Mundo: Perspectivas del Turismo Comunitario: cómo mantener vivas las comunidades rurales

Por Ernest Cañada

06 de abril, 2010.- El Turismo Comunitario (TC) es un tipo de turismo en el que la población rural, en especial pueblos indígenas y familias campesinas, a través de sus distintas estructuras organizativas de carácter colectivo, ejercen un papel central en su desarrollo, gestión y control, así como en la distribución de sus beneficios. El TC no sustituye a las actividades agropecuarias tradicionales (agricultura, ganadería, pesca o artesanía), sino que es una forma de ampliar y diversificar las opciones productivas de las comunidades rurales y complementar así las economías de base familiar campesina.

Su desarrollo ha sido contradictorio y controvertido. A partir de la experiencia centroamericana podemos identificar algunas de sus principales aportaciones allí donde ha logrado consolidarse:

– Diversificación productiva, creación de empleo y generación de recursos económicos directos. El turismo ha sido una vía de diversificación de las actividades productivas de las comunidades rurales. La puesta en marcha de servicios turísticos ha generado nuevas fuentes de empleo en múltiples ocupaciones, tanto para los propios propietarios de las iniciativas de alojamiento, como para empleados de éstas o por parte de proveedores de servicios o bienes diversos. Estos empleos no sólo han generado ingresos monetarios, sino que al ser distribuidos a lo largo de todo el año han permitido que las familias implicadas en dichas actividades hayan podido mejorar su bienestar y condiciones de vida, especialmente en alimentación y educación.

– Mantenimiento de propiedades y mejora de infraestructuras. El desarrollo de actividades turísticas por parte de las comunidades o algunos de sus miembros ha contribuido a una revalorización de los bienes y recursos comunitarios, como la tierra, el bosque o el agua. Cuando los comunitarios han estado muy organizados, este incremento del valor de estos recursos, principalmente la tierra, ha contribuido a su mantenimiento frente a las presiones del mercado para su venta. Además, las infraestructuras familiares y comunitarias creadas para atender a los turistas (habitaciones, comedores, albergues, salas de actos) han tenido también otros usos, beneficiando así a las poblaciones locales. El TC ha permitido una mayor capitalización del campo en manos de la población local.

– Dinamización de la economía local. Los beneficios generados por la actividad turística también han sido utilizados en el progreso y fortalecimiento de otras actividades productivas dentro de las mismas cooperativas o comunidades rurales. Hay diversos ejemplos de cómo a través de los ingresos generados por el turismo se han logrado renovar las plantas de café o construir infraestructuras necesarias para la transformación y agregación de valor de la producción agrícola. Al mismo tiempo ha generado una fuerte demanda vinculada a la producción y venta de alimentos y bebidas, alquiler de servicios, transporte, etc.

– Protección y democratización en el acceso a los espacios rurales. Frente a otros modelos de desarrollo turístico, como el turismo residencial, por ejemplo, que provocan una elitización y privatización del territorio, por cuanto su acceso queda restringido para uso y disfrute de sectores con mayores recursos económicos, el TC pone a disposición de la gran mayoría de la población espacios, infraestructuras y servicios. A pesar de su excesiva dependencia del mercado internacional, el grueso de la oferta y precios establecidos facilitan el acceso de la mayoría de la población, especialmente de los sectores populares de los países en los que se desarrolla. Por otra parte, la gran mayoría de iniciativas comunitarias se han desarrollado a la par que estrategias de protección y cuidado del medio ambiente impulsadas por la propia población local.

