El 33% de ellos preferiría solo estudiar. Tratantes les dan falsas ofertas de empleo para captarlos y explotarlos
Por Elizabeth Salazar Vega
Noé duerme. Detrás de sus párpados desfilan cuadernos nuevos, una casa con jardín para pelotear con los amigos y su mamá con un humeante plato. Pero su sueño es ligero. El ruido del flash le hace abrir los ojos. Levanta la cabeza del saco de pan que no logró vender y se reincorpora de un brinco. Como si hubiera cometido una falta.
–En el colegio se burlan cuando saben que vendo en el mercado.
Con apenas 10 años, Noé, el menor de 7 hermanos, sabe lo que es trabajar. Se levanta a las 5:30 a.m. para vender desayunos en carretilla junto a su mamá, Agripina. Llega sofocado al colegio y sale a la 1 p.m. con el mismo apuro para ayudar a cargar los bultos de regreso a casa y preparar, recién, el almuerzo. Quiere ser economista, “para llevar bien las cuentas”, dice, y salir de la pobreza.
Suman 3,3 millones los niños y adolescentes que laboran en el Perú, según la Encuesta sobre Trabajo Infantil elaborado por el INEI y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Este primer y único sondeo especializado ha servido para hacer informes como “Trabajo infantil en el Perú”, presentado hace un año por la OIT y que revela que el 70% de ellos (2,3 millones) realiza labores peligrosas en mineras, fabrica ladrillos, usa químicos, se desvela, carga peso, etc.
Luis, de 10 años, no sabe el riesgo que corren sus pulmones desde que acompaña a su tía en el oficio de triturar y vender carbón. Su carita cubierta de hollín nos sonríe. Él deja que su tía, Milagros Quispituco, hable por él. “Siempre le doy mascarilla –asegura–. Lo convencí de ayudarme en vista de que, por el descuido de su madre, paraba solo en casa; sin atención ni comida”.
Las normas peruanas prohíben el trabajo de menores de 12 años, pero el 33% de los que hoy laboran está en ese rango de edad. Ninguno debería realizar tareas que dañen su salud, pero al menos 141 mil trabajan en la calle, 101 mil realizan actividades de noche y 87 mil están en contacto con la basura. Intuyen los riesgos, pero consideran que no tienen opción.
Un estudio desarrollado en el 2010 por la psicóloga Giselle Silva para el programa Pro Niño, de la fundación Telefónica, señala que el 58% de los menores trabajadores considera felices a quienes no están en su condición, más del 70% se ha sentido cansado en clases, el 33% solo quisiera estudiar y el 50% ha visto afectadas sus notas. La encuesta que acompaña ese estudio lo confirma: seis de cada diez menores trabajan todo el año y cinco o seis días a la semana.
¿Y LAS CLASES?
En cualquier mercado o cruce de avenida podemos encontrar a estos niños y adolescentes que roban minutos para la diversión a esa mezcla de horas de sueño, trabajo y estudio que son sus vidas. Moisés, Anthony y Gerson saben de eso. Se conocieron en el mercado Ciudad de Dios, en San Juan de Miraflores. Desde antes de que ellos nacieran, sus madres venden frutas sobre un plástico tendido en el suelo y ahora, a sus 8, 7 y 6 años, respectivamente, son expertos en plátanos y sandías. Los cuatro hermanos de Moisés pasaron por aquí. Es casi una tradición. “Acá ayudo y juego”, dice, antes de salir corriendo con sus amiguitos, sorteando mototaxis y estibadores.
Moisés va a entrar a cuarto de primaria. Luis, el carbonero, cursa el primer grado y su tía reza para que burlas relacionadas con su edad no lo alejen de las aulas. Como sucedió con Jonathan, de 12 años, que vende caramelos con su madre Basilia y dejó el colegio en tercero porque su lengua no pudo vencer la tartamudez. Habla poco, pero ha visto muchos robos. “Quie-ro ser po-licía”, nos dice.
“El trabajo infantil es una realidad y no puede ser un limitante de desarrollo. La escuela debe reformarse para atender a estos pequeño”, agrega Yolanda Llanos, especialista de Acción por los Niños.
La deserción escolar es ínfima en primaria y mayor en secundaria, según el INEI, pero, como señala Katia Romero, de la OIT, la escuela debe asegurarse de que el aprendizaje de los menores trabajadores sea de calidad. “No se les puede relegar por bajo rendimiento, como ahora; de lo contrario, sus hijos repetirán su experiencia. El Perú tiene buenos diagnósticos. Es tiempo de resultados”, añadió.
Las ONG y programas estatales como Educadores de la Calle, del Inabif, sí trabajan con este grupo vulnerable. “Tenemos a 2.155 menores. Los padres llegan a entender que la escuela es importante y disminuyen las horas de trabajo de sus niños”, explica Marco Pacherres, coordinador del proyecto.
MÁS PELIGROS
En la lista internacional de las peores formas de trabajo infantil se incluyen los vinculados con la trata de personas. Este delito –detectado en la frontera norte del país, como informó este Diario el domingo– consiste en captar y retener a alguien para someterlo a la prostitución, pornografía, producción de droga y diversas tareas que atentan contra la integridad de los niños.
Las mafias que lucran con esto tienen un gancho certero en las falsas ofertas de empleo. “Las víctimas suelen ser niñas de 11 a 14 años”, advierte Tammy Quintanilla, del Movimiento El Pozo. El 19 de enero la policía intervino una casa en la cuadra 2 de la Av. La Marina y rescató a dos chicas de 15 años que vinieron de Loreto porque les ofrecieron trabajo de recepcionistas. Nunca imaginaron que iban a ser prostituidas.
EN PUNTOS
El Congreso de la República formó una comisión especial para revisar el Código del Niño y Adolescente y aprobó en su dictamen final elevar a 15 años la edad mínima para trabajar e incluir más actividades en la lista de trabajos prohibidos.
Juan Navarro, del Ministerio de Trabajo, señala que desde el 2010 su sector se ha abocado al rescate de menores que trabajan en minería.
Fuente: El Comercio