Por Roger Rumrrill
Pablo Amaringo Shuña, el notable pintor de las visiones de ayahuasca, acaba de morir en la madrugada del lunes 16 de este mes de noviembre en Pucallpa.
Debido a su precaria salud, en los últimos años había suspendido sus largos periplos por Europa y Estados Unidos donde exhibía, en especial en museos antes que en galerías de arte, sus pinturas. Como sus obras recreaban las visiones alucinogénicas con la “soga de los muertos”, la antropología había convertido sus cuadros en objetos de estudio en desmedro de su valoración pictórica y estética
Será por eso que esa tarde, como si se estuviera despidiendo, prefirió evocar su pasado y recordar su infancia en “Puerto Libertad”, a orillas del Ucayali, donde nació en 1943; su éxodo a Pucallpa donde trabajó como ayudante de Luis Monard Gálvez, a la sazón jefe de la Aduana, quién le había ordenado que pintara las sillas de su oficina y al mirar el resultado del trabajo le dijo: “Eres bueno para todo, menos para la pintura”.
Curandero durante algunos años, un día empezó a pintar sus visiones. En sus lienzos está retratado el universo mágico y mítico de la Amazonía con un lenguaje y un estilo que hace pensar en los pintores miniaturistas holandeses y alemanes. Sus trazos y sus colores cálidos que recrean atmósferas misteriosas nos traen a la retina y la imaginación los intensos paisajes de César Calvo de Araujo y Eduardo Meza Saravia, los pintores que Amaringo consideraba sus maestros.
La obra pictórica de Pablo Amaringo es la metáfora de una Amazonía que debe prevalecer sobre todas las fuerzas que ahora amenazan destruirla.
Fuente: Diario La Primera