– Cambios en las relaciones de género. Los trabajos de atención y servicio a los turistas, a excepción de los de guía, han recaído en su mayoría en las mujeres de las comunidades. Este protagonismo, vinculado a una actividad que está reportando ingresos económicos significativos, ha generado algunos cambios en las relaciones de poder consuetudinarias entre hombres y mujeres. Las mujeres vinculadas a este tipo de actividades turísticas han incrementado su participación y protagonismo en los asuntos públicos de la comunidad. Y no es menos cierto que la presencia en zonas rurales de hombres y mujeres de otras partes ha permitido a las poblaciones rurales, y especialmente a las muchachas jóvenes, el contacto, intercambio y conocimiento de otras formas de plantearse la vida, la maternidad, las relaciones de pareja, las preferencias sexuales, el trabajo doméstico, etc.

– Oportunidades de enriquecimiento cultural. El desarrollo de actividades turísticas en el campo y en las que el principal motivo de atracción tiene que ver con la propia vida rural ha sido una oportunidad para la revalorización y reconocimiento de lo rural, su cultura material (arquitectura, trabajos, cocina…) y sus distintas expresiones culturales artísticas (música, bailes, canciones…). En demasiadas ocasiones la población urbana vive de espaldas a la cultura rural. El turismo pone en valor aspectos de la vida cotidiana de las comunidades que suponen un motivo de reconocimiento y autoestima. Por otra parte, el contacto con población de otros lugares y países ha sido una oportunidad especial para la gente del campo para enriquecerse culturalmente. Las formas de turismo más vinculadas al voluntariado y a la solidaridad internacional han sido especialmente propensas a la generación de este tipo de procesos.

Retos
A pesar de los aportes del TC allí donde ha logrado consolidarse, también es cierto que no todas las iniciativas emprendidas han podido sobrevivir. Lograr la viabilidad económica es el gran reto que afronta el TC en estos momentos. La clave para que el TC pueda llegar a ser un factor de desarrollo rural es que las iniciativas comunitarias puedan poner en marcha una oferta de calidad, diferenciada, y una capacidad de gestión y comercialización que les permita funcionar más allá del apoyo de la cooperación internacional. Para ello hay múltiples factores en los que incidir: disponer de infraestructuras y vías de acceso adecuadas, generar una oferta de actividades y servicios de calidad, posicionarse de forma diferenciada, optimizar las capacidades de administración, acceder a sistemas de financiación, mejorar las capacidades de promoción y comercialización, etc.

Pero afrontar el reto de la viabilidad económica no es un asunto meramente técnico, sino de orientación política sobre el tipo de desarrollo rural al que se aspira. Ser viables económicamente no pasa necesariamente por la especialización y la conversión de las iniciativas comunitarias en empresas dedicas en exclusiva a la actividad turística. Las orientaciones que propugnan la especialización turística y el logro de ventajas comparativas en la prestación de dichos servicios no tienen en cuenta principios básicos de la economía campesina, en la que se inserta el TC. En el contexto rural actual en Centroamérica la especialización turística supone vulnerabilidad y dependencia en relación a un rubro externo cuya dinámica no pueden controlar las organizaciones comunitarias. Por el contrario, el turismo debe formar parte de una estrategia de diversificación productiva, dentro de una dinámica de complementariedad, no sustitutiva, de las actividades agropecuarias tradicionales.

Para las familias campesinas lo esencial es garantizar su alimentación y el impulso de otros rubros, como el turismo, necesariamente queda supeditado a lo fundamental: producir alimentos. En toda esta discusión la palabra clave es diversificación, no especialización. Los servicios turísticos pueden ser un medio de ampliar las actividades productivas, del mismo modo que lo pueden ser otras actividades; pero no la única vía, ni necesariamente la más importante, y mucho menos una opción para todo el mundo. Es por ello que es especialmente importante que los planes de desarrollo comunitario no estén centrados en un solo rubro, ya sea el turismo o cualquier otro, sino en la diversidad y complementariedad de acciones que pueden favorecer al conjunto de su población y que, a su vez, traten de evitar los riesgos de generar nuevos procesos de diferenciación y agudización de las desigualdades.

