Bolivia: La amazonía atrincherada

Por Mirko Lauer

Evo Morales ha tropezado contra la piedra que él mismo contribuyó a construir: la radicalización política de los movimientos indígenas en torno a temas de autonomía territorial que incluyen la defensa del medio ambiente. El choque de estos días no es algo inesperado, sino producto de una escalada que ya tiene más de un año.

Extraño que Morales, profundo conocedor del tema de las movilizaciones indígenas, no haya comprendido a tiempo que ellas son un fuerte desafío a la gobernabilidad tal como se le entiende hoy en la región. La masacre de policías e indígenas de Bagua, que obligó al anterior gobierno peruano a retroceder en toda la línea, era un antecedente a tomar en cuenta.

Pues el atrincheramiento amazónico frente a los planes de expansión del Estado no es un tema boliviano sino sudamericano. El proyecto Integración de la infraestructura regional sudamericana, IIRSA, con carreteras que deben cruzar la amazonía de costa a costa, empezó a chocar con las organizaciones indígenas desde el primer día.

Tanto la Conaie ecuatoriana como la Aidesep peruana se han manifestado en contra de los que llaman megaproyectos que desvirtúan el espacio amazónico. Las protestas todavía son más puntuales que eso, pero los choques están a la vista, y seguramente tendrán el apoyo de la poderosa opinión pública ambientalista mundial.

La carretera boliviana en discusión, llamada La ruta de la discordia, es precisamente parte de una red en construcción que debe comunicar el sur de Brasil con el Océano pacífico. Hasta ahora que se sepa IIRSA no ha tenido otros choques con intereses indígenas sobre su trazo, pero eso no significa que no pueda suceder.

La suma de choques y crisis de estos años ha terminado por definir algo parecido a un cierto recorte de la soberanía de los Estados circundantes a la Amazonía. Una vez reglamentada, la Ley de consulta previa recién aprobada en Perú podría terminar operando como una suerte de espacio de negociación de ese recorte.

El mundo indígena en todas sus manifestaciones está entre las realidades más valiosas de las repúblicas sudamericanas. En la teoría nadie está a favor de que sea arrasado en nombre de, una vez más, el progreso. La presión de las necesidades de expansión del capitalismo es una mala administradora de la diversidad cultural.

Pero el sistema de confrontación pura y dura elegido por muchas de las dirigencias indígenas tampoco ha logrado poner a los Estados y al resto de la sociedad al servicio de los mejores intereses indígenas (Morales es una buena demostración de esto). Sorprendente que luego de tantos siglos las dos partes sigan prisioneras de sus estereotipos

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Fuente: La República

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