Por Roger Rumrrill
Pero Madre de Dios no es el único lugar de la Amazonía amenazado por las actividades extractivas, frecuentemente irracionales y depredadoras y donde los gobiernos locales, regionales y el Estado central no ejercen ningún control y no sólo están pintados en la pared, sino que frecuentemente son cómplices y promotores de la depredación, contaminación y destrucción de la naturaleza.
Los ejemplos están a la vista. En San Martín, Dionisio Romero, “el nuevo Arana de la Amazonía” sigue talando bosques primarios desacatando una orden del Estado. En Iquitos, 300 toneladas de excrementos son arrojados cada día al río Amazonas porque ni el gobierno municipal ni regional han sido capaces de instalar plantas de tratamiento para las aguas servidas.
Y como si este infierno no estaría poniendo en peligro la mayor riqueza del Perú en la economía global del siglo XXI, la Amazonía, Daniel Saba, el presidente de Perúpetro ha anunciado exultante que en abril próximo se reiniciará la subasta petrolera y gasífera de la Amazonía.
Tenía toda la razón del mundo el que dijo que el hombre es la única especie del planeta que corta la rama del árbol donde vive.