Por Juan de la Puente
Uno de los anuncios más llamativos de la exposición del premier Salomón Lerner al Congreso, es el reencuentro del Perú con el mundo rural y, en esa dirección, la instalación de redes para acercar el Estado a los peruanos que viven en las zonas rurales. Según el anuncio, basado en las 1.320 redes propuestas por el Consejo Nacional de Educación (CNE), el gobierno se propone enfrentar la baja densidad del Estado, advertida ya el 2009 por el Informe de Desarrollo Humano del PNUD (“Por una densidad del Estado al servicio de la gente”, PNUD 2010, Lima) instalando, en coordinación con las regiones y municipios, un modelo de gestión estatal móvil. Al equipo de acompañamiento educativo rural diseñado por el CEN (“Programa de acompañamiento pedagógico”, Cuaderno 8, CNE, 2007) se sumarían equipos encargados de coordinar los servicios estatales móviles de la salud, la justicia, la seguridad y la nutrición que se organizarán y operarán también a través de sus respectivas redes para llegar directamente a los ciudadanos.
El anuncio es esperanzador. La pobreza rural es muy resistente. Las programas sociales, salvo Sembrando, Electrificación Rural y en alguna medida Juntos, han colisionado con factores estructurales de un Estado que no puede superar los desafíos naturales de un país diverso, con poblaciones dispersas y mercados desestructurados. Para la mayoría de especialistas la clave es partir de un enfoque compartido de oferta y demanda que movilice a la sociedad para dinamizar sus expectativas y universalizar los derechos y su sostenibilidad; solo así se podrá acabar con colegios sin profesores y alumnos, postas médicas sin profesionales o equipo y relaciones contractuales sin seguridad jurídica.
La creación de un nuevo Ministerio de Inclusión Social debería consignar competencias y roles en relación al Perú rural. El desafío es la transversalidad de las políticas rurales, es decir, carreteras, promoción, agraria, educación, salud, identidad, energía y seguridad. El nuevo ministerio debería actuar como un dinamizador de inversión y entrega de derechos más que como ejecutor.
Con el Estado rural móvil se abre una etapa para la audacia sin fronteras. En Ghana, por ejemplo, las comadronas usan el celular para discutir los casos complejos con sus supervisores cercanos a ellas, en tanto que en Ruanda los centros de salud solicitan ambulancias rurales por esa vía.
Fuente: La República