Por Guillermo Giacosa
Se llama Jeremy Morlock, tiene 23 años, es cabo del ejército de Estados Unidos y estaba asignado a Afganistán. Acaba de ser condenado a 24 años de prisión por liderar un pelotón de ejecución de soldados rasos que asesinaron a tres civiles al azar, sin motivo alguno. Un safari humano en tierras exóticas. Guardó memoria de su “hazaña” con una foto en la que aparecía sonriente y con una mano torcía la cara ensangrentada de su joven víctima hacia la cámara. Las fotos de este militar fueron publicadas por la revista alemana Der Spiegel y hasta el ejército de Estados Unidos las calificó de “repugnantes”. La condena no fue mayor porque aceptó declarar contra sus compañeros de cacería y puede salir en libertad bajo palabra en siete años.
Según el diario inglés The Independent, este caso ya es denominado ‘el Abu Ghraib afgano’, y deja muchas preguntas: “¿Sabían sus superiores del deporte que practicaban los soldados? ¿Estaban al corriente de la salud mental de los hombres a su mando? ¿No serán los acusados apenas la punta de un iceberg mucho mayor? Lo que se sabe de Morlock no ayuda a calmar estas preocupaciones”. En 2009 escribió a su madre desde Afganistán: “hace apenas tres meses que llegué y ya no creo que alguna vez pueda hablar de las cosas que me están pasando”. Decía sentirse traumatizado y no poder dormir. Se ayudaba con marihuana y le recetaron diez medicinas diferentes: analgésicos, antidepresivos y pastillas para dormir. “Tras su arresto, los médicos militares informaron que tenía síndrome post traumático, droga dependencia y desorden de personalidad. Ninguno de estos síntomas hizo que lo enviaran a retaguardia”.
Declaró Mordock: “que comenzó a matar civiles desarmados junto a sus colegas después de la Navidad de 2009, con el apoyo de un sargento que tiene el hábito de cortarles los dedos a los enemigos que mata y dijo haber matado por deporte en Irak”. La cruzada gringa contra el terrorismo sigue sembrando calamidades de las que tarde o temprano tendrá que dar cuenta.
Fuente: Perú 21