Al mismo tiempo hay que ser conscientes de los alcances reales del mercado turístico y evitar falsas expectativas. No todas las comunidades en el ámbito rural pueden esperar tener el mismo éxito con el turismo. Sencillamente no es posible que la demanda pueda ampliarse indefinidamente. Poner en marcha iniciativas turísticas comunitarias es complicado y requiere voluntad, esfuerzo, organización, pero también algunas condiciones (atractivos turísticos, accesibilidad, diferenciación, etc.).

Uno de los rasgos que ha caracterizado al TC es su excesiva dependencia del exterior. Son muchos los motivos por los que debería reducirse esta situación. El modelo turístico dominante, sostenido por los costes relativamente baratos de los billetes de avión, está entrando en graves aprietos por la tendencia a un progresivo encarecimiento de los precios del petróleo y la reducción de la diversidad de destinos comerciales. Su impacto ecológico hace totalmente insostenible el modelo. La orientación hacia el mercado internacional del TC incrementa la vulnerabilidad de su población en relación a factores externos sobre los que las comunidades no pueden incidir. A nuestro entender, la viabilidad económica del TC depende más del fortalecimiento de mercados turísticos locales, con circuitos de corta distancia, de base nacional y regional, y evitar la dependencia del mercado internacional.

En los últimos tiempos se escuchan con insistencia voces que defienden la necesidad de que las poblaciones rurales logren insertarse de alguna u otra forma en las empresas turísticas convencionales. Esto incluye también al TC, en una clara ofensiva de los sectores de derechas a través de la cooperación internacional. El objetivo de este enfoque es reducir la pobreza a partir del incremento de ingresos netos a través del turismo. Sin embargo, un aumento de ingresos que no vaya acompañado de una mengua de la desigualdad difícilmente puede lograr cambios reales en las dinámicas de empobrecimiento. Y además transfiere legitimidad a aquellos que están destruyendo las posibilidades de vida del sector campesino e indígena y ayuda a desactivar la resistencia de las comunidades a la usurpación de sus recursos y territorios.

Perspectivas
El debate sobre la viabilidad económica del TC debe abordarse desde una perspectiva más amplia de lo que se ha hecho hasta el momento. El tema principal en discusión es cómo está funcionando la economía de base comunitaria, vinculada o no al turismo, y cómo contribuye a la mejora de las condiciones de vida de la población local. El fortalecimiento de las comunidades, sea a través de la agricultura, la ganadería, la pesca, la apicultura o el turismo, de forma diversificada y complementaria, en la que el protagonismo y control de los recursos esenciales queda en manos de la gente del lugar organizada colectivamente, es la clave que puede permitir a las comunidades seguir viviendo en sus territorios.

El desarrollo turístico no es neutral, conlleva competencia y conflictos en torno al territorio, los recursos naturales y las arcas de los estados. La lógica del capital turístico corporativo es ampliar la acumulación de capital y para ello necesita transformar y elitizar determinados territorios, hasta que los agotan, para después migrar y conquistar nuevas “periferias de placer”. El punto crucial en discusión es cómo esas distintas expresiones de economía popular actúan como un dique de contención frente a las múltiples formas de usurpación de los territorios y los recursos naturales por parte del capital corporativo, ya sea en forma de agro-combustibles, agricultura industrial, minería, construcción de mega-infraestructuras o explotación turística. Y al mismo tiempo, si las poblaciones locales organizadas colectivamente son capaces de poner en marcha y sostener propuestas de desarrollo rural alternativas a las dominantes, con otras lógicas y otros valores. El objetivo no es otro que poder sostener comunidades rurales vivas. Y es en este contexto en el que el TC adquiere un nuevo sentido estratégico, como parte de un proceso mucho más amplio de empoderamiento social.


* Ernest Cañada es Coordinador de ALBA SUD. Este artículo ha sido publicado en el Nº 41 de la Revista Pueblos, marzo de 2009.

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Fuente: Revista Pueblos: http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1841

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