Por Augusto Álvarez Rodrich
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“Defensa intelectual, política y moral contra la violencia”
Esto es posible gracias a muchos esfuerzos, como del alcalde Manuel Masías, quien no se amedrentó ante la intolerancia; del gobierno alemán por su aporte valioso; y el tesón del ex presidente de la CVR Salomón Lerner Febres, quien nunca bajó la guardia, ni siquiera cuando fue amenazado de muerte.
Gracias a ellos, y a mucha gente más, el museo será realidad contra viento y marea, tanto por su ubicación, frente al mar de Miraflores, como por la férrea oposición –que aún no cesa– de sectores entre los que Vargas Llosa incluye desde una minoría que tiene las manos manchadas de sangre pues participó en las matanzas y siente, por tanto, que el museo es una amenaza; hasta una mayoría bien intencionada que ha sido convencida por campañas calumniosas de que el museo busca revivir al terrorismo y desprestigiar a las fuerzas armadas y policiales que lucharon contra este con valentía y heroísmo.
No es poca cosa la coalición a favor de ese objetivo, e incluye desde el ministro de Defensa, Rafael Rey; el cardenal Juan Luis Cipriani; el vicepresidente Luis Giampietri; el jefe del comando conjunto de la fuerza armada, el general Francisco Contreras; hasta un sector ruidoso de los medios que sigue con la cantaleta por el autoritarismo, la intolerancia y hasta el racismo.
Pues contra ellos, y contra viento y marea, deberá avanzar la comisión responsable del museo, así como todas las personas y organismos que promueven la defensa de los derechos humanos en el Perú, tal como lo han hecho hasta ahora.
El objetivo es lograr que este sitio de la ciudad se convierta en lo que Vargas Llosa señala que será “una defensa intelectual, política y moral contra la violencia”, contribuyendo de ese modo a avanzar en el camino permanente del respeto a la vida y para que este sea un concepto profundamente arraigado en una población que ya ha sufrido mucho por la violencia.
Fuente: La República