomadismo, “¡Qué nos Espera!”, concluye la ONIC.
En Bogotá la niñez indígena, si bien hay dificultades sobre todo con niños de familias desplazadas que tienen que mendigar y vivir en condiciones adversas, pareciera menos incierto su futuro. La Administración Distrital, y por gestión de la concejala Ati, en los últimos 8 años ha centrado su énfasis en la atención de los menores con enfoque diferencial, apoyando además de la atención humanitaria que le corresponde a la nación a través de Acción Social (que no lo ha hecho), la Secretaría de Integración Social y otras Secretarías distritales apoyan programas en desarrollo, atención y protección de la niñez indígena, promoviendo programas y educación propia para niños de 1 a 5 años en los 6 Jardines Infantiles, entre otros avances.
El estudio fue realizado y apoyado por organizaciones como Fundación Caminos de Identidad, FUCAI; la Corporación de Apoyo a Comunidades Populares; Mensen met enn Missie y comunidades religiosas: Hermanas Laura y la Diócesis de Quibdó, entre otras.
La investigación se realizó en comunidades indígenas Awá del municipio de Ricaurte, departamento de Nariño; la comunidad Yukpa del Resguardo Socorpa, municipio de Becerril, Cesar y; en la comunidad Emberá katío, El 90 de Quibdó en el Chocó.
Fuente: Todos a Tierra