Por Antonio Peredo Leigue*
Las buenas intenciones de los casi 200 países miembros de la ONU se estrellarán, si la historia se repite, con el empecinamiento del Consejo de Seguridad, especialmente de sus integrantes más conspicuos: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
Porque, un desafío tan grande como el que se propone para acercar las culturas, choca contra las acciones contrarias a tal acercamiento que propician los gobiernos de esos países. Por ahora, la cultura rechazada, que en cualquier momento puede ser sancionada por uno u otro de sus usos, es la cultura árabe. Un referendo en Suiza ha prohibido la construcción de mezquitas. Una ley, en Francia, prohíbe el uso de atuendos característicos de la mujer árabe. La UNESCO, ¿podrá convencer a esos países que deroguen tales disposiciones?
Pero, en términos globales, la tarea de UNESCO puede entrar en el callejón sin salida que encontró en los años ’70 del siglo pasado, cuando se presentó el Informe MacBride y se formuló el planteamiento de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC).
Ese informe, producto del trabajo de una comisión internacional, presidida por el diplomático Sean MacBride, establecía que, la comunicación entre los pueblos de todo el mundo, estaba controlada por los países enriquecidos o, más propiamente, por las agencias transnacionales de la información. Que, de ese modo, había una flagrante tergiversación de los hechos, a favor de puntos de vista interesados. Concluía en la necesidad de establecer un nuevo orden informativo.
La reacción del gobierno de Washington, seguido poco después por el de Londres, fue negar absolutamente cualquier intento de discutir el tema. Simplemente se retiró del organismo y recién retornó el año 2003. Siendo el mayor contribuyente de la ONU y de todos sus organismos, el retiro de Estados Unidos de Norteamérica, tenía la clara intención de provocar el cierre de esa agencia. Sólo la actitud firme del entonces presidente de UNESCO, el senegalés Amadour-Mahtar M’Bow, pudo impedir que se disolviera UNESCO. Pero, cuando él entregó el mando del organismo, el Informe MacBride fue archivado sin ningún comentario.
Ese informe tenía un título que recobra plena actualidad: Un solo mundo, múltiples voces. Está visto que se refiere, precisamente, a las diversas voces de las culturas que enriquecen el espíritu de este mundo. De modo que hoy, vuelve a ponerse en la mesa de discusión el mismo tema que, en los años ’70 y ’80 del siglo pasado. Ese tema es el punto vital del debate sobre la necesidad de construir un nuevo mundo que sea habitable y habitado por todos los hombres y todas las mujeres, por todos los pueblos y todas las culturas. Es decir, un mundo en el que las múltiples voces que lo representan sean reconocidas con el mismo respeto, con la conciencia de que sólo compartiendo nuestras expectativas, esperanzas y propósitos, podemos lograr un mundo mejor para todos y no sólo para unos cuantos.
* Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia.
Fuente: ALAI, http://alainet.org/active/36809