Por Ronald Gamarra
He trabajado con fe por elevar al máximo el sitial de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos en el seno de la sociedad civil y en su interacción con un Estado frecuentemente hostil al movimiento de derechos humanos, y en ello apuesto por una renovación política, ideológica y generacional, sin ruptura sino más bien en fiel continuación de la línea moral y ética trazada por Pilar Coll, secretaria ejecutiva fundadora de nuestro movimiento.
Por eso entiendo mi paso por este cargo al frente de la Coordinadora Nacional de DDHH como estrictamente limitado al periodo estatutario y sólo mientras cuente con la confianza de mis compañeros y el aval de mi propia conciencia. Mi labor siempre ha sido la de abogado defensor de derechos humanos; nunca he sido dirigente de ninguna organización y no está en mi vocación atornillarme a ningún cargo.
Tengo la convicción de que en el ejercicio de mi cargo debo atenerme a la verdad y la serenidad. Por eso he tratado de ser enérgico al defender la verdad, y hago el mayor esfuerzo por no perder la cabeza antes las andanadas de falsedades, injurias e intrigas que fatalmente suelen rodear toda función pública.
Tengo la convicción de que para ser un buen dirigente y prestar un buen servicio a mi institución, debo ser libre. La libertad es el primer mandato de la conciencia. De ninguna manera aceptaré jamás ser un dirigente bajo coacción, tutela o chantaje.
Fuente: La República