Por Carlos Urrutia
Tanto Uribe como Chávez han firmado cordialmente contratos con grandes inversiones colombo venezolanas, en obras públicas y en un dinámico intercambio comercial, ambos gozan de amplios respaldos electorales en sus países, que sobrepasan el 60 por ciento, y están modificando sus constituciones para legalizar proyectos reeleccionistas, que sustenten sus planes políticos y personales.
“El Presupuesto General de Colombia crece anualmente en un promedio del 4,9 por ciento, pero el crecimiento del gasto militar ha sido del 9.7 por ciento, la mayor parte de egresos son gastos de funcionamiento, destacándose los de personal, a causa del incremento del pie de fuerza militar y policial a partir principalmente del año 2002” (“La Objeción Fiscal al Gasto Militar en Colombia” War Profiteers’ News, 10 de noviembre de 2009)
Como podemos ver, Uribe y Chávez han vuelto prioritario lo militar sobre lo social, o de lo que destruye sobre lo que construye, porque, después de Irak y Afganistán, es claro que la guerra es mejor negocio que la inversión social contra la pobreza, sobre todo, deja sitio para la corrupción. Pregúntenle a Bush.
Aunque con rabia, hay que entender que la riqueza mal habida explica mucho de por qué los impuestos no van a salud, alimentación, educación, vivienda y empleo digno, sino que se gastan en simulacros de guerra, en represión, en armas innecesarias y en cuarteles no en escuelas, en balas y no en vacunas. Como decía un sabio: ¡qué jodido!
Fuente: Diario La Primera